Lobo.

La presa se vuelve cazador(23)

Corro por los pasillos en busca de la salida, me empiezo a sentir claustrofóbica al ver tanta ventanas gigantes sin poder ser abiertas, aunque la verdad soy yo la que  no intento abrirlas. Suelto palabrotas​ en cada vuelta que doy y en cada paso que retrocedo, ¿en dónde está todo el mundo cuando lo necesito? ¿En dónde está Mérida? Se le olvido que apenas hace un día estoy aquí.

—Estúpidos castillos gigantes —suelto al ver que he llegado al final de un pasillo.

—Ya decía yo que la pestilencia de mi sobrino no podía significar otra cosa. —Miro al hombre frente a mí con una ceja arqueada. No estoy de humor para escucharlo hablar de Alix.

—¿Usted quién es? —pregunto intentando pasar por su lado lentamente.

—Soy Morris, hijo legítimo de los Cobognerwotf.

—El padre del traidor —digo y su rostro se transforma.

—Mucho cuidado con lo que dices, humana. Él no está aquí para salvarte —murmuro, al tiempo en que toma mi mano y ve el anillo—. ¡¿Quién te lo a dado?! ¡¡Habla!!

—Con todo respeto, váyase al diablo —hablo, zafándome de su agarre.

—No saldrás de aquí hasta que lo me entregues —amenaza, tomando nuevamente mi mano e intentar sacarme el anillo.

Forcejeo para apartarlo de mí, hasta que me doy cuenta de que el anillo brilla y la enredadera se comienza a extender de forma rápida por encima de mí mano hasta enganchase al rededor de mi muñeca. Entonces reacciono y le propinó un rodillazo en medio de las piernas.

—¡Maldita humana! —grita a mis espaldas.

Corro por los pasillos sin fijarme a donde voy, paso por un salón con un violín colgando de la pared sobre una chimenea.

—¡Voy a atraparte miserable! ¡Te huelo desde aquí! —Dejo de mirar el instrumento, para movilizarme hacía la salida.

Bajo una inmensa escalera de tres en tres hasta que salgo al salón, y me encuentro con una inmensa puerta abierta de par en par. Maldigo en mi interior, estube perdiendo mucho tiempo buscándola y ahora que no lo hacía, aparece de la nada. Me precipito a ella y cuando estoy apunto de salir a la acera, una mano me toma por la nuca y me estrella contra la pared.

—¿Creíste que escaparías? Conozco este lugar como la palma de mi mano —me informa, para después lanzarme al suelo—. Tú y todos los traidores van a morir.

Llevando la cabeza y miro como Mérida y Emir estan atados a un tablón, mientas un grupo de hombres los rodean.

—Espero que eso incluya a los dos hombres que intentaron asesinar a su rey —grito, llamando la atención de todos—. Espero te incluya a ti y a tu hijo.

Todos comienzan a murmurar y cuando intento ponerme de pie su mano me toma del cabello y me arrastra sin piedad por la tierra húmeda. Me muerdo la lengua para no soltar un solo jadeo de dolor, porque se que mi salvador está cerca, siento su calor y su presencia entre los árboles.

—¡Miren su mano, tiene la joya! ¡Ella es la Única de nuestro rey, a ella deben de servir! —grita, Emir a todo pulmón—. ¡Si la abandonan a ella, traicionan a nuestro Alpha!

—¡Es una mentira! —fargulle Ameth saliendo de entre un grupo de hombres—. Es una bruja.

—¡Observen su mano, la gema solo se enrreda en la mano de la legítima! —ordena, Mérida.

Todos observan mi mano con suma atención, intentando encontrar algo anormal. Después de un momento todos se renuevan sorprendidos al notar que no hay ningún engaño.
Me levanto del suelo y al dar un paseo al frente todos retroceden y evitan mirarme, justo cuando voy ha hablar el bosque se sacude de forma terrorífica y todos se arrodillan ante mí, profesando disculpas una y otra vez. Entonces lo entiendo, es Alix, un lobo negro sale del bosque caminado de forma imponente, gelandole la sangre Morris y Ameth, quienes intentan llegar a mí, pero un par de guerreros me rodean y se lo impiden.
El problema es que no solo Alix desidio aparecer, tras él, a quienes reconozco como cazadores, se acercan a paso seguro.

—¡Ordeno que la asesinen! —grita, Ameth, pero nadie se mueve de su lugar.

Alix se acerca a mí y se frota contra mis piernas, sorrio y acaricio su lobo. Sus ojos bicolor siguen hay, siento que me atraviesan y ven más allá de mi alma.

—¡No te muevas o te perforó el pecho!  —pongo mi atención en una de las cazadoras, que mira a Camalia con la ballesta lista.

—Eres patética —responde la vampiresa, con burla—. Yo he venido por lo que me pertenece y a eliminar a quien un día intenso matarme.

—¿En dónde está Koray? —pregunto, desconfiada al no verlo por ninguna parte.

—Aquí —contesta y al tronar sus dedos Koray cae de rodillas a su lado.

Un pentagrama utilizado para la brujería, se encuentra tallado en su propia piel. Ahogo un jadeo al ver su piel y sus ojos caoba mirarme con súplica. Camalia ríe y con voz cansina dice:

—Anda, inútil, arrastrate a los pies de tu enemigo.

Sorprendentemente Koray lo hace, gatea hasta quedar frente Alix.

—Liberame por favor, te lo ruego  —pide Koray con voz quebrada—. No quiero vivir así.

Le miró sin entender, pero cuando Alix se acerca dispuesto a cumplir lo que él vampiro pide, le detengo y me arrodillo ante él, y con temor le toco el pecho. De inmediato una serie de imágenes de cuelan en mi mente, es él siendo torturado y siendo objeto magia negra, lo veo sufrir y rogar piedad, hasta que su cuerpo era poseído por alguien más.

Me hecho hacía atrás atónita, Alix se me acerca y le gruñe a Koray.

—Lo han utilizado...Es brujería. Alguien toma su cuerpo —le dijo al lobo frente a mí que me mira fijamente—. Koray a sido solo una marioneta, alguien lo ha obligado ha hacerte daño todo este tiempo.

—Si no puedo estar con ella, solo quiero morirme de una vez por todas —suelta, Koray mirando con odio a Camalia—. Esa bruja me a utilizado para traer a mi padre una y otra vez.

—¿Cómo? ¡Oh, Dios! —susurro—. ¿Quién es ella?

—La mujer por la que soporto todo esto desde hace décadas, mi Eterna —responde, tratando de sonreírme—. Mi padre me prometió que si yo lo dejaba utilizarme la dejaría vivir largas vidas.




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