Abro mis ojos, y siento el frío traspasar a mis huesos. El calor abrazador que me mantenía caliente de a ido. Estoy desnuda y no veo a mi amante nocturno por ninguna parte. Busco con la mirada mi ropa y al encontrarla me coloco mis bragas y mi blusa. No me preocupa no ir vestida completamente, sé que en el bosque no abra nadie a kilómetros.
—¿Alix? —pronunció su nombre, pero no recibo una respuesta.
Continúo mi avance un par de metros más, hasta que entre los árboles y arbustos, diviso un pequeño lago. Un calor que ya conozco a al perfección me invade y sonrió. Veo a mi alrededor tratando de encontrarle, pero es inútil, aúnque sé que está por ahí.
—¿Así que quieres jugar, eh? Muy bien. ¿Qué tal si jugamos a darnos un baño? —propongo, sacándome la blusa.
Me adentró al agua ignorando el frío que siento mínimo. Chapoteo tratando de llamar su atención, puedo sentir su mirada sobre mi cuerpo.
Como la primera vez que nos encontramos en el lago Cobog, me sumerjo unos minutos. Al salir siento el movimiento del agua y al abrir mis ojos le veo frente a mí, mirándome con la cabeza ladeada.
—¡Mira, quién a decidido aparecer! —exclamo, acercándome.
Me abrazo a él en busca del inmenso calor que posee.
—Te quiero —susurro, pegando mí frente a la suya.
Cierro mis ojos.
De pronto como si se tratase de algún tipo de película, comienzo a ver los recuerdos y memorias de Alix. Un hermoso niño de ojos heterocromáticos se mira en un espejo sin camisa. Después continúa otro recuerdo en donde una mujer de ojos café le besa las mejillas repetidas veces. En el siguiente un hombre con un gran parecido a él se adentra en el bosque y este al perseguirlo se encuentra con un lobo negro.
Los recuerdos de su niñez son reemplazados por unos de su adolescencia, en donde de le ve luchando y sufriendo la pérdida de sus padres.
En los que se ve más maduro, su mano va atada a la de otra mujer de extraordinarios atributos, pero todo la felicidad del momento se cambia por la aparición de Koray. Reconozco a Elliot a su lado el día del engaño de primera única. Su momento de enfermedad y la celda en la que permaneció encerrado por setenta años, sufriendo agresiones por su propia familia.
Y para terminar, los sucesos más nuevos. Es increíble cómo puedo ver como él me miraba a mí por mi ventana y me seguía, estoy viendo todo esto de su perspectiva a través de sus ojos y nuestro mejor momento juntos en la cueva haciendo el amor.
Me alejo de él, algo aturdida. Le miró anonadada sin saber que decir. Alix se encuentra paralizo y sin mediar palabra me da la espalda.
—¿Viste algo? Yo vi tu vida —expreso, tocándole la espalda.
Se voltea y me mira con un rostro de piedra, y unos ojos llenos de sombras. No entendo que se significa, hasta que me muestra como la cicatriz que antes no observe en su brazo izquierdo desaparece poco a poco.
Entonces recuerdo las plantas de los gemelos en la bodega el día que les conté de él.
«Esta maldito, no podrá reconocerla».
—Es imposible, no podría ser una coincidencia tan...
Alix me interrumpen abalanzándose sobre mí, hunde su rostro en mi cuello y este no pierde su tiempo en inhalar profundamente.
—Eres tú, siempre has sido tú —susurra, aún en mi cuello—. No importa cuántas maldiciones tenga, siempre pude reconocerte.
—No es posible eludir al destino y el nuestro era encontrarnos sin importar nada.
—Te he visto con tu familia —confiesa.
—Así, pues yo he visto a un niño muy guapo mirarse en el espejo —admito, antes de besarlo.
De pronto un ruido a la lejanía que sería imposible de interpretar con mi oído nos desconcentra.
—¿También lo has escuchado? —pregunta y yo solo asiento con mi cabeza—. Tus sentimientos también han mejorado
Logro escuchar como lobos corren entre los árboles y como uno en especial vine con decisión.
—Vienen por nosotros —suelta, sacándome del agua—. Viste y corre a esconderte, yo tratare de confundirlos.
Mientras me pongo mi ropa con mucha rapidez le pierdo de vista entre los árboles. Seguía escuchando a los lobos venir hacia nosotros de forma voraz, estoy casi segura de que puedo sentir su odio. Al salir de la cueva con mi mochila en la espalda me paralizo al sentir una presencia a mí alrededor, me giro sobre mi eje en busca de lo que me esta perturbando, pero al no lograr mirlo por ninguna decido que lo mejor es correr.
Corro entre los pinos sin saber a donde me dirijo, Alix me ha dejado y no tengo forma alguna de orientarme en este inmenso bosque. Hace mucho frio y mis extremidades se entumecen, sin mencionar que la nieve fresca me dificulta mi huida.
Desconozco cuanto tiempo deambule entre la vegetación, pero al salir de ella entre en una inmensa pradera blanca con una extensión tan grande que no logro ver el final. De inmediato el recuerdo de la pesadilla en la que era perseguida por alguien al tiempo que yo corría dejando huellas de sangre se cuela en mi mente logrando que una pizca de miedo se cree en mi interior. Sin pensarlo dos veces inicio a correr nuevamente a lo lejos escucho un aullido que desata muchos más, reconozco el primero como el de Alix, esta tratando de atraerlos a él.
Dejo de caminar al ver a un hombre desnudo a escasos metros de mí, no tengo idea de quien pueda ser, pero por la forma tan fría en que me mira deduzco que no es muy bueno que me haya topado con él. Doy un paso hacia tras en un intento por comenzar mi escape, sin embargo, mi espalda se golpea contra una superficie dura, por lo que me giro de golpe.
―Así qué tu eres Eira. No sabes cuantos problemas me has dado ―retrocedo, mirando fijamente al hombre de ojos grisáceos frente a mí―. Sé que tienes algo que me pertenece.
No suelto una palabra, sé perfectamente de lo que me esta hablando. El collar que cuelga en mi cuello es lo que quiere. Sin aviso se acerca a mí y me toma por el cuello bruscamente, llevo mis manos a sus muñecas y le clavo mis uñas como método de defensa, pero esto solo hace que su agarre se intensifiqué. Una sonrisa ladeada aparece en su rostro, mientras que con la mirada me reta a seguir dañándole con mis uñas para yo recibir mas presión en mi cuello.