Los colores de la esperanza

A ciegas

25 de diciembre de 2021

Cada vez que abro los ojos, veo una luz enfrente de mí. Extiendo los brazos para poder alcanzarla, pero, lentamente, se disipa bajo las gotas de lluvia. Volteo hacia atrás en busca de refugio: veo más luces a mi alrededor. Doy unos pasos para poder atraparlas: cada una de ellas se elevan hasta el azul del cielo. Susurros empiezan a abrirse paso en mi cabeza: lágrimas emergen de mis ojos. La oscuridad comienza a adentrarse en mi sentir: mis emociones se tornan más confusas. Todo está vacío. El extenso blanco rodea mi cuerpo. Termino por sentarme bajo el frío. Todo había sido un sueño. 

Despierto en mi cama, durante la compañía del silencio. Mis ojos se encuentran con la palidez del techo, con una indiferencia de por sí. Mis manos sienten la calidez de la manta, al igual que cada parte de mi cuerpo; pero, mis orejas eran la excepción, pues, estaban totalmente heladas, a comparación de mi bostezo. 

Me deshice de la sabana y me senté sobre el borde de la cama. Me detuve a pensar, por un momento, sobre el significado de mi sueño mientras trataba de despegar mis ojos de la comodidad del cerrar. El despertador comenzó a vibrar al lado de mi ropero y con ello, toda sensación de somnolencia se terminó por apagar en un leve parpadeo más de mis ojos. Llevé una mano a mi rostro para deshacer la comezón en mis mejillas que tanto me venía molestando, desde que había empezado a despertar. 

Bajé de la cama. La brisa recorría mi cuerpo, pero no lo suficiente para sentir la helada en mis pies. El suelo se sentía cálido al contacto con mis dedos, tanto que olvidaba por completo que estaba caminando descalza. Mi cuerpo se sentía extraño, pero no le tomé importancia y seguí caminando entre el aroma de lo incierto. Me dirigí hacia la puerta, no lo noté enseguida, pero estaba levemente abierta y, a través de ella, se podía observar la humedad de unas huellas que se habían formado en el pasillo. Miré hacia el techo, pero al poco de hacerlo, mis dudas se extendieron. Desde el suelo del ático, se desprendían pequeñas gotas de agua, las cuales terminaban por reunirse en el mismo charco, durante el mismo tiempo que mantuve la mirada fija.  

Seguí avanzando. Una melodía agradable comenzó a escucharse a través de las paredes, como si tratara de agudizar la sensación de ensueño que tanto me costó mantener a raya. No era solo eso, pisadas como de un tierno baile se lograban percibir al son de la música. Al parecer, las pequeñas estrofas provenían del primer piso de la casa; y yo, por supuesto, me emocioné al saber que el silencio, por fin, había sido opacado por la alegría de vivir un día sin igual. 

Mientras dibujaba una sonrisa en mi rostro, bajé rápidamente por las escaleras, pero, apenas llegué a tocar la primera planta… todo se apagó. Con cada paso que daba, las paredes se iban despidiendo del color marrón, hasta volverse simplemente oscuridad. El pequeño árbol que ofrecía vida al lugar, poco a poco, fue consumido por el inmenso vacío que comenzaba a desplegarse en cada esfera de color. Sin importar por qué ángulo mirase, todo a mi alrededor se sumergía en la inmensa soledad que desprendía las sombrías estancias, desde el fondo de mi corazón. 

“Mamá, papá.” Eran las únicas palabras que tenía en mi cabeza. Corrí por toda la casa tratando de encontrarlos, para que me ayudaran a calmar el dolor en mi pecho; el cual, con cada suspiro que dejaba escapar, se hacía más intenso. El temblor en mis manos se hacía más continuo y mientras trataba de tranquilizarme con mis palabras, mi saliva buscaba ahogarme en el fondo de mis miedos más desgarradores, como el estar sola. 

“¿Dónde están?” 

El silencio se hacía más agudo con el paso del tiempo, tanto que podía escuchar el lamento de las horas, tratando de apaciguar mi llanto inoportuno. Durante los momentos que pasé ‘entrando y saliendo’ de las habitaciones, no encontré respuesta alguna a mis miedos; como si fuera la única forma de decirme que, todo mi esfuerzo había sido en vano; como si trataran de explicarme que, sin importar lo mucho que intente buscar mi comodidad, jamás encontraría lo que tanto anhelo. 

