Solo espero que yo le importe tan poco como a mí...
Oscar.
Resse miraba hacia la puesta de sol, el color azul de sus ojos marinos comenzaba a hacerse más claro gracias a la luz, pero cuando fuera de noche, volverían a ser tan oscuros como siempre.
Yo tenía su mochila entre mis manos mientras leía el detallado plan, cuando comencé a buscar el bolígrafo para restar el dinero que habíamos gastado en los boletos del tren, pero en la búsqueda de este, encontré el frasco de pastillas de Resse, lo saqué solo para curiosear, cuando noté la etiqueta que estaba apuntó de despegarse.
Pero noté algo debajo de esta, el frasquito tenía una segunda etiqueta debajo de la que creíamos real, y la original tenía otras letras, instrucciones diferentes y otras precauciones.
No entendía mucho ni conocía ese tipo de pastillas, pero no vi por ningún lado que en la etiqueta especificara que fueran vitaminas, como Resse había dicho, en su lugar, había unas pequeñas letras abajo del nombre que decía: "administración oral del medicamento" y "Solo tomar por indicación del médico."
Decidí volver a pegar la etiqueta antes de que Resse se diera cuenta que estaba husmeando en sus cosas.
Pareció recordar algo al momento en que cerré el cierre de su mochila. Resse se levantó y sacó el frasco de pastillas, las pasó sin muchas dificultades a pesar de no tener ni agua.
—Resse —la llamé—, ¿Por qué siempre parece como si estuvieras enferma?
Rio torpemente.
—Tengo anemia, tal vez sea eso —respondió.
No muy convencido, me levanté y me senté a su lado.
—Tengo una teoría —comenté.
—¿A sí?
—Creo que tal vez —dude—, bueno, puede que tu madre te de todos esos medicamentos para.
Resse me miraba de forma juzgadora.
—No es que quiera hablar mal de tu madre, pero hay posibilidad que esto —tomé el frasquito en sus manos— sea más para mantenerte débil y así no puedas escapar de sus brazos.
Entreabrió los labios para protestar, pero al instante los cerró. Parecía meditar las posibilidades.
—Tal vez deberíamos probar —dijo al final.
Se levantó de su asiento y me arrebató el frasquito para después dirigirse a la ventana y abrirla, dejando que el frio aire de la noche se colara a nuestro vagón de forma abrupta.
Resse sacó el botecito de pastillas y lo pensó unos segundos, antes de que sus propias manos se despojaran del frasco sin aviso alguno y salieran volando por el aire y la intensidad de la velocidad a la que nos movíamos dentro del tren.
—El tiempo dirá si me sentiré mejor o peor —se encogió de hombros.
Regresó a su asiento.
—¿Extrañas tu hogar? —preguntó para hacer tema de conversación.
En realidad, extraño lo que era mi hogar antes de este año, cuando todo parecía normal, cuando aún no sabía sobre Nathan y mamá, cuando no estábamos enojados y parecíamos una familia.
Pero cuando regrese, cuando esté de vuelta en casa todo será incomodo, y ya no se sentirá como un hogar.
—No extraño mi casa, y no creo que pueda considerarla un hogar dentro de mucho tiempo —respondí luego de varios segundos de silencio.
—Tampoco considero mi casa un hogar, sin embargo, creo que dentro de poco llegaré con Andrew y él me mostrara el suyo —sus ojos brillaron de la simple idea de imaginarlo—, y tal vez pueda ser mi hogar también —luego se giró a mí y apoyó su cabeza en mi hombro, di un respingo por el gesto—, puede ser tu hogar si tú quieres.
Miré al frente mientras el único sonido que reinaba entre nosotros era el del tren sobre sus rieles.
—¿Y no resulta un hogar para los dos? —inquirí sin moverme para no molestarla.
—Yo buscare algún lugar para que sea nuestro hogar.
Cuando desperté en medio de la noche, sentí una tensión en mi cuello por haber dormido en tan incómoda posición, y todo porque no me atrevía a mover a Resse de mi hombro que había tomado como almohada por lo que estaba restando de viaje.
Ella tenía los ojos cerrados y el cabello hecho un desastre, estaba temblando, pronto entendí porque había despertado yo también.
La ventana seguía abierta, y ninguno había recordado cerrarla, por lo que ambos nos estábamos congelando ahí dentro.
Habíamos entrado a un lugar más templado, por lo que el aire era cada vez más invernal acorde a la fecha en la que estábamos.
El invierno no se había ido aún, solo que en Crelsdil el calor es algo que pocas veces desaparece en el invierno.
Cerré la ventana, esperando que así la temperatura sea más cálida en nuestro compartimiento.
Luego de varios minutos mi temperatura se normalizo, pero Resse seguía recostada en su asiento, temblando del frio.
Tal vez se debía a que estaba dormida, la temperatura corporal baja durante el sueño, según las palabras de mamá.
Pero me negaba a despertarla, se veía tan pacífica y tranquila de esa forma, hasta me agradaba más de lo normal así.
Me saqué el suéter y cobijé su cuerpo con este. Ella estaba abrazada de sí misma, y la idea de recostarme junto a ella para nivelar temperatura era una posibilidad, pero se sentía extraño, Resse no era el tipo de persona que hacía mucho contacto físico con los otros, al igual que yo.
Decidí solo sentarme en el suelo y esperar a que ella misma se calentara, después de todo el cuerpo humano es sorprendente en cuestión de supervivencia, además, Resse era fuerte.
O tal vez no la persona más fuerte que conocía, pero su delgada complexión le favorecía para lidiar con la hipotermia, ¿O era al revés?
Como fuera que funcionara el mecanismo, Resse sobreviviría.
Creo.
Como sea, Resse no me ayudaría si estuviera muriendo de frio, ¿Por qué debía hacerlo yo? ¿Se supone que tenía que hacerlo por qué eso hacen los amigos? Cole lo haría, pero Cole era como mi hermano.