Recostados sobre la cama, tracé una línea sobre su nariz con mis dedos de una manera lenta, observando lo bonita que era, podría admirarla por el resto de mi vida si ella me lo permitía. Ella cerró un momento sus ojos, todo era tan silencioso, bajo las sábanas de esta cabaña todo era tranquilo y lleno de una paz en la que podría acostumbrarme tan rápido.
—¿Cielo? —Le susurré.
Y sin abrir los ojos aún soltó un pequeño susurro, mostrándome lo cómoda que se encontraba. —¿sí? —Pregunta, y beso su frente.
—¿Cómo te sientes? —Pregunto tranquilo, no teníamos tanto tiempo a solas, así que no pude preguntarle mucho sobre cómo se sentía.
—¿A qué te refieres? —Pregunta, abriendo sus ojos al fin, mis dedos se detienen en su mejilla y me acerco a besarle cortamente.
—A lo de anoche…—Dije y le sonreí. —Soy un idiota por no preguntar antes. —Menciono. —Con todo lo de Jimmy y los demás, no te pregunté… ¿te duele algo? —Pregunté y ella toma mi mano y la besa. —¿Quieres hablar de algo respecto a nuestra noche juntos? ¿Quieres que cambie algo?
Sus comisuras se elevan y niega. —Es un lindo detalle que preguntes, mi amor. —Dice y una ligera sonrisa está en mis labios. —Siento que mis piernas aún duelen. —Se ríe y me abraza, uniéndose más a mi cuerpo. —Fue difícil fingir que no lo hacían en todo el día entero. —Me reí.
—Lo siento tanto. —Le digo y ella niega.
—Está bien, creo que es algo normal…no sabíamos cómo reaccionarían.
Asentí y luego negué. — No puedo creer que hayamos durado un mes entero ocultando esto…sintiendo esa angustia…y ahora que ellos saben…se siente una gran carga menos. —Le dije.
—Siento lo mismo. —Dice y mis manos la rodean, beso su cabellera. —Yo…lo lamento. —Me dice y me veo extrañado en sus palabras. —Quizá si no hubiera sido tan paranoica desde el principio, no habríamos generado una red de mentiras y todo esto. —Me dice. —Sólo temía que no lo aceptaran. —Dice sincera.
Negué. —¿Por qué no lo harían? —Pregunté. —Para eso son los amigos ¿no? Para estar en las buenas y en las malas. —Ella me mira. —Los amigos son felices al ver al otro feliz, sé que hubieran entendido lo nuestro desde un principio. —Le aseguré.
Ella me sonríe y me abraza.
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Camino a casa estaba recostado sobre sus piernas, ella acariciaba mi cabello lentamente, mientras que sus ojos estaban sobre el camino. Comencé a sentir esa paz que siempre solía darme la chica que está conmigo.
Al detenernos frente a su casa, le pago al taxista y comienzo a bajar las maletas. Ella me mira, sus abuelos estaban en la entrada, ambos con una sonrisa esperándonos. Joanne llega hasta ellos y los abraza, su abuelita la besa muy alegre y luego su abuelo.
Dejo las maletas aún lado y les sonrío. —Muchacho. —Me dice su abuelo. —Feliz cumpleaños muy atrasado. —Me abraza y le respondo. — Espero que se la hayan pasado muy bien.
Siento un poco de pena verlo ahora a los ojos y me siento muy nervioso. — Absolutamente, abuelo. — Se ríe Joanne y comienzo a sentirme incómodo por la cambiante mirada de su abuelo hacia nosotros.
— Sí, en realidad, la pasamos muy bien todos. Fue un excelente viaje. — Le dije y mire a las dos mujeres que están con una sonrisa cómplice, siento toda la presión del mundo. — Gracias.
Juntos entramos a la casa, tomábamos un poco de café, sus abuelos amaban el café y sabía que no era costumbre suya tomar té, y eso me gustaba mucho. La calidez de hogar me abraza estando en la cocina, el sr. Lean ve las televisión mientras que los tres estamos en la cocina.
— Espero que te guste, hijo. — Dice su abuela. — Lo he horneado para ti. — Saca un pequeño pastel casero, haciendo que mi pecho se comprima de gratitud y cariño.
— Es fabuloso, me encanta, muchas gracias. — Le digo y le ayudo a sostenerlo. — Joanne, ¿puedes darme un belduque? — Le pido y ella asiente, tomándolo y dándomelo en segundos.
— ¿Lo partirás aquí? — Me mira. — ¿No quieres esperar a partirlo con tu padre? —Me pregunta amablemente su abuelita.
—En realidad, él no está en casa, vuelve hasta mañana y me haría muy orgulloso poder compartirlo con mi segunda familia. —Le digo y los ojos de la señora Lean están llenos de emociones. —¿Me acompañan?
Ellos asienten, mientras estábamos comiendo el pastel y pasándola bien, el teléfono suena.
—Yo contesto. —Dice Joanne y se levanta a contestar.
—¿Diga? —Se escucha y continúa hablando. —¿En qué cruce? —Se ve preocupada, mientras la observo hablar por el teléfono.
La Sra. Lean observa hacia Joanne, quién ha quitado su sonrisa del rostro. Mientras que su abuelo continúa platicándome acerca de cómo fue que dejaron todo para venirse a vivir acá. —Fue una locura, sólo me enteré, renuncié a mi trabajo y le llamé a Isabel (La Sra. Lean) diciéndole que nos iríamos a Londres en busca de Joanne. —Le sonreí.
—Debió ser muy difícil tomar la decisión. —Le digo tomando del café que tengo en mis manos. —Dejar todo en segundos.
Él asiente. —No tanto. —Sonríe. —El amor que le tenemos a Joanne va más allá de todo lo que dejamos en México. —Le sonreí y sé ahora que está rodeada de gente que la ama, que la protege y eso era lo único que ella se merecía.
Joanne cuelga el teléfono y su rostro parece horrorizado, ese sentimiento de preocupación llega a la boca de mi estómago. —¿Qué sucede, linda? —Le pregunto. —¿Quién era?
Sus ojos se cristalizan y me miran. —J-Jackson es tu papá. —Dice y siento como la sangre fluye por todo mi cuerpo en una velocidad que no puedo descifrar, me levanto. —Tuvo un accidente en la carretera. Y-Y parece ser grave. —Me mira y me quedo paralizado.
—¿D-Dónde? —Le digo.
El abuelo de Joanne maneja a toda velocidad, se detiene y antes de que lo haga completamente, abro la puerta y corro hacia él. —¡Papá! —Digo con el nudo en la garganta, sintiendo el latido de mi corazón sonar por todo mi cuerpo.