El tiempo pasó y no tuvo muchas noticias de Ani. Así fue durante el primer año. Después vino un segundo y luego un tercero. Los días y los meses solían avanzar de manera agonizante para Lucas. Intentó en muchas oportunidades saber de Ani a través de sus padres, pero a ellos solo les enviaba cartas escritas a mano sin dirección en el remitente. En ellas solo les contaba que estaba bien y que estaba por terminar sus estudios pero nada en cuanto a dónde estaba. De su vida personal, Lucas no sabía si estaba sola o en pareja. Él mismo intentó en una oportunidad rehacer su vida solo para darse cuenta tristemente de que nadie podía reemplazar a Ani. La seguía amando. Si alguna vez le fue infiel con Tomás, estaba dispuesto a dejar atrás todo y empezar de nuevo. Tan solo quería verla otra vez. Aún no olvidaba sus ojos color miel, su larga cabellera castaña, sus pequeños pero voluminosos labios, su inconfundible aroma a violetas, sus suaves y delicadas manos, su piel tersa, la armonía de sus curvas, su precioso ser. Su Ani, su preciosa Ani.
La amistad con Tomás nunca fue la misma después de aquel incidente. Aún eran amigos, si podía llamarse de alguna manera, pero sus vidas habían tomado rumbos distintos dentro de la marina, por lo que el afecto y compañerismo fue mermando de a poco hasta ser casi un vago recuerdo.
De repente un sentimiento de pérdida lo invadió. Se sentía vacío, sin amor ni amistad. Su corazón se rehusaba a seguir adelante. Su mente viajaba en el tiempo y constantemente lo acusaba de haber tomado malas decisiones. Le reprochaba su actuar y lo atormentaba con recuerdos de un pasado mejor, lejano, casi como un espejismo. ¿Qué hubiera pasado si en vez de haber elegido creerle a Tomás, hubiera creído en Ani? Quizás ahora estarían casados y con algún chiquitito dando vueltas por ahí revolucionando todo a su alrededor bajo la atenta mirada de su madre. Si tan solo pudiera retroceder en el tiempo……
***
Quien tampoco podía olvidar el pasado era Tomás. Seguía tratando de encontrar pistas para saber la ubicación de Ani. De vez en cuando llamaba a Emilio Müller para “saludar” y aprovechaba de preguntar por ella sin tener éxito alguno. Llegó al punto de colocar a sus secuaces a vigilar a Susi y la seguirla a donde quiera que fuera. Sabía que ella tenía que conocer el paradero de Ani, después de todo era su única amiga y no podía concebir que no supiera dónde estaba.
Hubo un momento en que todo parecía estar truncándose. Paulo fue encarcelado por diversas estafas y Ramiro no siempre estaba disponible para secundar sus planes ya que se había adosado una familia que a Tomás le parecía un obstáculo para sus fines. La desesperación por el paso del tiempo estaba haciendo mella en él y no conseguía disminuir ni un ápice la obsesión que continuaba teniendo por Ani.
Presionaba vez tras vez a Ramiro para que siguiera vigilando a Susi bajo la amenaza de hacer público el video con el que por tantos años lo mantenía atado a él.
Los años habían pasado y Susi parecía no tener contacto con Ani. Cada vez que Ramiro iba tras ella, se encontraba que sus lugares de destino siempre eran los mismos, su trabajo, el gimnasio, el supermercado, de vez en cuando el médico, una vez al mes a bailar, a correr, etc. nada que acusara algún vínculo con Ani. Hasta que un día tomó su auto y salió de la ciudad, algo que en los pasados años nunca había hecho.
Sin dudar la siguió en su propio vehículo a una distancia prudente, que le garantizaba no ser detectado, pero que le permitía a su vez, no perderla de vista. Fue un viaje largo, de unas 15 horas si incluían el tiempo de las pocas paradas que hizo la mujer durante el camino.
Llegaron a Pargua cuando ya había oscurecido. Lamentablemente para Ramiro, su auto no alcanzó a subir al ferry que en ese momento estaba llevando a Susi mar adentro en dirección a la isla de Chiloé. Se maldijo a sí mismo por guardar las distancias, pero le tranquilizaba el hecho de que aún disponía de varios días para esperar a que Susi volviera al continente para retornar a Viña del Mar.
Una semana tuvo que esperar hasta que Susi apareció de vuelta en uno de los Ferrys que retornaba al continente. Tuvo que pasar días enteros vigilando cada embarcación para ver si en uno de ellos arribaba Susi, hasta que la espera rindió sus frutos.
Susi no venía sola en el auto. Ani la acompañaba para suerte de Ramiro. No sabía hacia dónde se dirigían, él solo siguió el auto que viajaba de vuelta por donde mismo había llegado el primer día. En un principio pensó que Ani volvería con Susi a Viña del Mar, pero para su sorpresa, la amiga la dejó en el Hospital de Puerto Montt y se fue luego de una afectuosa despedida.
Estacionó el auto raudamente y enterrado en el cuello de su abrigo para pasar desapercibido junto a un gorro que ayudaba a que no lo reconociera, se dispuso a seguirla por los pasillos del Hospital. Por un momento creyó que podía estar enferma y que iba a realizarse algún examen o a visitar al médico. Grande fue su estupor al percatarse que debajo del impermeable que vestía, llevaba un uniforme. Ani trabajaba allí como auxiliar de enfermería.
Estuvo todo ese día sentado cerca de la estación en donde ella trabajaba. La vio llenar datos en un computador. Después la vio acompañar a otra enfermera a visitar a los pacientes, darles sus medicinas, ayudarlos a ir al baño, ordenarles sus camas, alimentarlos etc. Fue una espera agotadora para él y un turno ajetreado para ella.