...
Oscar.
Ya sabemos mucho sobre mi vida.
Si, tengo amigos que me apoyan en todo.
Si, tengo una madre que es comprensiva.
No tengo papá, pero jamás hizo falta con la presencia del tío Nathan.
Tengo algo así como una sobrina, Didi Blythe.
Podría parecer que mi vida está completa.
Sabemos lo suficiente sobre mí, pero para continuar esta historia, debemos saber sobre Roselin Monty Grace.
Todo esto nos lleva al día cuatro después de esos hechos que nos han dejado por aquí. El otro lado de la historia.
(4 Enero)
La carta...
Resse.
Observo el cielo gris pálido como comienza a tornarse cada vez más oscuro.
Mis manos juegan con un hilo que sigo jalando cada vez más de mi cortina para deshilachar de una vez por todas la tela y al fin tener que hacer otra con la máquina de coser que le pedí a mis padres por navidad. Observo los créditos que pasan por la pantalla de mi computadora al terminar la película. La época decembrina apenas está terminando, y eso no es impedimento para no ver las crónicas de Narnia por milésima vez.
Suelto un suspiro al ver que comienza "El príncipe Caspian".
—Ojalá alguien me defendiera como Caspian defendió Narnia —susurro para mi vacía habitación.
Bueno, tengo algo así como un guardián protector, y es mi madre. Es una mujer un tanto tediosa e irritante cuando se trata de medicamentos y esas cosas, ha estado obsesionada con cada latido que ha dado mi corazón desde que nací. Pero sigue siendo mi madre y la amo.
—¡Ross! —me grita mi madre desde la cocina.
Hablando de la reina de mi confinamiento.
—¡Ross, la cena está lista! —vuelve a gritar.
—¡Ahora bajo, madre! —respondo igual de alto para que logre escucharme.
Me levanté a toda prisa. Mientras buscaba mis sandalias abrigaditas debajo de mi cama, pensaba:
«¿Cómo sería vivir en una academia oscura, llena de personas con habilidades geniales y traidores que se rebelan cada día más a...?»
—Roselin, ya te llamé tres veces —exclama mi madre entrando por mi puerta.
—Lo siento, es que estaba buscando mi otra pantufla —explico mostrando mis pies disparejos, uno con la sandalia bien puesta y el otro descalzo.
Mi madre me miró horrorizada.
—Sube a la cama, Roselin, no puedes andar descalza por ahí —me dice mientras obliga a levantar mi pie descalzo.
—Está bien, el suelo no está frio —respondo mientras alzó mi pie para no tocar el suelo de madera de mi habitación.
—Sabes que tienes prohibido enfermarte ¿Recuerdas? ¿Quién cuidara de ti si te enfermas?
—Puedo cuidarme sola, estoy por cumplir dieciséis.
Mi madre niega con la cabeza como si no tuviera remedio.
Se giró mientras buscaba con la mirada por toda la habitación el otro par de mi pantufla.
—Mira —lo toma de encima de mi escritorio. —¿Por qué está aquí?
—Necesitaba ver si era lo suficiente buena para atraerla cuando conjurara el hechizo "Accio" con mi varita de saúco.
Madre soltó un suspiró mientras entornaba la mirada y se daba la vuelta para salir de mi habitación.
—Corre, Belén, no vaya a ser que la esquizofrenia sea contagiosa —murmura mi padre para mi madre desde el marco de la puerta.
—Wow, acabas de llamar esquizofrénica a tu hija, el padre del año —le aplaudí irónicamente.
—Era broma —asiente mi padre con burla—, es imaginación.
—En—so—ña—ci—ón exce—si—va —deletrea lentamente mi hermano desde el pasillo.
Caminé por el pasillo mientras ignoraba a mi hermano, era muy estresante y realista en ocasiones, demasiado para mi gusto.
Inflé mis mejillas y me dejé caer en la silla.
—¿Qué haces? —pregunta Nolan a mi lado.
Solté el aire.
—Vi en internet que con las mejillas infladas la nariz se respinga un poco —murmuré tomando mi plato para servirme la cena a mí misma.
Mi hermano alzó las cejas y las bajó, no en un gesto de sorpresa, no, era más bien como si me viera como un bicho raro.
Trate de ignorarlo para centrarme en mi misión de esa noche. El cumpleaños de Drew, mi primo. Seria en unas semanas, y yo había tenido la maravillosa idea de visitarlo hace dos meses, pero mi madre dijo que faltaba mucho tiempo para su cumpleaños y que mejor se lo mencionara cuando faltara un mes. He contado los días desde ese día y falta menos de un mes para el cumpleaños de Drew.
—No.
Mi quijada se abrió tanto que casi cabía el postre entero en mi boca.
—¿Por qué? —me exalte—, tu dijiste que...
—Tu madre dijo que le recordaras después —intervino mi padre—, aún faltan semanas, ¿No crees que estás adelantándote mucho?
Negué rotundamente.
—Drew no contesta jamás las llamadas, apenas y sabemos de él en meses y para llegar a su casa nos tardaríamos varias horas en auto, eso sin contar las paradas a comer y al baño —alegué—, además, tienen que pedir permiso con anterioridad en sus trabajos, es muy difícil encontrar su dirección porque como su tía lo dijo, es muy recóndito su hogar.
Drew odiaba a las personas, y su casa estaba, literalmente, alejada de la civilización, bueno, tal vez exagero un poco, pero está en un lugar muy difícil de ubicar.
—Número uno, su nombre es Andrew —interrumpió mi madre—, y tu misma acabas de responderte por que no iremos.
Pestañé tratando de recordar mis palabras.
—Tenemos que hacer muchas cosas para viajar hasta donde sea que se encuentre Andrew —se levantó y comenzó a recoger los platos de todos en la mesa—, y no podemos viajar ahora —me miró por un par de segundos. Encontré algo extraño en su mirada, era un pequeño destello de algo, pocas veces veía eso en ella, pero siempre me causaba curiosidad.
Madre suspiró y parpadeó, como regresando de un viaje astral, así como me pasa a mí a veces.