Locura Indemne

Epílogo

Lejanamente escuchaba un constante pitido de algo que no podía identificar… al igual que no podía identificar, quién era.

En el momento que esa pregunta había abordado su sistema, un inmenso mar blanco había ocupado sus pensamientos y entre idas y venidas había alcanzado a ver una hermosa aldea rodeada por un bosque; nadie la ayudo, pero pudo presenciar todo lo que ocurrió en el lugar. También alcanzó a ver una bella cabaña rodeada de un aura que le transmitía mucha alegría y seguridad…

Sabía que el tiempo estaba pasando mientras intentaba capturar un hilo que constantemente se le escapaba y que alguien siempre se llevaba. A veces era una niña de ojos azules y otras una mujer de ojos dorados, aunque a veces cambiaban de guardia y aparecían una chica de cabello blanco y un hombre de ojos rojos…

Finalmente lo pudo capturar cuando un chico de ojos castaños como la caoba a la luz del fuego apareció con una sonrisa hechizante y en ese momento, fue que fue plenamente consciente del constante pitido que escuchaba a todas horas.

Tosió un par de veces provocando que todo su pecho se sacudiera. Un quejido escapó de su boca y con mucho esfuerzo trato de abrir sus ojos. Miro a su alrededor confundida sin poder identificar el lugar… pero una mirada a su derecha le permitió ver el aparto que producía ese constante sonido.

Arrugó el ceño al no saber que era y todavía bastante confundida intentó sentarse, pero la rigidez que sometía a su cuerpo se lo impidió.

— ¿Qué rayos? —siseó cuando entendió que le habían dado una buena paliza. Giro su cuello de lado a lado provocando que sonará por el entumecimiento y con los ojos entrecerrados por la gran luminiscencia del sitio, vio a su alrededor…

—Estoy… ¿en un hospital? —pronunció como pudo notando rápidamente lo seco de su garganta. A su derecho hallo una jarra llena del divino liquido conocido como agua y con todas las fuerzas que tenía (que no eran muchas, a decir verdad) se sentó en la camilla y se sirvió un buen vaso que bebió apurada.

Cuando lo termino cayó en la cuenta de su estado y como un flash los últimos momentos vividos por ella acudieron a su mente, pero… ¿cómo había llegado ahí?

—Ay Dios… ¿no me digas que todo eso fue un sueño? —musito Atelia para sí misma temerosa, recordando contra su voluntad en qué consistía el proyecto Alternativa de la Realidad.

—No querida, todo fue muy real. Lo que si te digo es que estuviste cerca de no despertar —pronunció una voz a su lado. Bruscamente tiró la cortina que obstruía la vista hacia la otra cama y se encontró con nada más y nada menos que con Lúa, quien estaba leyendo tranquilamente una revista de chismes.

— ¿Lúa?

—Sip, ¿a quién esperabas sino? ¿al diablo? —interrogó jocosa la chica dejando ver una amplia sonrisa entre tanto se ladeaba para ver a su hermana.

—Ja, ja, ja, no, pero luego de lo que pase no me sorprendería —respondió Atelia volviendo a recostarse con cuidado en la camilla. La chica tenía todo el cuerpo envuelto con vendas y gasas cosa que le sorprendía un poco, ¿tan herida había resultado después de la batalla?

» ¿Intentaron momificarme mientras estaba dormida? —bromeó, pero sorpresivamente la cara de Lúa se tornó profundamente seria.

—Lía… estuviste en coma por un poco más de tres meses —declaró.

— ¡¿QUÉ?! —exclamó la pelinegra incorporándose de la cama, pero rápidamente se arrepintió al sentir la potente protesta que emitió su cuerpo y entre quejidos se volvió a acostar.

—Ya me escuchaste bien, a pesar de lo mal que estamos sé que tu oído no se ha dañado —respondió Lúa socarrona viendo a la chica—… Juramos que ya no volverías a despertar… y si lo hacías creímos que tal vez tendrías amnesia, estarías muda o con alguna incapacidad, o…

—Pues, ya ves que ninguna es el caso —interrumpió secamente la Séfolun—… ¿Cómo estás tú? —pregunto al recordar todo lo que había pasado en el manicomio y también rememorar vagamente que le habían dado un balazo a la peliblanco.

—Bah, sigo igual que siempre. Sabes muy bien que soy bastante resistente, además, mientras tú flojeabas yo tuve tiempo de recomponerme —desestimó Lúa viendo por el gran ventanal que iluminaba la habitación. Una rápida mirada a su cuerpo le confirmó eso, la chica tenía apenas unos cuantos cortes en sus brazos y solo se notaban una que otra venda o curita en su cuerpo o cara…

Atelia se volvió a recostar colocando sus brazos debajo de su cabeza a modo de almohada.

—Si, lo sé. Todavía recuerdo que en tus entrenamientos y batallas no importaba la magnitud de tus heridas, a más tardar de una semana ya tenías suficientes fuerzas para cargarte un ejército tu sola —dijo distraídamente Lía.

— ¿Qué…? —musitó en shock Lúa sin comprender del todo sus palabras.




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