Los chicos sin hogar

(11) Abandonando nuestro hogar

Él dijo que ese no era un hogar....

Oscar.

El autobús nos dejó en la estación al igual que la última vez.

Resse secó sus manos en su pantalón mientras caminaba a la entrada.

Le tendí el sobre que Nolan me había dado antes de irnos.

—¿Qué es esto? —preguntó.

—Dos boletos para Alfiel —respondí.

Era un pequeño pueblo que quedaba a dieciocho horas de Vreinsfield, y era la última parada que marcaba el mapa de Resse.

—Nolan quería que mamá nos dejara ir a los dos —confesó—, te dio su boleto, te dejo cuidar de mí —sonrió de forma triste.

—Cuando volvamos le daré las gracias —abrí las puertas de la estación.

Miré la hora y el día en que podíamos usar estos boletos.

—Iríamos en auto hasta Taydale, y ahí tomaríamos el autobús, serían diez horas de viaje a partir de ahí —explicó.

Me acerqué al mostrador.

—Dos boletos para el autobús más temprano que tengas hacia Crelsdil.

La chica que atendía tecleó sobre su viejo computador.

—Treinta minutos —informó imprimiendo nuestros boletos.

Llegué con Resse hasta la banca.

Había una mujer con un bebe sentada a un lado de Resse.

La mujer, al verme, puso cara de horror y se levantó dirigiéndose a otro lado con su bebe.

—Deberíamos limpiar esa sangre —señaló Resse levantándose.

Pasé mi mano por mi boca, tratando de ver si seguía sangrando, pero ya solo era el labio roto y mi posible tabique medio roto.

—¿Qué necesidad de golpearme? ¿No podía solo, no sé, decir: "tengan estos boletos, feliz viaje, los espero con hamburguesas cuando regresen"?

—Tal vez quería convencer a mamá de que nos estaba tratando de detener.

Me llegaron a la cabeza mil maneras de convencer a la madre de Resse de que Nolan estaba tratando de detenernos sin involucrar mi pobre cara pecosa toda llena de sangre y moretones.

Resse se dirigió al baño público y regreso con varios papeles para secar las manos, eran de cartón y muy rasposos, pero sirvieron para detener un poco el sangrado.

—Ve a lavarte al baño de caballeros —dijo ella retirando su mano del papel que sostenía mi nariz.

—¿Baños de caballeros? Hablas bien raro, Resse Grace —negué para mí mismo mientras me levantaba.

—Siento tener un buen vocabulario, pero resulta que las únicas personas con las que he interactuado los últimos años han sido los libros y mis padres —replicó.

—Okay, Pecas.

—Tu eres más pecoso que yo —discutió.

—Bien, bien, entonces, ¿Cuál es tu apodo?

—Resse.

—Resse es tu nombre, pero más corto.

—Ve a lavarte la cara —señaló hacia las puertas que tenían encima las siglas "W.C." como si estuviéramos en un baño de algún lugar de Suramérica.

Miré el lavabo, toda el agua caía tiñéndose de rojo por la sangre.

Sequé mi cara con la manga de mi suéter.

Mi rostro estaba lleno de pecas, pero ahora eso no era lo que más resaltaba, si no el enorme color morado que comenzaba a intensificarse por debajo de mi labio; peor aún, los nudillos de Nolan marcados en mi mejilla y por debajo del ojo izquierdo.

Mojé un poco mi cabello y lo traté de pegar a mi frente, tratando de esconder el golpe, pero no serbia de nada, solo acentuaba más el color de los moretones por el color pálido de piel contrastando con mi cabello color zanahoria.

Jamás odie tanto ser pelirrojo.

Mi celular no había dejado de vibrar desde que había entrado al baño, era Diego, y luego dejaba de ser Diego para pasar a la cara de Cole, luego Sol, luego Annie, y por último mamá.

Estaba tratando de que las personas cercanas a mí me importaran, ¿Y cómo lo hacía?

Dejando un caos en mi ciudad para escapar de esta solo para emprender un viaje de escape con una chica que conocí hace cinco días.

Bien, Ossi, cada día logras superarte en cuanto estupideces.

Despeiné mi cabello y tomé aire profundamente.

—Diga —respondí la llamada de Diego.

—Bro, ¿Cómo que escapaste de la ciudad? —preguntó atónito.

—Si, bueno...

—¡Con la chica extraña! —me interrumpe.

—Sobre eso...

—Vaya, lo que hace el amor —sigue sin dejarme hablar—, pero siendo sinceros, te apoyo —agregó—, todo sea en nombre del amor.

—No estoy enamorado —chillé y luego carraspeé, tratando de que mi voz fuera más varonil—¸quiero decir, somos amigos.

—Claro, ¿Desde cuándo Oscar Stevens se escaparía con una chica a la que conoció hace pocos días solo porque son amigos? —inquirió—, hijo de puta, eres lo mejor, acabas de superar cualquier pendejada que se me hubiera ocurrido a mí.

Solté un bufido.

—Es que, Güey, te está buscando la policía, tu madre estaba furiosa —exclamó—, y luego Nathan, nombre, se peleó con el hermano de la chica, ¿Cuál era su nombre? Rosi.

—Resse.

—Es lo mismo —musitó—. La cosa aquí es, te pasaste de vivo.

—¿Eh?

—Hasta Cole termino en una pelea —anunció—, Cole Blythe, ¿Sabes lo difícil que es que Cole se pelee con alguien?

—Diego, volveré en unos días —lo callé.

—Yo que tu ni regresaba, total, aquí nada más te esperan problemas, Güey.

—¿Para qué me llamaste? —pregunte irritado mientras masajeaba mi sien con mi mano libre.

Diego se quedó unos segundos en silencio, tal vez tratando de recordar su propósito.

—¡A si! —exclamó—, Nathan y tu mamá están juntos, ¡Tendrás un hermanito!

Palidecí.

Vaya.

—¿Bromeas? —solté en un hilo de voz.

—No, Amelia, tu mamá, le contó a Sol, Sol le dijo a Cole y ahora Cole me dijo a mí, fue después de que te fueras en tu autobús con tu chica.

—Solo que no es mi chica —corregí—, y mamá no puede estar...Rayos.

Colgué la llamada sin avisar.

Todos estos años.

Él le robó la vida a papá, literalmente, se quedó con su casa, su esposa, sus hijos, y ahora hasta tendrá su propio hijo.




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