Capítulo 10.
BLAKE MARSDEN.
Esa mañana, Blake se había despertado muy temprano.
Se sentía nervioso, muy nervioso. Había ido a correr apenas el sol comenzó a salir, recorrió gran parte de la costa mientras escuchaba a través de sus audífonos algo de Bon Jovi, la banda favorita de Eleanor. Ella era la única que ocupaba su cabeza aquellos días.
Tuvo que detenerse un momento a descansar, y su vista se enfocó en el mar. A lo lejos, podía ver algunos yates, y entre ellos, debía estar el suyo y los de su padre. Gran parte de sus citas con Eleanor ocurrieron ahí, múltiples veces por petición de ella, le encantaba sentir la brisa marina chocando contra su rostro.
Blake suspiró con frustración, y segundos después, comenzó a correr de vuelta a su departamento. Además, se sentía solo.
Odiaba todo sobre la situación en la que se encontraba, estaba destrozado. No podía contar con los dedos de sus manos las veces en las que se había dormido llorando, él realmente amaba a Eleanor con toda su alma. Para él, esto no era un juego de niños, esto determinaba qué curso tomaría su vida.
Odiaba a Eleanor también, ¿por qué diablos los había invitado a su boda? ¿Qué quería lograr con eso? ¿Que todos llegaran felices de la vida a celebrar que ella se casaría? Porquerías. Ninguno de los cinco estaba contento al respecto, pero Blake estaba furioso; con ella, con su maldito prometido, y con él mismo.
Debió haber luchado por ella. Debió seguirla cuando ella regresó a Londres. Debió arriesgarse en lugar de aferrarse a Los Ángeles.
Para cuando volvió a su departamento, ya era casi mediodía.
—Mierda —murmuró Blake cuando cerró la puerta principal, asustado al ver de sorpresa a su hermano mayor, Robert—. ¿Qué haces aquí?
—Un ‘hola hermano’ hubiera estado bien —bromeó Robert, sentado en el sillón de la sala de estar—. Vengo a revisar que estés bien. Mamá dijo que quizás necesitabas una charla.
—¿Yo? ¿Por qué? —Blake dejó las llaves sobre una mesa pequeña y se fue a la cocina mientras Robert lo seguía, donde abrió el refrigerador y sacó una botella de agua que bebió casi completamente.
—Dijo que estabas muy solitario.
—Mm… Nop, no lo creo.
—Blake…— murmuró Robert en tono de reproche—. Te conozco, estás mal. Triste.
—¿Triste? ¿Por qué? ¿Puede ser porque la mujer que amo se va a casar con otro? —preguntó Blake con ironía. La botella de agua se contrajo por lo fuerte que su mano la apretaba.
—No necesitas responderme así.
—¿Entonces qué quieres? Sí, estoy malditamente enojado, frustrado, triste. Eleanor va a comprometer toda su vida a un imbécil que, quizás, no la merece —confesó, lanzando la botella al lavaplatos.
—Deberías calmarte. Piensa bien en lo que estás haciendo. Como tu dices, quizás él no la merezca, pero quizás sí. Quizás es un gran hombre, que la hace feliz —Robert intentó hacerlo entrar en razón.
—¿Qué la hace feliz? ¿Y qué hay de mí? Ella no pensó en mi felicidad cuando envió esa estúpida invitación —soltó caminando por el departamento con Robert siguiéndolo, hasta que llegaron al balcón.
—A ti y a otros cuatro hombres.
—Sí, pero ellos no la aman de verdad —Blake se apoyó sobre el barandal y llevó sus manos a la cabeza, desordenando su cabello con molestia—. Ellos están cegados por su orgullo, porque ella pudo seguir adelante y ellos no pueden mantener una novia por más de un mes. Yo la amo. Fui su último novio antes de que conociera a ese imbécil.
Robert mantuvo la mirada sobre su hermano. Él conocía ese sentimiento, el de sentirse perdido, solitario, sin saber qué mierda hacer el día de mañana. Blake mantuvo su vista al frente, enfocada al mar.
—Dios, le di todo de mí. Le ofrecí el mundo con tal de que se quedara a mi lado… ella decidió ir a conquistar su destino, sin miedo, valiente. ¿Y yo? Me quedé aquí, como un cobarde. Rompió mi corazón en más de dos piezas y fue totalmente mi culpa. Yo se lo permití.
—Blake —murmuró Robert, apoyando su mano en la espalda de Blake, como consuelo—. Déjala ir. Sé que la amas, pero esto se terminó. Ella va a casarse con el hombre de su vida y no va a mirar atrás por ti, ni por nadie. Va a doler, te va a doler como el demonio verla vestida de blanco, caminando hasta el hombre que la hace feliz, pero será sólo por un momento. Luego, todo va a estar bien. Y cuando encuentres a la mujer de tu vida, vas a reírte de esto. Vas a mirar estos momentos como obstáculos que el destino te puso para sacar la mejor versión de ti mismo.
En sus pensamientos, Blake rogó para que las palabras de su hermano se convirtiesen en realidad. Pidió de rodillas, con toda su alma rota.
—Y no lo digo sólo porque soy tu hermano, sino porque también pasé por algo así —Blake lo miró, con sus ojos llenos de lágrimas, y asintió—. ¿Recuerdas cuando Edeline me dejó plantado en el altar? Dios, la maldecí tanto, lloré por tantos meses… pero sin ello, ¿cómo hubiese conocido a Ray? ¿Cómo hubiese sabido que ella es realmente mi gran amor? Esto —mostró su anillo de casado—. No existiría, y tampoco existirían mis hermosas hijas que siempre te sacan canas cuando las cuidas… Y, aunque suene muy cliché, las cosas pasan por algo.
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Editado: 19.08.2021