Los colores del alma|lg(b)tq+

Capítulo 58. El beso bajo la lluvia un torbellino de emociones.

Quería ser el hombre que la amara por el resto de su vida, sólo si ella quería, quería ser el hombre que la sostuviera, si ella quería que fuera así, no sería el hombre que la obligaría a hacer eso.

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La alarma suena y medio dormido, estiro mi mano y la apago de un golpe.

Frustrado y cansado, exhalé. Tallé mi rostro y decidí levantarme de una vez, estaba exhausto de haber limpiado hasta tarde, no tengo idea de cómo tuve la fuerza de voluntad de aún bañarme y ponerme la pijama, estando tan cansado anoche.

Tomé una sudadera, sin importarme que aún estaba en pijama y salí de casa. Aunque era mi día de descanso, acompañaría a Joanne al café. La mañana estaba fresca y esperaba por ella afuera, el sol apenas comenzaba a asomarse. Ella se asoma y me saluda, con sus mejillas rojizas.

Sonreí y la saludé con la mano.

—¡Adiós, abuelos, los quiero! —Grita y sale contenta.

“¿De dónde sacaba esa alegría esta mujer siempre?”

Sonreí ampliamente y ella corre a abrazarme. —¡Hola, mi amor! —Dice y me llena de besos los labios, comencé a reír. Rodeándola con mis manos, su cabello estaba húmedo, ¡por dios! Iba a enfermarse.

—Hola, Luci. —Le digo y ella borra su sonrisa.

—¿Luci? —Dice y sus ojos están preocupados. —¿Quién es Luci? —Pregunta algo preocupada, fruncí el ceño.

—No me has dejado terminar. —Reí. —Luci es por luciérnaga. Porque siempre estás encendida con esa alegría. —Le digo y ella parece algo aliviada y se ríe. —No comprendo porque te has preocupado. —Le digo sin entender,

Ella besa rápido mis labios y vuelve a rodearme del cuello. —Luci, es nombre de chica en México. —Me dice y ahora entiendo que al escucharme ha creído que he dicho el nombre de alguna otra chica.

Abro los ojos en pena. —Vaya, mierda. —Comencé a reír. —Lo lamento. —Le digo y ella asiente y me besa.

Observé que sólo traía un abrigo delgado. Me preocupaba que estaba recién bañada y con el frío de esta mañana se enfermara.

—Mierda, Lean. ¿Quieres matarme, cierto? —Le digo. —¿Quieres por favor ir adentro por un suéter más grueso? —Le digo y ella niega.

—No seas un gruñón, vamos que si no me rebajaran la primera hora.

Y comienza a caminar risueña. A medida que la alcanzo comienzo a quitarme la sudadera y entregándosela, quedando en manga larga. —Ponte esto. —Le digo y ella me mira.

—No, tú abrígate. —Me mira. —Estoy bien, en serio.

—Joanne. —Le digo, pero ella no me hace caso. Y comienza a correr, parece estar muy alegre el día de hoy.

Paramos frente a la cafetería y se despide con un pequeño beso. —Nos vemos, mi amor. —Dice sonriente y le sonrío después de ese pequeño beso.

—Vendré a las seis por ti. —Le sonrío y ella asiente. —Que tengas un bonito día, preciosa.

Ella sonríe y entra.

Joanne había pedido permiso de quedarse más tiempo el día de hoy, como tiempo extra y le han aceptado, y estaba de acuerdo con ello, así ella podría alcanzarle los pagos de su universidad.

Cerré la puerta detrás de mí, sintiéndome más en calor, comencé a hacer el desayuno y después levanté a mi padre. Él se levantó con las muletas y comenzó a bañarse, estaba sentado en la cama, esperando por él, él sale y me mira.

—No es necesario que hagas esto. —Me dice, sé que él está tratando de seguir adelante, sé que se le dificulta, pero siento que debo al menos ayudarle, estar al pendiente por si llega a caerse, sé que es alguien autosuficiente, sólo no me acostumbro a esto.

—Pero quiero estar al pendiente. —Le digo y veo que avanza como puede con las muletas y se sienta en la cama. —Siento que necesitas de mí, al menos un poco, y… debo estar para ti.

Él me mira y asiente. —Jackson, estoy bien ¿sí? —Me mira. —No necesito que estés haciendo esto, déjame hacerlo por mí mismo ¿bien? —Lo miré y asentí. —Gracias, hijo. Ve por Elena.

Sin más fui con Elena y le avisé que desayunaríamos juntos.

Pronto los tres estábamos en el comedor, desayunando, había una cierta conversación repentina. Las horas pasan rápidas y el timbre suena. Y sé que es Oliver, ya estaba listo con las maletas.

Oliver Huddman. Era un tipo alto, algo egocéntrico, pero amable. Estimaba mucho a mi padre, y sé que estaría bien con él, por estos días, lo que menos quería era que se deprimiera, le ayudé a subir las maletas y me despedí de él.

—Cuídate, ¿bien? —Le pido y él asiente. —Oliver, si ocupas algo, por favor házmelo saber. —Le pido.

—No te preocupes, hijo. Está en buenas manos.

Asentí y Elena se acerca a despedirse de mi padre. Pronto ellos se marchan en la camioneta en la que venía Oliver.

—Tranquilo, estará bien. —Me dice, Elena y asentí.

El reloj marcaba las cuatro, y estaba empacando las cosas que necesitaría para la cita con Joanne. Elena estaba en el sofá y me mira algo sonriente.

Me reí. —¿Qué sucede? —Le pregunto. —Has estado ahí sonriente de todo lo que hago.

Ella se levanta y se acerca a la mesa. —Bueno, me parece muy romántico que le vayas a hacer un picnic a Joanne. —Me dice y siento como mis mejillas se sonrojan. —Aunque han dicho que el clima va a empeorar ¿sabías?

La miré. —No, no es así. —Le digo preocupado.

—Claro que sí, señor romántico, lo han anunciado el día de hoy. —Me dice riendo.

Froté mi rostro. —Mierda. —Digo.

Ella comienza a reír. —Tranquilízate, ¿Por qué no se lo haces aquí? —La observo. Y entonces sus siguientes palabras son en doble sentido—¡Oh! Por mí no te preocupes. —Sonríe traviesa. —Que hoy no llegaré a dormir. —Me dice y sé que trae algo entre manos.

Comencé a reír. —No será así. —Le digo, riendo. —Sólo es una cena. No todo es sexo, Elena.

Ella se ríe. —Sí, claro. —Dice sin creerme. —Como quiera, no llegaré esta noche. —Me avisa. —Saldré con alguien hoy.

Sonreí y la miré. —¿Cuándo pensabas decírmelo? —Le dije sorprendido.




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