Locura Indemne

Capítulo 1: Vida

─¡Lía! ─gritó Rin

Me volteé y vi como la niña luchaba con la camisa de fuerza que nos habían puesto esos infelices luego de la última visita al “doctor”. Por favor, yo no tengo título y podía asegurar que lo último que trataban de hacer esos malditos era algo para mejorar nuestra salud. Regresé a la realidad al ver como Rin se dejaba caer al suelo llorando porque no se podía liberar. Lamentablemente había que darle crédito a los que nos vigilaban, pero no mucho, el premio mayor era para nosotras que los obligamos a que diseñaran nuevas camisas de fuerza.

─Rin respira ─Me arrodillé con la misma camisa que forzaba a mis brazos a estar cruzados en mi pecho y luego verse apresados en mi espalda con varios candados, limitando también los movimientos de mi cuello con una tela que parecía una horca apretando mi garganta… le doy la razón a Rin de llorar, pero me estaba comenzando a desesperar.

─Pero…pero. ¡No me puedo soltar! ─sollozaba mi hermana asustada por verse encarcelada en esa camisa del diablo.

Escuché como los guardias que estaban postrados a fuera de nuestra habitación se reían.

Impotentes” pensé con rencor. Manteniendo el equilibrio con mi pierna izquierda, de una patada cerré el acceso que les permitía escucharnos y con la boca terminé de asegurarla.

Pronto no se reirán hijos de…”

Con el ceño fruncido y la mandíbula tensa me giré y me acerqué a donde estaba Rin todavía llorando y la ayudé a pararse usando mi torso pues tenía las manos imposibilitadas en ese momento. La dirigí a mi litera y le indiqué que se volteará lo cual cumplió todavía sollozando.

Con mirada crítica evalué la parte de atrás de la camisa… a ver… las mangas tenían un nudo justo en donde terminaban las manos inmovilizando estas y las muñecas, la tela se extendía hacia arriba en donde se encontraba el primer candado, luego una de las mangas parecía bajar de tal manera que los brazos quedaran tensos y contraídos con ayuda del peso que ejercía el segundo candado diferente al primero, limitando los movimientos de tal manera que solo el torso se pudiera mover.

La manga que quedaba subía atando en el proceso el cuello y justo en la nuca estaba el tercer… candado… ¿Qué rayos era eso?

Cambié el ángulo con el que veía el candado, pero pues este parecía más bien una especie de nudo hecho de hierro forjado, el cual era lo bastante pesado como para aprisionar el cuello y mantener este hacia atrás, haciendo que toda la espalda este forzosamente derecha y el cuello casi asfixiado… ¡parece que los bastardos que dirigen el lugar al fin se decidieron a matarnos! ¡que maravilloso! Una sonrisa sádica apareció en mi cara mientras volteaba a Rin para ver el frente de la camisa.

Parece que inventaron algo nuevo… dos tiras se desprendían de la parte inferior de la camisa rodeando los muslos manteniéndolos tensos, pero menos que los brazos… esa cosa parecía estar diseñada para que al sentarnos tuviéramos una postura parecida a la de las frígidas del siglo XVIII.

Bueno no, perdón, no es que sean frígidas, pero pues su actitud y la personalidad que tenían y demostraban o por lo menos ante la sociedad dejaba mucho que desear…

En que estaba… ¡ah sí, la camisa! Pasé varios minutos pensando como rayos liberarnos de esas cosas, de por si tenerla puesta era horrible y el verla ni se diga.

─Atelia… me está comenzando a faltar… el aire ─escuché pronunciar a Rin de manera difícil… rayos como voy a… olvídenlo, la camisa parece compleja, pero es fácil desatarla.

─Mírame, trata de no perder mis movimientos ─Una sonrisa apareció en su cara al oír mis palabras.

—Al fin, sabía que no duraría mucho con ella puesta ─dijo Rina riendo sorpresivamente, cambiando por completo su actitud… a veces me pregunto que si al final este lugar le afectó o ella es así…

─Las cosas pueden ser difíciles, pero no imposibles ─Le dije con el rostro sereno era lo que más se podía asemejar a una sonrisa en estos momentos por mi parte. Después de todo estar en un manicomio no era precisamente agradable, más el hecho de tener esa cosa horrible envolviéndome no me hacia la persona más feliz del mundo.

Sin tardar le indiqué que saliera de la litera para poder comenzar, lo mejor sería que me ayudará, pero ella necesitaba aprender sola en caso de que se les ocurriera volver a ponernos en distintas habitaciones… aunque después de lo que paso la última vez dudo que lo intenten, pensé maliciosamente.

Con precisión enganché el nudo de hierro en un extremo de los barrotes de la litera, con fuerza tiré hacia abajo provocando que al ejercer repentinamente tal fuerza la tela que rodeaba el candado en la nuca se rompiera, liberando mi cuello del agarre; me aseguré que al momento de que cayera el candado pudiera atajarlo con una de mis manos incluso a través de la tela, luego colocando mi espalda contra la pared, me ayudé de esta para que el nudo encajará en el primer candado e hiciera las de llave, lo cual funciono rápidamente.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.