Los chicos sin hogar

(4) Caspiel Grace

Caspiel Grace...

Oscar.

—Queso filadelfia para la mujer de mis sueños —Diego dejó las pequeñas cajitas grises con el logo del queso sobre la mesa.

Sol las destapó y comenzó a rellenar los camarones con el queso.

No dejaba de pensar en esa chica. Sentía algo de pena por todo lo que había vivido, parecía una persona normal aquella mañana, pero ahora que sabía de quien se trataba y todo lo que había pasado, por alguna razón me sentía mal, y eso no era normal, usualmente yo solo ignoro los problemas, y ayudo cuando es necesario, pero no me preocupo, al menos no al punto de carcomerme por dentro con ello.

Tal vez era porque me causaba curiosidad. Seguro era eso.

Pero luego estaba el hecho de que no me había importado hacerla sentir mal, ¿Por qué no? se supone que sentí empatía por ella, pero no por lo que le hice.

—¿Saben si Cole ya salió de trabajar? —preguntó Sol sin despegar su mirada de la cuchara.

—Sale hasta tarde, el señor Bender le pidió que doblara su turno porque despidió al otro chico —respondió Diego.

Observé a mi amigo, sostenía a Didi en sus brazos mientras le daba el biberón, parecía un completo profesional.

—Quiero hablar de nuevo con Roselin —le dije en voz baja a mi amigo.

—¿Qué no oíste a su extraña madre? No quiere que nos acerquemos a ella, y ella te corrió de su casa —dijo en un tono lento y pausado, como si creyera que era de lento aprendizaje.

—Mañana iré a ver si se encuentra por ahí, en el jardín de Aiden.

—No creo que sea una buena idea.

—Solo necesito preguntarle algo, ¿Me apoyaras?

El me miró dubitativo, pero al final asintió.

(3 Enero)

La observé desde lejos.

Se sentó en el pasto mientras cortaba las hojas que no le gustaban del camino de flores que seguía la entrada de la casa. Llevaba guantes esta vez, y unos pantalones de mezclilla desgastados, parecía que usaba su ropa más cómoda para su hobby en el jardín.

Alguien, un chico con tantas pecas en la cara como ella, apareció por la entrada de su hogar, llevaba un teléfono de casa en su mano.

El chico tenía los mismos rasgos que Resse, por lo que supuse que era su hermano.

—Ross —la llamó—, es Andrew —le dijo el chico extendiéndole el teléfono.

Resse quedo estática en su lugar, como procesando lo que le acababa de decir su hermano, y luego trató de levantarse a toda velocidad, pero en el intento algo la detuvo. Hizo una mueca mientras apretaba su rodilla en el suelo con ambas manos.

—Está bien, tómalo con calma —le dijo su hermano mientras se ponía en cuclillas junto a ella para extenderle el teléfono.

Resse tomó el aparato y contestó como si fuera algo que hubiera esperado por años. Dejó los guantes a su lado y respondió con una gran sonrisa de emoción.

Mientras tanto, su hermano estaba masajeando levemente la rodilla de Resse, parecía no querer ejercer mucha fuerza, como si de pronto ella se fuera a romper. Era entendible, Resse era demasiado delgada, yo también temería en romperla.

—Y—yo, no lo sé —dijo ella al teléfono—, tengo que preguntar, pero no lo sé, espero y pueda.

—¿Qué cosa? —pregunta su hermano con curiosidad.

—Drew quiere que lo visite para su cumpleaños.

—¿Solo tú?

—Ustedes también —responde, puede ver sus ojos iluminarse con ilusión. —vamos, di que sí. Hace tres años que no lo vemos.

—Mamá no te dejara ir —le advierte su hermano.

Andrew.

Procese el nombre con cuidado, buscando en la base de datos de mi cerebro a un Andrew, pero no recordaba a nadie con ese nombre.

—Que agradable que llames, es la primera vez en tres años —menciona Resse—, t—te...te extraño, extrañamos, todos te extrañamos, Caspiel.

¿Caspiel?

¿Andrew?

¿Pues con quien estaba hablando?

—Entiendo, llama de nuevo, por favor —le pidió antes de que la llamara finalizara.

Resse le extendió el teléfono a su hermano, quien había fingido no haber escuchado después de que su hermana le hablara directamente a él.

—¿Qué dijo? —preguntó su hermano en tono tranquilo, como si no quisiera presionarla.

—Que quiere que vaya a visitarlo, pero no me dará su dirección hasta que estemos en camino a Alfiel.

—Espera, ¿Vive en Alfiel? —su hermano parecía atónito.

—Eso dijo hace unos segundos —contestó Resse mientras señalaba el teléfono.

—Está a dieciocho horas de Vreinsfield.

—No es imposible, si salimos a las...

—Lo siento —la interrumpió su hermano—, pero no vas a ir. Mamá no lo permitirá.

Un deje de desilusión golpeó la expresión de Resse.

—Puedo convencerla, aún tengo tiempo, tengo dinero y papá aceptara, él lo hará —dijo casi como si quisiera convencerse más a ella que a su hermano. —no puedo decirle a Andrew que no, no puedo abandonarlo...otra vez.

—Ross.

—Llámame Resse, odio que me llames Ross —masculló—, ¿Es tan difícil?

—Solo trato de que vayas haciéndote a la idea de que no visitaras a Andrew, mucho menos ahora —la señaló en el pecho—, sabes que a mamá le daría un paro cardiaco si te llega a pasar algo.

—Estoy bien, estoy sana, no moriré pronto, para tu desgracia —se cruzó de brazos—, además, ¿Qué caso tiene que me estén protegiendo de las personas si no puedo ser feliz?

Su hermano se dejó caer en el pasto, miraba a su hermana con un gesto de ambigüedad.

—Tal vez...podemos intentarlo, de todas formas, no perdemos nada —aceptó al fin con tal de darle el gusto a la pelinegra.

—¿Hablas enserio? —lo miró ilusionada, de nuevo—, ¡Gracias, Nolan! ¿Te he dicho que eres el mejor?

Se abalanzó para abrazarlo. Él chico la recibió con cuidado y la abrazó cálidamente, como si le importara.

Oscar jamás había abrazado así a Annie. Pensé en mí mismo en tercera persona.




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