Los chicos sin hogar

(2) Hogar, dulce cárcel.

Rompecabezas...

Oscar.

Llevé un pedazo de la pasta a mi boca, pero este se resbaló de mis manos hasta tocar el preciado pasto de Resse. Tome aquel pedazo, y de nuevo, lo lleve a mi boca, esta vez de forma exitosa.

—¡Que asco, Ossi! —exclamó con una mueca.

Que les puedo decir, esa era mi forma de flirtear.

Era carismático y un amante empedernido de la comida, mi mejor cualidad era comer y comer. Mi madre era una doctora muy obsesionada con mí salud, y si me viera haciendo esto, probablemente le daría un paro cardiaco.

—Vamos, Resse, tampoco me voy a morir por algo así —le di un sorbo al atole. —Por cierto, feliz año nuevo —alcé el dedo meñique.

—Oh, si, ayer era el año pasado —aplaudió.

—Ese es el chiste más truqueado de enero.

—Es un clásico.

Sacudió sus manos mientras cerraba la lonchera vacía donde venía la comida.

—¿Stevens? —preguntó de pronto— ¿Eres de Inglaterra?

—Mi padre lo era —la corregí—, yo jamás he pisado el suelo del reino unido, pero suena cool poder decir que soy británico.

¿Cool? —lo pronuncia de pésima forma, al igual que yo.

—La gente tiene un fanatismo por ese país, los Beatles eran británicos —expliqué—, pero, la verdad es que no se mucho del inglés, y mi acento es un asco.

—¿Tu padre no te enseñó a hablarlo?

—Mi padre está muerto —añadí con simpleza.

Hizo una mueca de culpabilidad, la misma que todos hacen cuando hay una situación como esta.

—Lo siento, no quise.

—Apenas lo recuerdo, así que no te preocupes.

Era la verdad, la ausencia de papá no influía mucho en mi día a día, de todas formas, tengo a mamá y el tío Nathan, aunque tal vez Annie opine diferente.

Resse comenzó a levantarse con dificultad, parecía como si se le hubiera entumido el pie derecho.

—¿Necesitas ayuda? —pregunte tratando de ser educado, aunque eso no se me daba muy bien que digamos.

—Está bien, solo me cuesta un poco.

Una vez de píe, comenzó a estirar su pierna como si tratara de que la circulación llegara a los dedos de sus pies.

—Debo irme, fue un gusto conocerte —levantó las tijeras y la pala, se puso los guantes y metió su muñeca por el hueco de le regadera.

¿Cuántos propósito de año nuevo podía completar este año que realmente me interesaran?

¿Ponerme a dieta?, por supuesto que no.

Pero, había algo que podría intentar.

—Claro —también me puse de pie. —Tal vez podríamos salir alguna vez —agregué sin sonar muy obvio

La sonrisa de Resse se ensanchó aún más, pero negó.

—No lo creo, pero eres agradable, Oscar —hizo un intento por alejarse, pero la detuve.

—¿Por qué no? podría ser tu único amigo en la tierra, estás perdiendo una gran oportunidad.

—No salgo de casa nunca, lo siento.

Miré sus pies, luego el suelo, luego su casa. Para mi estaba fuera de su casa.

—No soy bueno en geografía, pero creo que tu casa está por allá —señalé la casa de alado con mí dedo pulgar.

—Quiero decir, no voy a otro lugar aparte de este jardín o mi casa —se corrigió.

—¿Eres como esas chicas de las películas que son alérgicas a un virus en el aire y tienen que vivir confinadas? —llevé mi manó a mi mentón—. He visto unas cuantas películas sobre eso, a mi hermana le gustan los romances trágicos.

Resse infló las mejillas y miró hacia otro lado, indecisa.

—No creo tener una enfermedad mortal —soltó el aire—, esperemos que no muera por respirar el aire fresco de Vreinsfield.

—¿Entonces? ¿No puedes salir porque...?

—Mi madre no me deja —susurró como si pudiera escucharnos.

Miré sobre su hombro. No había nadie cerca.

—Pareces lo suficientemente grande como para cuidarte tu sola, no creo que tu madre sea tan sobreprotectora —tomé la lonchera y el vasito, ambos vacíos. Arrasamos con la comida como si fuera una competencia.

—Debo irme, espero nos veamos alguna vez, Oscar Stevens —comenzó a alejarse mientras agitaba su mano con las tijeras de jardinería entrelazada entre sus dedos.

—¿Cómo dices que se llama?

—Resse Monty Grace.

Annie pareció pensarlo unos segundos más.

—No, no creo haber escuchado ese nombre antes —negó.

—¡Claro! —exclamó Diego—, Monty, conozco a un chico que se apellida Monty. Jace Monty. Vive a dos calles de aquí.

—¿Crees que sean familia? —pregunté.

—Podría preguntarle a tía Sol —propuso Cole—, ella conoce a muchas personas, ya sabes, es amigable.

Annie se inclinó en su silla.

—¿Por qué tan interesado? —inquiere—, solo comieron y hablaron por unos minutos, no es la gran cosa.

—No lo sé —llevé un bocadillo a mi boca—, parece interesante, y un poco deprimente.

—Estoy de acuerdo con Ossi —apoyó Cole—, no sale de casa, tal vez podríamos ser sus amigos si nos ganamos la confianza de su mamá, ella la podría dejar salir con nosotros.

—¿Nueva integrante al grupo? Suena prometedor —asintió Diego.

—¿Cómo vamos a hacer que su mamá confié en nosotros? —ataca Annie—, ¿Ya viste a tu mejor amigo?

Annie me señala con repulsión.

—¿Qué tengo de malo? —pregunte, medio ofendido.

—El cabello —responde Diego al segundo.

—Estas comiendo todo el tiempo —agrega Cole.

—Das asco, hermano.

Mire mi reflejo en la cuchara. No estaba tan mal, ellos exageraban.

—Tienes pecas por todo el cuerpo y parece que es salpullido —siguió Nathan desde la cocina.

Lo mire con los brazos alzados, como diciendo: "¿tú también?".

—Annie es la persona más responsable del mundo, y Cole tiene alma de héroe, siempre quiere ayudar a otros —agregó mamá desde la sala—, el único fallo en su plan son Ossi y Diego, dos pequeños desastres con los que cargan cada uno.




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