Capítulo 02.
TRISTAN HELLIWELL
Tristan comenzó a bailar con felicidad al lograr cambiar su pasaje a Londres exitosamente. Ahora podría llegar varios días antes y lograr hablar con Eleanor y convencerla de casarse con él en lugar del tal Federico Simone.
Ella recordaría los hermosos momentos que pasaron juntos en sus primeros años de universidad y entonces volvería corriendo a sus brazos y serían felices para siempre.
Era un plan sencillo y nada podría salir mal.
Tomó su tableta y siguió dibujando la novela gráfica que se encontraba en proceso de ilustración. Tenía la radio encendida, así que mientras se enfocaba en su trabajo, movía la cabeza al ritmo de la música. Ahora estaba más contento, por lo que sintió que sus dibujos estaban saliendo mejor que nunca. Eleanor era su inspiración.
Si bien él había sido el creador del grupo de Facebook, eso no quería decir que realmente la odiara. Claro que no, él la seguía amando. Ese grupo había sido creado en un arranque de enojo, y aunque dio frutos al conocer a cuatro hombres que rápidamente se convirtieron en sus amigos, no representaba lo que sentía por Eleanor.
De repente, Como yo nadie te ha amado de Bon Jovi comenzó a sonar en la radio.
—Dicen que la vida, baby, no es como la ves. Para aprender, hay que caer. Para ganar, hay que perder. Lo di todo por ti… —cantaba Tristan al unísono de la radio de la camioneta—. Lloré y lloré, y juré que no iba a perderte. Traté y traté de negar este amor tantas veces, baby. Si mis lagrimas fueron en vano, si al final yo te amé demasiado, como yo, como yo nadie te ha amado.
Eleanor reía mientras él la hacía girar, fingiendo un vals mal bailado en medio de la calle. Tristan sabía que cantaba horrible, más aún en español, pero ver a su novia reír era lo mejor que podía pedir.
Se sentaron en el pickup de la camioneta para observar el atardecer. Tristan puso su brazo derecho alrededor de Eleanor, atrayéndola hacia él. El cielo pronto se tiñó de colores anaranjados y rosados, con el sol ocultándose lentamente.
—Desearía que pudiésemos quedarnos así por siempre —suspiró Eleanor, entrelazando su mano con la que Tristan mantenía desocupada. Él la observó, apreciando cada detalle de su rostro.
—¿Y quien dice que no podemos?
—Tienes razón.
—¿Por qué demonios pasaste de la felicidad extrema a la miseria? —le preguntó Colby mirándolo extrañado desde la silla giratoria del lado. Tristan era un sujeto alegre, nunca lo había visto triste.
—El amor, hermano —le respondió apagando la radio y haciendo desaparecer la voz de Bon Jovi. —Esta canción se la cantaba a mi exnovia.
—Vaya.
—Y ahora se va a casar con otro.
—Oh.
—Me invitó a su matrimonio, así que la iré a recuperar.
—Bien por ti.
—Y luego nos casaremos en Australia y nos vendremos a vivir aquí, en Nueva York. Ella soñaba con vivir en esta ciudad, decía que era una ciudad muy romántica.
—Tristan, no pedí por detalles —le reclamó Colby—. Ahora deberíamos terminar este capítulo y así podremos irnos pronto a casa.
Tristan rodó los ojos y se dispuso a dibujar, ignorando la aburrida oficina gris que sólo tenía color por los llamativos posters que los mismos ilustradores pegaban para intentar encender el monótono lugar.
Colby era su compañero de casa desde hace un mes, cuando llegó a la editorial donde Tristan trabajaba y se convirtió en su compañero de cubículo. Colby necesitaba un lugar donde vivir más barato y a Tristan le sobraba una habitación en su apartamento, así que se lo ofreció.
Pero nunca se imaginó que Colby era tan gruñón.
Se encontraban ilustrando dos cuentos de una popular escritora infantil. En el que Tristan estaba trabajando contaba la historia de Rainbow, una princesa con el sueño de construir su propio castillo sobre la colina más grande del reino, pero antes debía cruzar un gran río y atravesar obstáculos inesperados.
Según la autora, Rainbow tenía cabello rubio y ojos azules, por lo que Tristan estaba luchando por no pensar en Eleanor a cada segundo. Sin quererlo, la caricatura de Rainbow tenía una ligera semejanza a la mujer de sus sueños, pero no había nada que hacer más que seguir con ello.
En el metro, cuando ya iba camino a casa luego de su larga jornada laboral, se puso sus audífonos para escuchar música e ignorar a Colby. Este iba leyendo, así que tampoco le importó mucho. Recostó su cabeza sobre la ventana y cerró los ojos para descansar un poco.
Cuando el sol se terminó de esconder, Tristan llevó a Eleanor hasta su dormitorio. Ella vivía en la residencia de la universidad, porque contrario a él, venía de otro estado. Eleanor era de Massachussets y él de ahí, de Providence, Rhode Island.
Conducía despacio, porque no quería llegar tan rápido y separarse de ella. Cuando estacionó su camioneta, Eleanor se bajó de un salto y a través de la ventanilla de Tristan, lo besó cortamente.
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Editado: 19.08.2021