Los colmillos de Rishaan

Parte 7: Encadenado

Lo que pensé sería un trabajo temporal se convirtió poco a poco en la rutina. Debo admitir que era un empleo divertido: tomar fotos, proponer contenido, al paso del tiempo escribir y después entrevistar. Eso me dio la oportunidad de ampliar mi panorama social y cultural. Entre las bondades de la rutina se incluía comer todos los días en el lugar de Adrián y Marlena. Había días en que no me cobraban y terminábamos platicando sobre cocina, creo que les caía bien y ellos a mí. Ella me llamaba la atención y hacíamos un coqueteo inocente algunas veces, regularmente yo cortaba cuando veía que podría ser peligroso.

Lo que también se volvió en rutina fue buscar la manera de ocultarme en cada luna llena. Hice una extensa investigación por Internet pero no encontraba opciones prácticas. Al comienzo me refugié en el bosque, me amarré inútilmente con una soga que quedó despedazada al siguiente día y devoré algunos animales. Los primeros meses fue una solución adecuada, nadie se preguntaba por los cadáveres a pesar de que el lugar comenzó a urbanizarse poco a poco. Lo que realmente me asustó o me provocó nauseas fueron los últimos meses que lo practiqué. No me asustaba devorar animales, sino que el gusto por ellos se quedaba algunas horas después de convertirme de nuevo en hombre. Mi repulsión por el olor fétido de cadáveres de animales en mi estado humano es lo que me impedía terminar por destrozarlos, pero aun horas después del amanecer, desnudo y desorientado, la carne pegada a sus huesos, la sangre apenas coagulándose, me resultaban cautivadoras. Me volví carnívoro en la vida cotidiana, más de lo que ya era, llevando incluso algunos filetes en el camino para que Adrián y Marlena los preparasen o me permitieran hacerlo, en termino medio pero muchas veces rojo, cuando lograba distraerlos de la parrilla.

Intenté la meditación siguiendo las leyendas de que algunos hombres lobos tenían su conciencia humana durante el estado animal, que si bien no podían controlar algunos de sus impulsos si estaban despiertos y atentos, incluso manteniendo recuerdos. A estas alturas la comunicación con mi familia se había restablecido por lo que les pedí me enviaran algunos titulos de libro que devoré en mi adolescencia cuando me obsesioné con ese tema y cuando me volví una persona más religiosa, a final de cuentas mi nombre es uno de los tantos con los que llamamos a Shiva. Al paso de los años mi interés diluyó pero el aprendizaje y conocimiento quedó guardado. Todos los días dedicaba una hora a una sesión para comenzar a profundizar en mi ser, pero como todas aquellas nuevas iniciativas, requirió de tiempo para poder volverlo una disciplina.

Amarrarme en mi habitación no era buena idea, no estaba consiente aún de mi fuerza y ponía en peligro a la gente cercana. La idea de moteles de paso tampoco me agradaba en base a la primera experiencia. Si me hospedaba solo, lo peor que podía pasar es que terminara destrozando las habitaciones y eso sería un costo grave, tomando en cuenta mi salario. Comencé a usar casas abandonadas, en el centro había una gran cantidad, solo debía cerciorarme que no hubiese vagabundos. Usaba cadenas esta vez, compré un par de esposas en una sex shop que probé una y otra vez y reforcé con metal fundido casero, sumamente peligroso pero no pensaba con claridad. Mi sensibilidad olfativa tampoco ayudaba al adentrarme a esas construcciones pero pensaba que era la mejor opción. Así sucedieron tres meses, con un intrincado sistema de encadenamiento, con la fortuna de cimientos firmes en esos edificios abandonados en que pude mantenerme encerrado con éxito. La última vez que lo hice fue en respuesta a un incidente vergonzoso y no a sangre derramada. Cuando estando desnudo y encadenado de una manera tan eficaz que necesité la ayuda precisamente de un vagabundo para zafarme. Le compré comida durante una semana como muestra de agradecimiento.

No recordaba aún sobre esas experiencias, y el resultado de mi meditación estaba teniendo un efecto contrario, soñaba despierto. Me imaginaba devorando y disfrutando destrozar en partes a aquellos que me fastidiaban en el día. No dudo que ese sentimiento sea compartido por mucha gente pero sabía que de alguna manera yo podría volverlo efectivo. Aquellos conductores que se pasaban el alto y por poco me atropellaban, quienes me gritaban insultos por mi aspecto, quienes se cortaban en la fila en el minisuper, quienes me tumbaban con sus bicicletas por ir en sentido contrario. Esa ira acumulada parecía tener un efecto diferente en mi, como un combustible que sirvió más para intentar con firmeza tener control de mi bestia.

Pensé que si quería convencerla debía consentirla, asi que decidí volver a las afueras del lugar y devorar más animales libremente, con la esperanza de no cruzarme con algún humano que interrumpiera mi meta de controlarlo, para un uso personal más interesante de lo que pensé al comienzo.




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