Locura Indemne

Capítulo 21: La furia de las estrellas

—Talos. Cuida de Rin

—Por favor. Cuida de mi hermana, sé que tú lo harás tan bien… como si fuera tu hija…

Una bella mujer de cabellos negros estaba parada en un hermoso jardín dedicándole una sonrisa llena de amor mientras las hojas de los árboles caían lentamente a su alrededor, creando una imagen hipnótica…

— ¡TALOOOOS!

Desperté sobresaltado de la pesadilla e inmediatamente comencé a forcejear contra los amarres que me sujetaban. ¡¿Dónde estaba Atelia?!

Luego de algunos minutos donde entendió que solo estaba gastando las energías, trato de calmarse y ver a su alrededor.

No iba a permitir que algo malo le pasará, si lo hacía nunca más podría verla a la cara. Ya de por sí se sentía mal al saber lo horrible que debió pasarla al estar nuevamente en ese lugar… solo esperaba que todavía quedará un atisbo de luz en su corazón y mente…

Pero ahora que pensaba y recordaba las cosas con más calma, ella parecía ser la misma cuando la volvió a ver a pesar de las cicatrices y el estado demacrado de su cara. Inmediatamente pudo notar como sus ojos se iluminaban y se tornaban de ese color azabache que tanto lo enloquecía.

Sin darse cuenta había comenzado a sonreír como un tonto, pero despertó de su ensoñación al recordar dos hechos muy relevantes.

El primero, que Lía estaba desaparecida (otra vez); y el segundo, que ni él mismo sabía dónde se encontraba.

Solo sabía que era un cuarto oscuro cerrado, pues no sentía ninguna corriente de aire y a pesar de la oscuridad se sentía enclaustrado. Sentimiento que aumentaba al estar atado de manos y piernas…

Un sudor frío recorrió su nuca al recordar ciertas películas que había visto… detestaba en estos momentos ser un aficionado al cine de terror y suspenso…

***

Una gran bocanada de aire entró a sus pulmones cuando reaccionó bruscamente comenzando a toser y a temblar. Tardo algunos minutos en poder recuperar el control de su cuerpo y cuando lo logró vio a Marcos mover impaciente su pierna entre tanto sostenía un balde vacío.

—Finalmente, ¿qué tanto estabas haciendo allá dentro? —preguntó hastiado el demonio. Atelia solo pudo temblar al sentir frío en su cuerpo, el condenado la había mojado con agua fría cuando todavía estaba inconsciente.

—Infeliz —pronunció con los ojos vidriosos al recordar la muerte de su padre.

—Ay ¿no me digas que estás enojada por eso? —interrogó burlonamente el Deloxaky viendo lascivamente el cuerpo que se transparentaba a través de las telas mojadas.

— ¿Y qué quieres, que este feliz? —rebatió Atelia con el ceño fruncido y con el odio creciendo en su interior al saber todo el daño que ese hombre le habría provocado a su familia y también lo que todavía era capaz de hacer. Una sonrisa maliciosa apareció en la cara de Marcos y a pasos felinos se acercó a la chica hasta que sus pechos se rozaron. Sujetó sus cachetes en contra de la protesta muda y levantó su cara para verla directo a los ojos.

—Tal vez, pues yo sí lo estoy. ¿No te diste cuenta todavía? Ahora puedo tocarte —dijo el Deloxaky provocando confusión en Atelia hasta que esta finalmente entendió a qué se refería, apareciendo una mirada de pánico en sus ojos.

— ¿Co-cómo es que tú…

—Matías uso aquel día un hechizo que creaba una barrera sobre el alma de la persona elegida y esta se vuelve impenetrable e infalible cuando un poder mágico puro reside en ella, repeliendo cualquier intento ajeno por dañar a esa persona, llegando incluso a protegerla del mínimo contacto con un ser de intenciones… negativas. Esa maldita barrera frustró por mucho tiempo mis planes y de no ser por ese bastardo yo ya habría obtenido la llave de la destrucción —pronunció el hombre con el rencor marcado en su voz y momentos después una sonrisa escalofriante, parecida a la que tenía en aquel “recuerdo”, se plasmó en su cara.

» Uno de los motivos principales del porqué te interné en ese manicomio fue debido a que necesitaba que la pureza de tu poder se oscureciera y de esa manera la barrera se debilitará lo suficiente al poco a poco opacarse los sentimientos que protegió en primer lugar, y así hasta que finalmente… se desvaneciera.

Atelia cavilaba intensamente las palabras del Deloxaky sintiéndose abrumada por todo lo que estaba ocurriendo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.