El día más esperado para muchas mujeres llegó. Sábado, 14 de febrero de 2015. Estaba contenta porque iba a hacer una cena especial para Abiel. Faltaba poco para que hiciera acto de presencia. Cuando escuché el timbre salí en dirección a la puerta.
—¿Dejaste la llave? —pregunté abriendo con una amplia sonrisa, sonrisa que se quebró al ver a Melinda.
—¿Puedo pasar? —preguntó con su sonrisa fingida.
—No puedes —dije haciendo un ademán de cerrar la puerta cuando ella la detuvo.
—Espera. Solamente vengo a darte tu regalo de San Valentín.
Alcé ambas cejas cuando me entregó un sobre. Ella aprovechó la distracción para entrar a la casa.
—Una casa muy linda. ¡Quién lo diría! —dijo contemplando el lugar.
—¿Cómo sabes dónde vivo? —pregunté con recelo.
—Ya sabía lo de tu sorpresa. Abiel me lo dijo cuando nos encontramos la primera vez —hizo una pausa y esas palabras fueron como una roca de hielo que habían lanzado contra mí. Abiel la había visto antes y lo peor, conocía la casa primero que yo. Eso dolió —. Pero abre tu regalo —dijo totalmente entusiasmada.
De Melinda no me esperaba nada bueno y algo me decía que no me iba a gustar su "regalo".
Decidí abrirlo y dentro del sobre, había unas fotos. Desde que vi la primera un nudo en mi garganta se formó. Dejé caer todas las fotos sin llegar a ver las otras. Cuando cayeron en el suelo mi vista fue hasta ellas viendo las demás fotos de ella y de Abiel besándose. Mis ojos se nublaron. No podía creer que al final mis compañeras tenían razón. Sin embargo, no iba a llorar delante de ella.
—Está es una de mis favoritas —dijo con una amplia sonrisa mostrándome una de las fotos donde Abiel la besaba.
—¡Fuera de mi casa! —grité y me acerqué hasta ella pegándole la palma de mi mano contra su mejilla.
Soltó una carcajada mientras se acariciaba el rostro adolorido.
—¿Creíste que Abiel te amaba? Por favor. Si no tienes nada que ofrecerle. En cambio, yo —volvió a reírse.
—He dicho fuera —sujeté fuerte su brazo para que saliera de mi casa. Ella se soltó bruscamente.
—No me toques. Conozco la salida
Dicho eso se fue. Me derrumbé en el suelo y empecé a darle golpes. No podía creer que Abiel me hiciera eso. Era fuerte el dolor que sentía que mi corazón iba a detenerse. Fui una ilusa al confiar en él. Sí, definitivamente me había quemado.
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Cuando Abiel llegó con un ramo de flores y bombones empezó a llamarme. Al ver que no respondí, me buscó por cada rincón. Cuando se acercó a la mesa del comedor, vio las fotos y maldijo por lo bajo. En ese mismo momento aparecí detrás de él a una gran distancia prudente.
Cuando se giró, me miró y notó mis ojos rojos e hinchados.
—Puedo explicarlo —soltó inmediatamente.
—No quiero escucharte —dije en seco.
Entró por la puerta una gran brisa. Al parecer iba a llover, en ese momento un ruido de un gran trueno me asustó soltando un grito e inmediatamente la luz se fue. Aproveché para salir hacia la calle.
—Fior, espera —gritó persiguiéndome.
—No quiero saber de ti —grité más enfadada que nunca.
Él me sostuvo del codo para impedirme ir.
—No puedes irte sin antes escucharme. Por favor, no me dejes —suplicó dándome un beso e inmediatamente le mordí su labio hasta hacerle sangre. Se apartó de mí revisando su labio.
—Ahórrate tus mentiras —escupí las palabras con gran dolor y aproveché un taxi para alejarme de él.
No sabía hacia donde ir, pero cualquier lugar lejos de Abiel era buen sitio. Mis ojos volvieron a llenarse de lágrimas.
Este dolor me estaba matando.
Algo bueno no podía salir despues de ese beso u.u
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Editado: 28.08.2021