Morgana suspiró y se recostó en la cama de su habitación en Baikal. No le habían permitido estar presente en el proceso de desencarnación de Lug, lo que significaba que, a pesar de que hubiera asegurado lo contrario, Merianis no confiaba del todo en ella. No podía culparla, no después de la incompleta confesión que le había hecho sobre sus pecados. Morgana se preguntó hasta dónde sospechaba Merianis que la ex-reina de las hadas escondía un secreto que aún no había revelado.
Sus cavilaciones se vieron interrumpidas por la abrupta intrusión de Clarisa en su habitación, quien entró intempestivamente y sin permiso, cerrando bruscamente la puerta tras de sí.
—Clarisa, ¿qué…? —Morgana no alcanzó a terminar la frase.
Clarisa azotó un libro antiguo de tapas verdes sobre la pequeña mesita que estaba a la derecha de la cama:
—Tienes mucho que explicar —le exigió con furia apenas contenida.
—¿De dónde sacasteis…? ¿Cómo…?
—Te seguí allá en Avalon, te vi enterrar el libro en uno de los jardines —contestó la otra—. ¿Creíste que me quedaría tranquila y no preguntaría nada al respecto? —le espetó.
—No teníais derecho —la reprendió Morgana—. Ese libro contiene conocimientos de las de mi especie que no os conciernen.
—¿Por qué? ¿Porque revela que nos has estado mintiendo todo este tiempo? —le escupió Clarisa.
Morgana se estremeció ante el enojo de Clarisa. Vislumbró en sus ojos que su amistad se había quebrado y que el Ojo Azul ya no tenía intenciones de protegerla ni de dejar pasar la flagrante traición que había descubierto en el libro verde.
—Háblame del altar sacrificial —le ordenó Clarisa con severidad—. Quiero escucharlo de tus labios.
—De acuerdo —suspiró Morgana—, de acuerdo —se rindió—. ¿Saben los demás de esto?
—¿Es eso lo que más te importa saber? ¿Si te delaté a los demás? No, no lo hice. Quería confrontarte primero, darte la oportunidad de explicarte —respondió el Ojo Azul.
—Gracias —asintió Morgana.
—Dime lo que quiero saber —volvió a exigir Clarisa.
—Habéis tenido este libro en vuestra posesión desde Avalon, ¿por qué esperasteis hasta ahora para…?
—No sigas tratando de desviar la respuesta, Morgana —le advirtió Clarisa.
—Respondedme, Clarisa —reiteró el hada con suavidad—. ¿Por qué ahora?
—Como tu mente es retorcida y traicionera, piensas que la mía también lo es —dijo Clarisa con tono desdeñoso—, pero todo lo que siempre he querido ha sido protegerte, nada más. Si no te confronté antes, fue porque con todo lo que ha estado aconteciendo, no había tenido oportunidad de leer todo el contenido del libro. Aun cuando entendí que tu traición era clara al leer apenas unas pocas páginas, decidí darte el beneficio de la duda, leer hasta el final en busca de una explicación plausible, algo que te exonerara.
—Pero no encontrasteis nada —adivinó Morgana.
—No —respondió Clarisa con el rostro ensombrecido.
—Y aún así, deseáis que os lo explique, que trate de justificar mis acciones… Gracias, Clarisa, gracias por darme esta oportunidad.
—Habla, Morgana. Mi paciencia tiene límites —le retrucó Clarisa con tono amargo.
Morgana suspiró y comenzó su relato con voz queda:
—Como ya sabéis, mi unión con la Tríada disgustó profundamente a Avalon y fui repudiada y exiliada. Pero el puesto de reina entre las de mi raza es hasta la muerte, y mi exilio dejó a Avalon acéfalo. Aún cuando logré separarme de la Tríada, Avalon no volvió a acogerme, por el contrario, decidieron ejecutar el antiguo ritual de Tanafree. Es un ritual que no se ha llevado a cabo en miles de años y requiere el voto unánime de todas las hadas de la comunidad.
—Por eso construyeron el altar sacrificial —dedujo Clarisa.
—Sí, pretendían sacrificar mi vida para hacer aparecer el Ojo Verde y así poder elegir nueva reina. Estaban en su derecho, pero yo no estaba dispuesta a morir. Lorcaster se aprovechó de mi situación y me ofreció modificar mi sangre para tener un vínculo con la Tríada in absentia.
—¿Qué significa eso?
—Que podía usar los poderes adquiridos con la Tríada para defenderme, sin estar realmente sujeta a Nemain o a Macha, pues ellas estaban en el Círculo, con sus memorias anuladas y sus poderes reducidos. Así fue como pude crear a mi salvaguarda: Emilia Morgan. Pero las cosas no salieron como esperaba: Nemain regresó, me encontró y tomó el control de mi mente y de mi cuerpo, y entre las atrocidades que me hizo cometer, forzó mi mano para arrasar con Avalon.
—¿Sabía Darien que el que había contaminado tu sangre era Lorcaster y no Nemain?
—Sí —admitió Morgana.
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Editado: 11.12.2019