Lobo.

Decepción (11)

Conduzco de forma lenta por culpa de la espesa neblina, sin embargo ni la poca visión por la carretera me a impedido que llegue a mi destino. 

—¿Qué hacemos en casa de Ethan? —pregunta Milka, desabrochando su cinturón. 

—Tengo un par de cosas que decirles —respondo bajando del auto. 

No me tomo la molestia de esperar a mi amiga, quien no deja de soltar preguntas.  

Ya estoy harta de que todo lo que está sucediéndome tenga una maldita explicación y yo aún no tenga idea de nada. 

Subo las elegantes escaleras de la gran y deslumbrante casa de los Stromberg.

Ni siquiera me tomo la molestia de tocar la puerta, es más la abro con todo el atrevimiento del mundo y paso por el pasillo de entrada, como si fuera la dueña. 

Camino hasta llegar a la gran sala de paredes color champagne y sofisticados sofás teñidos de azul oscuro. 
Observó llena de ira a los cuatro hombres sentados cómodamente, aun sin percatarse de mí presente. 

Escucho a Ethan reírse con ganas y eso provoca que mis ojos se llenen de lágrimas.  
Con toda la fuerza que tengo, jalo de forma brusca la cadena que recibí está mañana, reventándole y sin pensarlo lo lanzó a los pies de todos.  
De inmediato se levantan de los sofás y pronuncian mi nombre en un jadeó. 

 

—¡Prometieron que estarían hay! —grito y Gregory intenta acercarse pero se lo permito—. ¡No! Ni siquiera lo intentes Gregory. 

—¿Eira? —Milka llega a la sala, seguida de los padres de los gemelos. 

—¡Todos me dijeron que me protegerían! ¡Que este maldito collar me protegería! —continuo gritando—. ¡¿Dónde diablos estaban, cuando lleno a casa de Milka a buscarme?! ¡Tú, Ethan, le dijiste a Ágata que me protegerían! 

—¿Tú...Estuviste ahí? —pregunta Ethan sorprendido. 

—¡Sí! También que todos saben lo que está pasando, pero prefieren quedarse callados —hablo en todo bajo—. ¿Quiero... Quiero saber la verdad? ¿Quiénes son los que me siguen? Y... ¿Quién es él? 

—Eira, a veces entre menos sepamos es mejor —habla Almery. 

—¡¿Mejor?! ¿Para quién es mejor? Porque para mí no lo es? —le digo con inmensas ganas de saltar sobre él.  

—Eira, por favor todo esta bien —dice Ethan, tratando de calmarme. 

—¿Estan bien? ¿Sabes lo que me dijo hoy ese hombre? —le pregunto, soltando una risa sarcástica—. No claro que no, no lo sabes porque no estabas ahí. Me dijo que tal vez me dejaría en paz y se iría a divertir con Milka—al soltar lo último, sus ojos se abren de forma exagerada. 

—¿Qué? —suelta Milka a mis espaldas. 


—Y les juro que si algo le llegará a parar a Milka por culpa de su cobardía para decir la verdad, no se los voy a perdonar nunca. ¡Nunca! —sentencio ahogando un jadeó—. No quiero verlos, ni quiero que se acerquen a mí. Ya no necesito sus falsos collares de protección, ni su ayuda, de ahora en adelante voy a buscar respuesta por mis propios medios. 

 

Me giro y camino hacia la salida dispuesta a marcharme de ahí, pero las palabras del señor Stromberg me detienen por un momento. 

—A veces algunas preguntas deben de quedarse sin respuesta, por nuestro bien y para siempre —musita, alimentando mi enojo. 

—No las preguntas con respuestas de la que depende tu vida —digo mirándole a los ojos. 

—¡Eira! —volteo al escuchar la voz de Eiden por primera vez en la noche. 

—¿Qué? ¿Vas a decirme la verdad? —le pregunto, ganando silencio de su parte—. Eso pensé. 

Miro a Milka quien esboza una sonrisa forzada hacia los padres de los gemelos, para después comenzar a caminar hacia mí. 

—¿Milka? ¿Nena? —la nombrada detiene sus pasos y sin girarse hacia Ethan, habla—. No sé, lo que está pasando, ni porque yo estoy dentro de ello ahora, pero por una vez en mi vida decíe escuchar de alguno de  ustedes la verdad.  

»Estoy decepcionada de todos, ni siquiera sé si alguna vez han dicho la verdad de quienes son —gesticula al borde de las lágrimas—, pero sobre todo estoy decepcionada de ti, Ethan. 

Al soltar lo último, retoma su camino sin importar los gritos de Ethan, ni los llamados de su cuñado. En cuanto llega a mi lado, avanzamos juntas hacia la puerta. 

—Tengo miedo —confiesa tomándome del brazo izquierdo. 

No digo nada, por qué no tengo idea de que responderle. ¿Qué podría decirle yo? Si tampoco obtengo respuesta, aún que pregunte, una y mil veces. 

Milka no soltó una palabra en todo el camino de vuelta a casa, se dedico a mirar por la ventana, mientras se limpiaba las gruesas lágrimas de sus mejillas. 
Cuando llegamos a casa fingimos de forma sensacional ante su madre, quien ni siquiera se percató de nuestro desánimo, gracias a los clientes y aún que nuestro estado de ánimo no era el mejor, me vi en la completa obligación de contarle absolutamente toda la verdad. Desde el inicio en el que, todo comenzó con el atropello de una criatura en el bosque, hasta lo sucedido hoy en la noche. 

—¿Cómo es que no sales corriendo cuando se te acerca? —pregunta al escucharme hablar de el extraño sin nombre. 

—No lo sé, solo no me transmite miedo o ganas de huir —respondo recordando su ardiente pecho—. Siempre está quieto y su calor es... inhumano. 

—Nunca has visto su cara, pero si sus ojos —dice, con expresión pensativa—. Su calor es de los infiernos, es mudo y con actitud de acosador nocturno. ¿Algo más que olvide? 

—Siempre que está a mi alrededor aspira fuerte, como si pudiera oler mí... 


—Perfume —finaliza Milka por mí—. Sabes, nunca he creído​ en lo sobrenatural, ni en seres de otros mundos, pero todo lo que me has dicho, me deja mucho en que pensar. 

Le miro y esbozo una media sonrisa. 

—No tengo idea nada. Todos me ocultan cosas y... —Milka me interrumpe y toma una de mis manos. 
 




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