… 

“Tengo miedo.” 

… 

Todo a mi alrededor se desmoronaba. El suelo comenzaba a desprenderse de sí mismo, dejando un vacío y un sentimiento de inseguridad en mi corazón. Las paredes se torcían irremediablemente, las luces terminaban por apagarse, las sillas se quebraban entre ellas, las ventanas se rasgaban duramente; pero, yo seguía ahí adentro. Ya no quedaba nada para mí. 

… 

(“Chloe.”) 

… 

(“Chloe.”) 

“¡¿M-Mamá? ¿E-Eres tú? ¿Dónde estás?!” 

… 

“¡¿Mamá?!” 

Cada paso mío, hacia adelante, era una tabla menos de madera en el suelo. No podía retroceder, aunque quisiera. No podía avanzar sin criterio. “¿Dónde están?” Era mi única preocupación. A un solo paso de adentrarme en el inmenso agujero de la soledad, logré escuchar el chirrido de la puerta abriéndose detrás de mí. 

“Vamos a festejar, Chloe.” 

Volteé. Las paredes que rodeaban la puerta, ya se habían quedado sin color. El suelo, completamente agrio, se alejaba cada vez más de mis pies. La puerta estaba a punto de cerrarse nuevamente, pero, pude ver la mano de mi padre tratando de mantenerla abierta, a como dé lugar. 

“Aquí te esperamos.” 

Miré una vez más la frialdad de las cosas, detrás de mí, antes de correr con todas mis fuerzas hacia las voces de mi alegría. Ya no quedaba nada en la casa, solo quería salir allí. 

“Tú puedes.” 

– Salí –  

El día estaba nublado, pero podía notar el volar de las aves sobre la eterna rigidez de su trayecto. El sol no parecía estar presente en aquel entonces, pero, aun así, sentí un poco de su efímera compañía, a mi lado. Casas a la distancia, se lograban ver gracias a las luces de colores que tenían por adornos. Personas cantando y bailando se podían ver por todas partes, con una sonrisa de alegría. Campanadas y villancicos se hacían más circundantes durante el festejo y algarabía. 

“Estamos para ti.” 

…  

“¿A dónde se han ido?” 

… 

Miré atrás de mí, pero ya no había nada; parecía como si la brisa se hubiese llevado la única forma de sentir la desesperación, muy lejos de aquí. Las huellas en la nieve, eran la única forma de saber mi próximo destino. Las palabras que escuché, me motivaban a tomar mi próxima decisión. 

“Tengo que seguirlos ¿verdad?” 

****** 

Siento una suavidez en mis manos, como si acariciara el tierno pelaje de un pequeño gato, durante una noche tan fina. Al borde de mis hombros, percibo el abrazo de una pequeña humedad que va acercándose cada vez más a mi rostro. “¿Por qué es tan tranquilo?” Pensé mientras extendía mi brazo hacia el cielo. No tapé nada más que las nubes, pero con ello, me sentí a gusto conmigo misma. 

Tumbada sobre la nieve, así era como había estado hace unos instantes; palpando la tierna suavidad de su naturaleza, así era como me había adentrado a la quietud de mi pensar. No estaba dentro de una casa, mucho menos dentro de una habitación; me encontraba rodeada de canciones, al lado de un pequeño árbol cubierto de los más grandes dotes de la perfección. 

Me limité a observar más allá de mí, pero casi nada podía percibir dada a la niebla que, poco a poco, se asentaba cada vez más en mi alrededor; dejando así en claro, la forma más concreta de sentir la emoción de vivir un día diferente a la vez. El frío seguía haciendo volar cada parte de mi cabello; realzando, de todas maneras, la frescura del invierno que había permanecido en silencio durante tanto tiempo.  

“Es un buen momento.” Dije mientras me terminaba por levantar del suelo. Sacudí mis pantalones, al igual que mis mangas y me preparé para dar una larga caminata durante la mañana más tierna y blanca que había conocido. Suspiré levemente, para luego emprender la marcha hacia el calor más dócil y tenue que desprendía lo desconocido.  

