La casa está hecha un desastre, estoy en frente de todo el desorden intentado buscarle una explicación a todo esto.
Gritos susurros, doñas que se miran unas a otras buscando una respuesta.
O puede que lo último solo sean imaginaciones mias. Pero lo que su es real es la chica rubia que hay en medio de todo el desorden
Ni de coña
Se suponía que venían por la noche no ahora, son ganas de sufrir a lo tonto
El dolor que había menguado gracias a la pastilla de Pandora ha vuelto a florecer, su estúpida voz sigue retumbando por toda la casa.
Tobías esta enterado de esto? Y si es así por qué no me ha dicho nada.
Dios mío, solo espero que a nadie se le haya ocurrido mover algo de mi habitación porque ahí si que me voy a molestar.
Con un poco de suerte no se habrá percatado de mi presencia y podré subir a mí habitación sin hacer el menor ruido posible.
Con cuidado y entre los escombros voy pasando detrás de ella.
Juraría que no estoy haciendo nada de ruido. Sigilosamente me voy acercando a la escalera.
Voy a subir un peldaño y...
— tú, es que no piensas ayudar?
Me paro en seco en frente de los peldaños.
— paso.
— no era una pregunta, acabo de venir a esta casa y ya está todo por los suelos. Es que aquí no limpiais.
— si no te gusta como mantenemos el orden eres libre de irte a tu puta casa.
Digo señalando la puerta.
— me estás echando? - dice Micaela retándome.
— chicas chicas... Haya paz.
Sam llega a nosotras con las manos en alto, despacio y con cuidado por si fuéramos a saltarle al cuello.
— Judith, tu puedes irte a tu habitación mientras Micaela asienta sus maletas.
— no es justo que ella siempre se libre de sus ocupaciones, tenemos que ayudar todos a preparar la bienvenida.
Paso de seguir escuchándolos y me vuelvo a dirigir a las escaleras.
— Judith deja de ser tan cria y ayuda.- para de hablar al ver que no la contesto.— la fiesta nos favorece a todos así que mueve el culo hacia aquí y ayuda.
No la contesto, lo único que hago es subir mi mando arriba de mi cabeza sacando el dedo del medio.
— eres una niñata- me grita Micaela cuando termino de subir las escaleras.
Recorro el pasillo y llego a mi cuarto, nada más entrar me tumbo en la cama.
Dios que horror, se mete en casa unas horas y lo deja todo patas arriba, creyéndose la reina de cada sitio al que va.
Ha pasado un año desde que no la veo, y como siempre cada vez que viene hacemos una fiesta de bienvenida, en la que invitamos a todos los altos mandos de las centrales de América.
Fiesta que yo me pierdo desde que tengo 14 años.
Cuando teníamos 12 solíamos pasar bastante tiempo marco, Sam, Nicolás ella y yo.
Nos lo pasábamos bien, íbamos de acampada los domingos con el padre de Micaela.
Algunos findes de semana dormíamos en la casa de Nicolás y espiábamos a los muchos amantes de su madre. Claro está que cuando el padre de Nicolás, el estirado señor Richard se enteró no le hizo mucha gracia que no le dijéramos nada.
Nicolas lleva desde entonces sin ver a su padre, algunas veces le llama para eventos importantes como su cumpleaños o noche buena pero poco más.
Cuando Micaela cumplió 12 se la llevaron a irlanda para que pasara tiempo con la familia de su padre
Estuvo dos años sin venir a vernos, nada de llamadas ni de visitas.
En algún momento de nuestra vida llegamos a pensar que nunca volvería pero no.
Cuando volvió, su pelo el cual antes era castaño se volvió rubio y sus ojos adquirieron un brillo que yo juraría que no había visto en mi vida.
Y ni hablar del rostro impecable, sin rastro del acne que antes llenaba su cara de puntitos rojos y negros.
Nunca la había considerado fea pero era inevitable observar el gran cambio que había dado.
Volviendo a la realidad ahora tengo que esperar en mi cuarto hasta que llegue el almuerzo y luego volver a esperar a la cena y hacer eso todos los días hasta que la marquesita se vaya. Aunque bueno, siempre puedo escaparme algún día de casa para ir a alguna discoteca.
Estar sin trabajar es un asco, estoy deseando que se le pase la rabieta a Tobías y me vuelva a meter en su ejército.
Las medallas no se han ganado solas, y me ha costado mucho esfuerzo y tiempo conseguirlas.
— señorita, la comida está lista. Quieres que te suba el plato a tu pieza?
— no hace falta gracias.
Anaís siempre ha sido agradable con todo el mundo, supongo que será por eso que Tobías la contrato.
Es la única mujer en todo el mundo que le soporta a día de hoy .
Es mayor y tiene el pelo canoso, a pesar de su edad sigue manteniendo ese aspecto jovial que la caracteriza tanto.
Tiene dos hijos mayores que yo, y creo que es viuda o algo así ya que por mas que le pregunto nunca habla de su marido.
Solo se que uno de sus hijos es pelirrojo y del otro la verdad es que no habla mucho.
Anaís se aparta de la puerta dejándome pasar y cuando paso por si lado me pone un brazo en el hombro.
— son solo dos semanas, compórtate e intentaré que Tobías reconsidere lo de ti reinserción.
Ay dios, esta mujer es oro bendito.
— compórtate bien, y no salgas estos días si ve que te has centrado no tendrá ningún problema en meterte de nuevo.
— gracias te debo una.
Bajo las escaleras con pasimonia deseando que cuando llegue a la mesa Micaela no esté en ella. Pero no. Claro que está ahí como no iba a estarlo.
Maldita estirada, no tenía otro sitio donde...
— Judith qué bueno volver a verte.- me dice la madre de Micaela.
— Micaela estás sentada en mi sitio.— digo ignorando a Tatiana.
Ella rueda los ojos— no estarás hablando en serio.
— claro que hablo en serio.
— bueno, no pasa nada porque te sientes un día en otro sitio, verdad Judith.- interviene Sam.
— claro que no. —Contesto con la sonrisa más falsa que puedo poner.