—¿Y cómo se siente en el Círculo, Sandoval? —le preguntó Lug.
—Fantásticamente. Por fin me siento realmente útil otra vez —contestó Sandoval con entusiasmo.
—Me está ayudando mucho con la organización de los hospitales que quiero fundar en los distintos poblados —explicó Rory.
—Rory quiere crear hospitales escuela —intervino Sandoval—, y yo sé mucho de eso pues estuve trabajando en uno como jefe de residentes por varios años.
—Sus ideas son muy prácticas e innovadoras —agregó Rory.
—Me alegro de que puedan trabajar bien juntos —los felicitó Lug—. ¿Qué hay de ti, Bruno? —se volvió hacia el detective, que se había mantenido al margen a un costado de la galería durante todas las conversaciones.
—Tu hijo me presentó a Julián, el jefe de seguridad —dijo Bruno—. Me ofreció un puesto entre sus guardias, pero creo que mis talentos estarían mejor empleados dirigiendo su red de espionaje.
—¿Julián tiene una red de espionaje? —se volvió Lug hacia Alaris.
—Mensajeros, una red de mensajeros —aclaró Alaris un poco incómodo.
—Sí, oficialmente son mensajeros —siguió Bruno—, pero son telépatas, y Julián los ha estado entrenando para que hagan averiguaciones que van más allá de un simple servicio de mensajería.
—No es una mala idea, Lug. Los mensajeros de Julián nos han sido muy útiles en estos últimos tiempos —intercedió Alaris.
—No me parece mala idea —aclaró Lug—, solo me sorprendió, es todo.
—El problema es que varios de ellos han desaparecido, tal vez capturados —explicó Bruno—, yo puedo ayudar a encontrarlos y de paso entrenarlos para que aprendan a protegerse y no se expongan tanto a sus blancos.
—Entiendo —asintió Lug—. Hablaré con Julián para que acepte tu propuesta de trabajar en el asunto.
—Gracias.
—Bueno, creo que ya es hora de que los dejemos un rato tranquilos —dijo Nora—. Los hemos estado atosigando demasiado y necesitan descansar y prepararse para la fiesta de bienvenida de esta noche. Me aseguraré de que sea un evento realmente especial, Lug.
—Gracias, Nora —respondió él.
—Tendré que hablar con Maira, hay mucho que organizar. Maira y yo hemos estado trabajando mucho con la introducción de nuevas comidas en el comedor. Nunca había visto a una persona tan interesada en mis viejas recetas. Para ella todo es nuevo y fascinante, y yo estoy aprendiendo mucho también de las combinaciones de ingredientes que acostumbran a usar en el Círculo. El intercambio culinario es tan importante como el literario —expuso Nora, mirando de soslayo a Mercuccio.
—Ya lo creo —concedió Lug—. ¿Planeas cocinar alguna de mis comidas favoritas para esta noche?
—Por supuesto, querido, pídeme lo que quieras.
—¿Tu budín de zapallo relleno con queso y vegetales?
—Hecho —prometió Nora.
—¿Y flan de vainilla? Extraño el flan de vainilla —rogó Lug, esperando que no fuera mucho pedir.
—Oh, mi querido, eres muy fácil de complacer —le sonrió ella.
Nora siguió parloteando sobre sus planes para la fiesta y la atención de Lug se vio captada por Julián, Llewelyn, Lyanna y Augusto, que se habían apartado discretamente del grupo y conversaban de algo que Lug no alcanzaba a escuchar. Lug observó que Augusto tenía a Lyanna abrazada de la cintura y que ella se inclinaba hacia él, disfrutando de forma obvia su contacto. Se alegró de que las cosas estuvieran bien entre ellos dos otra vez. Augusto había estado muy preocupado después de que Lyanna lo rechazara y lo acusara de haberla dejado por Clarisa. Pero la alegría de Lug no duró mucho a este respecto. Julián y Llewelyn le explicaban algo a Lyanna con rostros graves. Ella escuchaba atentamente y cuando los otros terminaron de hablar, dio una respuesta que provocó que Augusto explotara enojado. Lo que siguió fue una agria discusión entre Lyanna y Augusto, quién meneaba la cabeza en negación a todos los intentos de ella por convencerlo de algo.
—Discúlpenme —dijo Lug a Nora y a los demás—. Acabo de recordar que tengo algo importante que decirle a mi hija.
—Claro, claro —asintieron sus amigos.
Lug se acercó con pasos rápidos al grupo de Lyanna. Ellos se callaron de inmediato al verlo venir.
—¿Todo está bien? —inquirió Lug.
Los tres muchachos bajaron la vista y evitaron la mirada de Lug, pero Lyanna no se amilanó ante la presencia de su padre:
—Todo está bien, papá —le aseguró—. Tengo algo que hacer, pero volveré para la cena de bienvenida, lo prometo —le dio un beso en la mejilla.
Y sin más, Lyanna desapareció de la galería sin dejar rastros. Lug arrugó el entrecejo con preocupación y se volvió a los otros tres:
—Muy bien, ¿quién de ustedes va a dignarse a decirme lo que está pasando? —exigió.
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Editado: 11.12.2019