Capítulo 27.
EL DÍA DE LA BODA - PARTE DOS.
La recepción era aún más bella. Fue en el mismo lugar, pero en el amplio jardín, lleno de flores de vibrantes colores y pasto verde en cada espacio del suelo. Las mesas estaban repartidas alrededor de una gran pista de baile, con luces cálidas en cada rincón, iluminando como si fueran luciérnagas.
Nolan, preguntando por ahí, supo que la organizadora de la boda se llamaba Drew Alister. Si algún día se casaba, se aseguraría de contratarla.
—Ellas son las ex novias de Federico —aseguró Tristan tomando asiento. Había ido al baño y, en el camino, descubrió que, como a ellos los sentaron juntos, a ellas también, junto en la mesa frente a ellos.
—Me quedo con la princesa —reclamó Nolan antes de beber su champagne.
—Sí, claro, como si una princesa pudiera posar los ojos en ti —se burló de Blake. Nolan abrió su boca, listo para discutir.
—Bueno, bueno —los detuvo Aiden—. Recuerden que estamos en un matrimonio.
—Uno creería que al ser millonarios, sabrían un poco más de modales, ¿no? —musitó Tristan tomando un bocado de su comida. Nicholas río.
—Cierren la boca —murmuró Nolan rodando los ojos.
Tristan levantó la vista, sonriendo. —Viene Eleanor… con Federico.
Todos se dieron la vuelta, viendo como se acercaban a ellos tomados de la mano, ambos sonriendo. El estómago de Blake se revolvió.
—¡Chicos! —exclamó Eleanor—. Les quería presentar a Federico.
Se levantaron enseguida, Nicholas dándole la mano primero.
—Es un placer —les dijo Federico, asegurándose de saludar a cada uno de ellos—. Gracias por venir, esperamos que lo estén pasando bien.
—La comida está deliciosa —apuntó Nolan. Nicholas rodó los ojos.
—Todo está muy bello, felicidades —les dijo Aiden sonriendo—. Les deseamos mucha felicidad —miró a Eleanor—. Se la merecen.
Ella le sonrió de vuelta. Aiden había sido su primer amor, y esas memorias siempre tendrían un lugar especial en su corazón. Sabía que para él también, si no, no hubiera asistido a un evento tan importante en su vida.
Eleanor les dio un abrazo a cada uno antes de que Federico y ella se devolvieran a su mesa.
No pasó mucho tiempo hasta que una mujer de mediana edad se acercó a la mesa. Llevaba un vestido celeste y su cabello castaño liso con algunas canas que llegaba hasta sus hombros. Su amable sonrisa los hizo levantarse nuevamente para saludarla.
—Hola, hola —los saludó ella con una enorme sonrisa—. Me llamo Bernadette, tía del novio.
—Es un placer, me llamo Tristan —se presentó él, ella asintió y estrechó su mano.
—Lo sé, y tú Blake, tú Aiden, Nicholas y Nolan, si no me equivoco.
Se miraron confundidos. Bernadette fue a tomar una silla vacía y la puso en medio de Nicholas y Tristan, sentándose en la mesa junto a ellos.
—Eleanor me contó todo sobre ustedes.
Los cinco enfocaron de inmediato su atención en ella, curiosos.
—¿Con todo se refiere a nuestras historias con ella? —le preguntó Aiden.
—¡Sí! Todo —dijo—. Tenía muchas ganas de conocerlos. Ella los tiene muy presentes en su corazón, fueron una parte muy importante de su historia. Y, la verdad, es que me tenía como una adolescente leyendo un libro romántico.
Todos rieron.
—De verdad —les aseguró—. Quería darles las gracias. Eleanor es como mi sobrina. Desde que entró en nuestras vidas gracias a Federico, se ha vuelto mi más grande confidente. Es una mujer maravillosa, gracias a sus experiencias, sus decisiones y sus historias. Gracias por dejarla ir, por amarla tanto y por venir aquí, a verla entrar a un nuevo capítulo de su vida.
Nicholas sentía que lloraría en cualquier momento, así que decidió no hablar. Tristan, en cambio, sonrió.
—Dejar ir es un acto de amor después de todo, ¿no? —le dijo. Bernadette asintió, mirándolo cariñosamente.
—Así es, querido.
—Muchas gracias por venir —le dijo Nolan—. Se siente bien que alguien disfrute con nuestros aciertos y nuestras desgracias.
Bernadette soltó una carcajada. —Créeme, lo hice. Fue una tarde de té para recordar.
Se quedaron conversando por varios minutos, mientras el resto de los invitados iban a bailar a la pista. Ella les preguntó por sus vidas, curiosa por aprender aún más de ellos. Lanzaron algunas bromas y contaron un par de anécdotas.
—Voy al baño —anunció Blake.
No podía seguir ahí, pero tampoco sabía si irse temprano solucionaría lo terrible que se estaba sintiendo.
Ni siquiera tenía ganas de entrar al baño, así que se sentó en una de las bancas que había cerca y suspiró, enfocando su mirada en el cielo. No pasaron muchos segundos hasta que sintió que alguien se sentaba junto a él. Aiden.
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Editado: 19.08.2021