Los colores de la esperanza

Buenas noches

20 de diciembre de 2024

Ya no recuerdo las veces que caminé por esta misma calle, durante esta misma hora, con este mismo frío; siendo acompañado, una y otra vez, por los llantos amargos del cielo. La humedad en mi abrigo, de alguna manera, me mantenía despierto durante este tramo tan agrio de mis recuerdos; el tiritar de mi cuerpo, silenciosamente, opacaba el desatino de los pasos más lejanos respecto a mi destino; el calor en mi pecho, oportunamente, me motivaba a seguir caminando bajo la frialdad de la luna. 

La brisa nocturna, al igual que yo, buscaba un lugar en donde sentir la importancia de su presencia; el cielo, completamente oscuro, ocultaba toda señal de esperanza en su significado más dócil; la tenue luz de mi camino, comenzaba a caer rendida ante la soledad de la noche más penosa de mi vida; la espesa niebla cegaba toda posibilidad de sonreír, durante su estadía en mi corazón. 

Los miedos solo aparecen… cuando pierdes la voluntad de afrontar la realidad. 

Caminaba bajo la influencia de una ilusión, la cual poco hacía para afirmar su existencia; pero seguía aferrándome a ella, como lo hice la primera vez que me sentí de esta manera. Me arrastraba sobre la penuria, con tal de sentir algún alivio en mis palabras… y en mi alma. 

Creía que el tiempo era mi mejor amigo, creía que jamás estaría en mi contra; pensaba que mi felicidad jamás se me escaparía de las manos, que siempre estaría a mi favor la oportunidad de volver a sentir la alegría de regresar a casa; sentía que, por fin, estaba logrando avanzar en contra de mis miedos; imaginaba que, en todo momento, nada cambiaría. Pero, creer que mi mundo jamás daría un giro en contra de mi voluntad... no fue más que un error. 

Las luces solo brillan en la oscuridad… cuando uno las mantiene con vida. 

Si hubiese sabido que terminaría de esta manera, habría dedicado más de mi tiempo… a hacerte sonreír, a buscar una manera para evitar que te sientas sola, a cumplir todas las promesas que te hice alguna vez; a abrazarte, tan siquiera, lo suficiente para jamás olvidarme de ti. 

No puedo evitar sentirme culpable por tu ausencia; no puedo evitar quebrarme cada vez que recuerdo tus inocentes palabras, tus ojos llenos de deseo, tu sonrisa cubierta de sueños, tu rostro tan tierno y amable. No traté de comprender lo difícil que sería mantener tu sonrisa… en lo más alto de mis recuerdos. 

La soledad invade únicamente… a los que piensan que están solos. 

No recuerdo la última vez que sentí que el tiempo me abandonaba, que se alejaba con cada suspiro que yo lanzaba al cielo; aunque, talvez fui yo el que se negó a sentir el correr de las horas, sin ti. Tres años pasaron tan rápido y tan solo pude esperar sentado a que un milagro sucediera y te devolviera lo que mi estupidez te arrebató. 

Los villancicos se escuchan desde lejos, las campanadas se hacen más fluidas, las sonrisas se vuelven más agudas, los abrazos se convierten en felicidad, los saludos se tornan más simpáticos, las palabras se transforman en gratitud; pero, ya no consigo entender lo que tratan de festejar. 

Los colores de la Navidad… ya no tienen lugar en mi corazón 

Mis ojos acompañaban la humedad que me ofrecía la melancólica oscuridad de la noche; el viento soplaba con más fuerza mis pestañas, haciéndolas llegar tan alto como el vuelo de mis emociones, durante la eterna soledad de mis lágrimas; el chapoteo de la lluvia, elevaba el polvo de mi fracaso y me obligaba a mantener los ojos abiertos ante la realidad de mi triste miseria. 

Tan solo faltan cinco días… pero mis recuerdos ya están haciendo un lío en mí. No me siento bien, las manos me tiemblan, los ojos me arden, el pecho me aprieta, mi garganta se seca, la nariz se me cierra, mi espalda me duele, mi cabeza me punza, mi barriga se agita, mis pies me arden, mis hombros se caen, mis piernas se cansan, mis brazos se adormecen; pero, igual seguiré. 

Una sonrisa… es incapaz de mostrar el mismo brillo dos veces. 

… 

… 

El tono de llamada comenzó a acompañar el ritmo de mis pasos, como la efímera obertura que hacía falta en la tormenta de mis días. Me detuve por un segundo ante la mirada atónita de la luna, mientras que de mis húmedos bolsillos sacaba mi teléfono. 

“¿Ya es hora?” Pregunté ante el silencio que se percibía del otro lado de la llamada. Pero, lo entiendo. ¿Cómo podrías decirle a una persona… que el tiempo está por determinar el final de su esperanza? ¿Cómo tratarías de explicarle… que su ilusión no conocerá la dicha de volverse realidad? 

“Sí, aquí te espero.”  

“Ya veo.” Respondí mientras, detenidamente, miraba por última vez el cielo, antes de empezar a correr bajo la lluvia, sobre el barro, entre las frías calles de la ciudad, a través de la brisa, en contra de la oscuridad, hacia al borde de la neblina, ante la presencia de la humedad, durante la opacidad de la noche. 

“Estoy cerca, nos vemos ahí.” –Colgué– 

El remordimiento… es la peor respuesta a tus dudas. 

Si tan solo te hubiese entregado todo de mí, no estarías así en estos momentos; si tan solo te hubiese priorizado más que al trabajo, no me sentiría así; si tan solo me hubiese enfocado en cuidar tu sonrisa, no lloraría de esta manera. Una persona tan incompetente como yo, no se merecía un lugar tan alto dentro de tus sentimientos. 

