Eduardo pintaba fluidamente en su lienzo, nadie contaminaba con ruido y los trazos le eran muy continuos, las pinceladas salían a la primera y los colores eran los que estaban en su mente, algunas horas después, miró su cuadro, un retrato bastante expresivo de Laura, sin necesidad de ocultar la cicatriz de su cabeza, el cuadro era muy lindo y al mismo tiempo lleno de sentimientos y mucho realismo.
-Este será mi primer cuadro- dijo y lo puso a un lado para dejarlo secar y poner otro lienzo
Eduardo sacó más pinturas y respiró profundamente, esta vez pintaría a sus compañeras de guerra sin dudarlo, tomó su pincel y primero trazo un fondo bastante bonito, un bosque verde lleno de sus árboles, arbustos y una bonita iluminación, dejo eso secar y se levantó para comer algo, miró una nota pegada al refrigerador y la tomó para leerla.
-Prepare un poco de milanesas de pollo empanizadas, solo caliéntalas un poco en el sartén y no olvides el espagueti, espero que lo disfrutes- leyó y abrió el refrigerador
En un plato envuelto con plástico y servilletas se hallaba la milanesa de pollo empanizada que sacó y colocó en un sartén para calentarla, también prendió otra parrilla para calentar el espagueti, al tener todo a su gusto, sirvió un poco de espagueti en un plato y luego al milanesa, tomó un tenedor y fue a sentarse a la mesa, con las manos desmenuzó la milanesa y con ayuda del tenedor la revolvió con el espagueti para comenzar a comer, al terminar, se dirigió al lavadero y lavó el plato y el tenedor así como lo que ocupó para calentar la comida termino lavando sus manos para luego regresar a su pequeño estudio, palpó el lienzo y la pintura ya estaba seca, era momento de poner a sus compañeras en el, primero, unas piedras para poderlas sentar, mientras estas se secaban, hizo una pequeña fogata con un cazo grande donde calentaban muchas raciones de comida militar de una para ahorrar tiempo, al terminar, palpó las rocas, estas ya estaban secas y la iluminación se veía muy bien, todo comenzaba a encajar, ahora tocaba comenzar a poner a las soldados y los soldadas alrededor de la fogata, primero se dibujó a él, desde el rostro hasta las botas, sus manos tomaban el cucharon para mover el contenido del cazo y evitar que la comida se quemase, luego le tocó dibujar a una de sus compañeras, inicio con las botas ocultándose detrás de la fogata y luego con el uniforme, en sus manos colocó un rifle y siguió pintando perfectamente hasta llegar al rostro, esa imagen la tenía en la mente, recordaba todos los detalles del rostro de esa mujer, esa mujer insegura que siempre cargaba su rifle cargado con una bala extra y nunca quitaba el dedo del arco guardamontes, sin embargo, su brazo, su muñeca, su mano, sus dedos, sus yemas no se movían, mantenían el pincel en una posición alejada del lienzo y sus dedos lo apretaban con fuerza.
-¡Maldita sea!- grito y arrojo el pincel a la pared rompiéndolo
Eduardo dejó su paleta en el suelo y luego se levantó para tomar sus cabellos y comenzar a alborotarlos, las imágenes de sus muertes llegaban como perros hambrientos a un filete de carne y atacaban con la misma furia y rabia, apretó sus oídos para evitar escuchar la sinfonía bélica que reproducía su cabeza, se recargó en la pared y golpeó su cabeza contra esta, dio un fuerte grito de guerra y al levantarse, tomó el pincel por la parte de las cerdas y se volvió a sentar en su banco, levanto su paleta de colores y se forzó a pintar el rostro, con todos sus detalles, una sonrisa y los ojos saboreando el contenido del cazo, siguió con la otra, la otra, la otra y al terminar, su brazo perdió toda su fuerza, también lo hicieron sus demás huesos y cayo de espaldas al suelo desde donde miró el cuadro, las luces, la alegría del momento, la perspectivas, la posición, todo era una armonía, una bella armonía que le gustaba mirar una y otra vez, recordando los momentos de tranquilidad en el campo de batalla con felicidad, y con rabia los momentos mas horribles plantados en su mente hasta la raíz de su columna vertebral, algo con lo que tendría que vivir toda su vida, y con solo sus pinturas y los lienzos para expresar ese sentimiento interno.
-La psicóloga estará feliz… si, también Laura… lo estará- dijo y algunas lágrimas de sus ojos comenzaron a salir
Eduardo se levanto del suelo y no miró más el cuadro, solo fue hasta el baño y se ducho lo más rápido que pudo, pues la pintura embarrada en su cuerpo sería mucho más difícil de quitar al aroma del sudor, talló con fuerza y al salir de la regadera se miró en el espejo, la cicatriz de su hombro la recordaba con cariño, tuvo que dormir en el regazo de una de sus compañeras para evitar que se abriera la herida, también el rasguño en su abdomen, cuando casi pierde la vida en un combate cuerpo a cuerpo con un ruso, todo en él y su alrededor le despertaba un recuerdo, bueno o malo al final era un recuerdo que nunca le sentaba del todo bien, excepto el rostro de Laura, ese bello rostro le llenaba el alma de tranquilidad y esperanza, esperanza para seguir viviendo.
-Debo de apurarme o se me hará tarde- dijo y se apresuró para cambiarse