Me miraba con aquellos ojos oscuramente inocentes y trataba de imitar cada uno de mis movimientos.
Debía cumplir con mi parte del plan, mientras mi compañero de oficio llevaba acabo la otra parte. Gracias a Dios, todas nuestras tareas eran de noche, justo cuando no había casi nadie en las calles.
—¿También disfrutas estar solo en las noches? —preguntó curioso el pequeño.
—Si. Por cierto ¿qué te han dicho de eso?
—Pues mi mamá solo me dice que me cuide y que no hable con extraños. Siempre está muy preocupada por mi.
—¿A caso no soy yo un extraño? —indagué. Desvío su vista hacia el pasto que se extendía por todo el suelo. A pesar de ser un poco tarde, no más de las 8 de la noche, había bastante claridad, seguro gracias a la iluminación del parque.
—Eres extraño, pero me caes bien —afirmó con ternura—, aunque tienes un aspecto raro. ¿Por qué vistes de negro? Es un color demasiado oscuro. Además estás muy pálido. Deberías ir a la playa algún día, yo te acompañaría.
—Quizás. Me aseguraré de planificarlo.
—Está bien. Me encantaría. Se hacer castillos de arena, me enseñó mi papá, porque a mamá no le gusta la playa, dice que hay mucho sol. —Se levantó del banco donde estábamos sentados y se posicionó frente a mí—. Ahora tengo que irme. Es tarde y seguro mi mamá está preocupada. No le gusta que salga solo de noche.
—¿Te vas ya? ¿No te gustaría que siguiéramos hablando? —interrogué. En serio debía mantener a este niño aquí conmigo para que todo saliera bien—. ¿Quieres que te cuente una historia? —Asintió— Verás, una vez en esta ciudad, había un vampiro...
—Eso no es cierto, mi mamá me ha dicho que los vampiros no existen.
—Calla y déjame continuar. —Se sentó en el suelo justo en frente donde estaba parado, cruzó sus pies uno encima del otro a medida que observaba y escuchaba con atención—. Era extremadamente pálido, con colmillos muy grandes, casi del tamaño de uno de esos caramelos que vienen envueltos en nylons transparentes y solamente salía por las noches cuando todos en su casa dormían.
—Una vez mi mamá me dijo...
—¿Sigo con la historia? —interrumpí.
—Pues si. Perdón. —volvió a mirarme fijamente.
—Varias veces en las noche, devoraba a personas que encontraba caminando en las calles. —El chico abrió sus ojos como platos.
—Era muy cruel ese vampiro —exclamó el pequeño de cabellos revueltos con desdén.
—Continúo entonces. —Asintió—. Vivía en un apartamento, al final de una calle, dentro de un ataúd de madera de abedul barnizado y tapizado con tela verde oscura.
—Le gustaba el color verde, así como a mi mamá —interrumpió otra vez.
—Como me vuelvas a interrumpir, acabo la historia —el pequeño me miró con nostalgia—. Tranquilo, por ahora continuaré. Una noche, unas personas que se dedicaban a acabar con estos seres, decidieron incendiar el apartamento y deshacerse del vampiro —su rostro expresaba conmoción, pero aún así, divisaba con intriga—. Entonces, se supone que su alma halla viajado a un lugar mejor desde ese día.
—Pues hicieron lo correcto. Si lo dejaban vivo, seguro hubiese acabado peor.
—Niño, cuando la causa es buena y la sentencia es justa, el fin sí justifica los medios.
—Es verdad. En fin, me gustó mucho la historia. Ojalá todas las noches fueran tan entretenidas como esta —Volvió a ponerse de pie y sacudió su pantalón de mezclilla por detrás—. Ahora sí tengo que irme. Muchas gracias por el cuento.
—Ten cuidado por el camino. Y si te encuentras con un vampiro, simplemente sigue el trayecto y no mires atrás. —Rió por lo bajo y comenzó a caminar, hasta perderse detrás de unos árboles en la distancia.
Sentí una presencia detrás de mí, la cual conocía perfectamente.
—Demoraste en llegar —escupí.
—Perdón, no todas las noches te asignan matar a un vampiro de cientos de años de antigüedad —respondió con calma mi compañero de trabajo.
—¿Crees que supere haber perdido a su madre? —indagué con curiosidad—. Realmente tenían un vínculo muy fuerte.
—Ya lo haz dicho, cuando la causa es justa, el fin justifica los medios. Algún día sabremos que pasó. —Dirigí mi vista hacia la punta de mis zapatos.
—No es tu culpa, solo cumplimos con nuestro trabajo. Nos asignan un vampiro y lo matamos, siempre ha sido así.
—Pero era su madre —afirmé con nostalgia.
—Algún día entenderá.