Se suponía que esto no volvería a ocurrir. La cuenta regresiva está por volver a empezar y con ello, todos los recuerdos vuelven a mí, como agujas que buscan acabar con mi estabilidad; el día, en el que mi llanto no conoció límite alguno, está por llegar; el día, en donde el brillo de tus ojos se apagó por completo, se llama Navidad. 

El invierno ya había empezado…. y mi corazón…. sufría por ello. 


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“Esperamos que este año sea uno de los mejores para usted y su familia, es por eso que decidimos regalar un obsequio a cada persona que nos visite durante estas fechas. Todos los empleados, aquí presentes, le deseamos una feliz Navidad.” 

“Tome, este obsequio es para usted. Espero que tenga una feliz noche… Alice.” 

… 

“Gracias.” 

… 

Es difícil de recordar desde cuándo comencé a reconocer cada detalle de estas blancas paredes, como si de mi hogar se tratara; es imposible imaginar el porqué tengo grabado en mi memoria, cada apellido de las personas que se alojan aquí, como si formarán parte de mí. Talvez, mis recuerdos crearon una imagen de lo que representa mis sentimientos, dentro de estos pasillos; talvez, todo se me hace tan familiar, porque es como si mi hogar estuviera aquí mismo, junto a ti. 

Estas brillantes luces, jamás iluminaron mis ojos de la misma manera; llegaba febrero y mis párpados ya sufrían por la tormenta agridulce que producía mi ceguera. Mis pies ya conocen este mismo recorrido, como si fuera el único que existiera en mi pesar; mis manos ya sienten la misma sensación de frialdad en el ambiente, como la primera que anduve por aquí, con un nudo en la garganta y con mis ojos a punto de llorar. 

Las emociones… no sobrellevan toda una vida. 

Ya llega esa fecha, pero es difícil de sentir el mismo entusiasmo que, muchas veces, vi en tus ojos cuando hablabas de la Navidad; tal vez, siempre nos disgustó la idea de perder el tiempo, o tal vez, nunca la llegamos a comprender de verdad. Desde tu ausencia, el color que alguna hubo en nuestro hogar, se desvaneció por completo; las sonrisas que alguna vez se asentaron en nuestro corazón, conocieron un final. Talvez, solo eras tú la que les daba un significado bello a nuestros sentimientos. 

Imaginar que hace tres años, jalabas de mi vestido mientras que tus ojos señalaban con ilusión una estrella en el cielo; “Pondré esa luz en nuestro árbol” decías mientras corrías bajo la débil nevada; tus pasos parecían tan pequeños en comparación con los nuestros, pero, la velocidad a la que crecía tu corazón, jamás podremos igualarla. Fuiste tú quien llenaba nuestros días de alegría. 

El llanto… solo es otra forma de pedir disculpas. 

Las huellas de tu camino fueron borradas por la frialdad de la nieve, pero aún recuerdo tus pasos como la seguridad de una luz, a punto de cruzar su destino; la melodía de tu voz solo puede ser escuchada por el afán de mis recuerdos, como una memoria de lo que siempre fue: el mejor de los poemas primaverales. 

Llegar a casa y escuchar el sonido de la puerta abriéndose estrepitosamente, me hacía muy feliz; percibir el son de tus pasos mientras que, de las escaleras, oía un chirrido, me hacía sentir afortunada; sentir el samaqueo en el piso mientras que, desde la sala, veía el correr de una flor, me hacía llorar de alegría; mirar el brincar de tu cuerpo mientras que, poco a poco, mis brazos te acogían, me hacía agradecer al cielo… por estar viva. 

La esperanza… es el peor puñal cuando no existe una salida. 

La puerta de mis miedos ya está en frente de mí; pasar y poner una sonrisa en mi rostro, cada vez me cuesta más; llenar mis expectativas antes de sentir, solo me destruye por dentro; hablar antes de sufrir, me duele. Ya no sé qué cara debería poner cuando te veo; mi garganta se aprieta cada vez que mis ojos encuentran una manera de sentir la nostalgia; mis palabras salen como vendas que buscan parar la hemorragia en mi corazón y en mi alma. 

Decidí jamás abandonarte, pero no hice nada para cumplir ello. Mi cabeza pide a gritos que te abrace, pero mis brazos me dicen que no puedo. Estás sufriendo durante la época que más te llenaba de ilusión y tan solo puedo mirarte con la impotencia que me caracteriza. El dolor en mi pecho no se detiene, mi conciencia llora a muerte cada preámbulo de tu desdicha.  

El destino… jamás está teñido de un solo color. 

“Alice.” 

… 

“Estoy aquí.” 

“Lo sé.” 

“¿Entramos?” 

… 

“Sí.” 

… 

Agarro la perilla, pero soy incapaz de darle vuelta; mis manos tiemblan por el miedo que les causa la realidad de las cosas. Mis sentimientos no están dispuestos a seguir viéndote de esa manera; mi corazón se parte en mil pedazos cada vez que mi alma recuerda a la tuya, como un atroz invierno durante la estadía de la débil primavera. 

“Estoy contigo.” 

… 

“Gracias.” 
“Probablemente, sin el calor de tus manos, ya me habría vuelto loca. Pero sé que tu también estás a mi lado, en las buenas y en las malas, sin importar la gravedad de las cosas.” 

“Abrámosla juntos, así compartiremos lo que el destino nos depare.” 

La navidad estaba tan cerca… y mis lágrimas… caían por ello. 

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En el texto hay: tristeza, navidad, realidad

Editado: 21.12.2021

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