“Tan solo espérenme.” 

La nieve seguía cayendo sobre las iluminadas calles de la ciudad. El frío seguía haciendo acto de presencia durante los largos tramos de mi recorrido. Los automóviles se ponían de acuerdo para dejar de aparecer, justo cuando quería avanzar. Las canciones subían de tono, cada vez que sentían que no las llegaba a escuchar de verdad. El cielo cambiaba de color durante los tramos más felices de mi camino. Las nubes formaban sensaciones indescriptibles de mencionar, con tal de agradecer el tiempo que me tomaba para llevarlos conmigo. La humedad del ambiente fue remplazada por un sentimiento de alegría incandescente y, sin duda, estaba a gusto con ello. 

“Los abrazaré a penas los vea.” 

El largo circulo de color blanco, al final de la carretera, no se ve tan mal. 

Una estrella muere… cuando conoce el final de su destino. 

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Si tan solo pudiera pensar en lo que dejaba atrás, con cada sonrisa fingida, jamás podría intentar avanzar de nuevo, mientras intento esquivar la soledad que me agobia durante su ausencia. Si tan solo pudiera recordar cada segundo que viví a su lado, durante el eterno amanecer de sus ojos, no sería capaz de mantener la compostura, en medio del desesperante silencio que abunda en estos momentos. 

No recordaba que las palabras fueran tan duras de escuchar, mucho menos cuando venían de la boca de un extraño; pero, la crudeza de realidad jamás dejaría sin respuesta a cada decisión estúpida de mi parte. El dolor en mi pecho, no es solo un sentimiento de tristeza que va dejando inestabilidad en mis emociones; no solo es un sentimiento de culpa que va demostrando mi remordimiento por doquier; también me destruye por dentro, saca lo peor lo de mí y me obliga a balancearme sobre la cuerda de la depresión. 

Sé que yo me lo busqué, al jamás estar atento con mi familia. Sé que todo esto es mi culpa, por intentar recoger lo pedazos rotos de un corazón tan afligido por mi egoísmo. Sé que soy la peor persona posible, para sentir pena cuando ya todo está hecho. Sé que ella no se merecía una persona tan patética de padre, como lo fui yo en todo momento. 

Sin embargo, no entiendo por qué mis ojos no dejan de llorar. Se supone que debería hacer algo para intentar remediar mis errores. No debería estar llorando, cuando tengo que tratar de devolverle la sonrisa que le robé. No tengo tiempo para detenerme a pensar, debería estar corriendo a abrazarla tan fuerte como si fuera la primera vez. Pero, no puedo. Mis piernas no me dejan avanzar. Mi garganta no me deja soltar ninguna palabra de ayuda. Mis manos no dejan de temblar. ¿Si todo esto es mi culpa, por qué ella está pagando por ello? 

… 

“D-Disculpe, ¿Podría repetir lo que dijo, doctor?” 

… 

“Lamento darles esta noticia durante una noche tan especial, como debería ser esta; pero, aunque fuera por una buena causa, no podría mentirles de la peor manera y darles falsas esperanzas, aunque quisiera. La verdad es que no siempre habrá días buenos, por más que lo queramos. A través de alegría, siempre se esconde la tristeza de alguien más; muchas veces lo ignoramos y evitamos involucrarnos con la naturaleza de la vida, pero, cuando afecta a alguien que queremos demasiado, es cuando mejor aprendemos a vivir con las desgracias que nos rodean. Aprender a ser fuertes, nunca será tarea fácil, pero, tratemos de mejorar cada día, por los que esperan a ser recibidos con una sonrisa.” 

… 

“Durante el choque, su hija sufrió un fuerte golpe en la cabeza, el cual le causó el estado de coma por Traumatismo craneoencefálico. Hicimos todo lo que pudimos para intentar traerla de vuelta, pero, no resultó. Ahora todo dependerá de ella. Espero, realmente de todo corazón, que su hija se reúna lo más pronto posible con ustedes y que la magia de la navidad, los envuelva en su milagro. 

… 

“Eso es todo. Buenas noches.” 

… 

La navidad había llegado… pero tú ya no estabas para celebrarlo conmigo. 
 



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En el texto hay: tristeza, navidad, realidad

Editado: 21.12.2021

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