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Me pongo mi chaqueta de cuero café y tomo las llaves de mi auto, de la mesa de noche.
Decidida me encamino hacia la puerta, pero está es abierta por Milka.
—¿Qué hacés vestida así? —pregunta con los brazos cruzados.
—Saldré.
—¿Saldrás? ¿A dónde? —continua interrogandome, pero pasó por su lado a pasó rápido en dirección a las escaleras—. ¿Eira?
—Ire a casa —digo llegando al primer piso—. Tengo algo que hacer allá.
—¿A tú casa? ¡¿Has perdido la cabeza o qué?!—grita llamando la atención de los dos únicos clientes del bar.
—¡Shshshs! No tienes porqué gritar, estoy aquí a tu lado —suelto en tono bajo—. Tengo un mal presentimiento.
—¿Es por él? —pregunta tomandome del brazo—. Responde algo, por amor de Dios.
«¿Qué mierdas quiere que le responda?»
Ni siquiera estoy segura de que a lo que nos referimos como “él”, sea un hombre.
—Suéltame, volveré en un par de horas —respondo con el ceño fruncido—. Y ya, devuélveme mi brazo por favor.
—Eira, creo que no deberías arriesgarte por un presentimiento.
—No es solo un presentimiento, hay más, algo pasó, estoy segura —bramo en tono cansado.
—Eira, por favor. Recapacita si te...
Milka se calla al escuchar la campanilla de la puerta. Dirijo mi mirada hacia esa dirección y suelto un resoplido al ver a Gregory caminar en dirección nuestra.
—¡Buenos tardes, Milka y... Eira! —saluda cuando se detiene frente a nosotras.
—Eran buenas —balbuceo, arrancado mi brazo del agarré de Milka—. Me voy.
Trás anunciar que me marcho, trató de pasar al lado de Gregory lo más rápido posible, pero para mi mala suerte, hoy todos han amanecido con la extraña gana de tomar mi brazo, como forma de retención.
—Suéltame —pido jaloneando mi brazo sin importar lastimarme.
—Sabes muy bien que no puedes salir sola —señala, soltandome—.Tratamos de protegerte, Eira.
—¿Protegerme? ¿Enserio? Mientras me esconden la verdad —le cuestiono con aire sarcástico.
—Ya hablamos de esto Eira. No vas a salir de aquí por ningún motivo quisieras o no —sostiene con tono severo—. Sí estás aquí, vas a estar a salvo.
—¿Hablamos de eso? ¿Cuándo? Por si no recuerdas soy la única aquí que no tiene la menor idea de lo que pasa —apunto con tono amargo—. Ahora ya deja de sermoniarme, les dejé muy claro que ya no necesito de su protección ni ayuda. No – los – quiero – cerca.
—¡Eira! Ya basta, no actúes como una inmadura —increpa, haciendo que mis ojos se llenen de lágrimas.
—Vete al diablo Gregory —le grito para después salir corriendo del bar.
En cuanto salgo, el frío trata de paralizarme, pero avanzo hacia mí auto al escuchar los gritos de Gregory y Milka a mis espaldas.
—¡Eira! ¡Detente! —inserto lo más rápido que puedo la llave y abro la puerta del auto—. ¡No subas a ese auto, Eira!
Y como si mi cerebro tomara las órdenes al revés, más rápido subo al auto y cierro la puerta tras de mí.
—¡Por favor, ya deja de gritar, Gregory! —pide Milka tomándolo del brazo.
—¡Eira, por el amor de Dios! ¡Baja del estúpido auto! —arranco y justo cuando voy a avanzar, Gregory se atraviesa al frente.
—¡Malditacea, Eira! ¡Sal de ahí, no puedes irte!
—¡Quítate! —grito al bajar la ventanilla del piloto.
—¡¿Qué es lo que está pasando?! —la voz de Sulay, llega junto con la de sus clientes.
—¡Eira, no voy a apartarme! —responde Gregory a mí petición —. ¡Confía en mí, quédate!
—No voy a quedarme, ya no confío en tí. Te odio —mis palabras lo paralizan un instante y lo obligan a acercarse a mí ventanilla.
—¿M-me... Odias? —pregunta con voz quebrada—. Nena, dime qué es mentira...Por favor.
Aparto mi ojos de él y los pongo al frente.
—Lo siento —murmuro avanzando por la calle.
Me sentí mal por Gregory, pero la sensación extraña en mi pecho, puede más que cualquier cosa.
Manejo a alta velocidad, acompañada de un cielo ausente de sol y lleno de nubes. La próxima semana los minúsculos copos de nieve usurparan el lugar a las gotas de agua.
Pronto abra más frío de lo usual.
Una hora después ya me encuentro por las calles de Lonberg. Hay pocas personas por las acercas, muchos observan mi auto y se cuchichean entre ellos.
El desconcierto me inunda, pero me dedico a ignorar las miradas indiscretas y regreso mi atención hacia la carretera, pero en cuanto aparcó y bajo a la orilla de mi casa, me congelo al ver a diez metros de mí, una gran cantidad de patrullas y una camión de la morgue.
—¿Qué es lo que pasó? —susurro para mi misma, mientras me acerco al mismo oficial que lleva mi caso.
Observó al rededor con temor, pero continuo avanzado.
—¡Buenas tardes oficial!
—¡Señorita Blest! ¡Buena tarde! —responde rellenando gran cantidad de paleo.
—¿Qué es lo que pasó? —pregunto al ver a hombres envueltos en trajes color blanco colocando los señaladores de pistas.
Este suelta un resoplido y deja de escribir, al darse cuenta de que no lo dejaré en paz.
—Otro cuerpo —dice al final.
—¿Qué? ¿Aquí?
—Sí, fue encontrado a la orilla del lago Cobog. Es una mujer, con reporte de desapareción hacé una semana en Eisenberg —habla con tono serio—. Es la onceava víctima y su muerte es exactamente igual a la de los anteriores deseosos. Sin una gota de sangre en el cuerpo.
—¿Han encontrado alguna pista? ¿Huellas o talvez señales de que el cuerpo fue arrastrado hasta el lago?