Un extraño sentimiento se coloca en el pecho. Y negué.
—Espera, en tres minutos estoy lista. —Me dice, preocupada.
—Seguro, preciosa, tomate tu tiempo. —Le dije en un tono elevado para que me escuchara.
"Sólo llevalo"—Me dije a mi mismo.
Comencé a cambiarme y guardé el cofre en el bolsillo de mi pantalón pijama.
Joanne sale de bañarse y me mira ya cambiado. Secaba su cabello con la toalla y me observa.
—Pensé que ibas a bañarte. —Me dice, empezando a peinarse.
—Quería hacerlo, pero lo dejaré para más tarde.
Ella asiente y termina de alistarse.
Múnich nos ofrecía una noche estrellada, muy preciosa en realidad, sostenía la mano de mi Joanne, sus mejillas estaban rojizas y me mira muy feliz.
Le sonreí al notarla emocionada por el paseo tranquilo que dábamos.
Al verla observar la ciudad con esa emoción, sólo pasaba por mi mente la idea de que Joanne era un rayo de luz, era un ser lleno de alegría y una admiradora por los pequeños detalles.
La observaba enamorado todo el tiempo, teniendo de fondo las risas de las demás personas a nuestro alrededor.
Mi otra mano libre está en mi bolsillo, donde estaba el cofre del anillo.
“Sólo ten el maldito valor, Williams”
Mi estomago está hormigueando.
—¿Joanne?
Ella me mira nuevamente.
—¿Sí? —Sonríe.
Me quedé unos segundos callado, pensando en lo que estaba por hacer, pensando en las posibles consecuencias que podrían suceder.
—Quiero llevarte a un lugar. —Le digo algo nervioso y ella sonríe, mientras que se pone igual de nerviosa. —¿Vamos?
Ella algo dudosa, curiosa y nerviosa asiente.
Llegamos a ese restaurante al aire libre en el que había hecho reservación hace casi una hora. Caminábamos tomados de la mano, mientras ella me mira.
Se detiene y entonces me detengo.
—Oh, no. —Expresa. —No pensarás que nos metamos ahí, vestidos así, ¿cierto? —Dice algo nerviosa.
Comencé a reír. —Dijiste que correrías riesgos conmigo, ¿qué sucede? —Le digo divertido.
Ella me mira y luego se ríe. —Mierda, esto será divertido.
Sus labios expresan, pero realmente sé que está algo nerviosa. Me reí y entonces ella decide entrar.
Treinta y cinco minutos pasaron y nosotros seguíamos esperando por nuestros pedidos.
Las personas a nuestro alrededor nos observaban, quizá porque éramos jóvenes, o quizá porque vestíamos pijama en un lugar elegante, o sólo quizá por ambas opciones. Teníamos la noche entera para seguir admirándonos, para seguir apreciando las mejillas rojizas el uno al otro, la noche entera para darnos cuenta mediante esos ojos brillosos sólo eran una prueba fehaciente de nuestro amor.
Mi mano está sobre la suya, acariciándola, observando con sus mejillas siguen tiñéndose aún más.
—¿Por qué me miras tanto? —Se ríe algo nerviosa y se acerca un poco más.
Estaba realmente mudo por su belleza y todo lo que mi cuerpo estaba sintiendo ahora mismo. Negué silenciosamente, sin siquiera poder hablar, siendo un idiota ante sus ojos.
Mientras que mi cabeza sólo fantaseaba con tenerla a mi lado por el resto de mi vida.
“Lean, prometo que ser tuyo por el resto de mi vida.”
Ella se pone algo nerviosa, realmente también yo lo estaba, quería hablar, pronunciar algo, pero no podía, estaba nervioso de saber si ella aceptaría estar conmigo siempre.
—Todo el mundo pensará que te he hecho alguna brujería, Williams. —Se acerca un poco, sonriendo con ese par de mejillas rojizas.
—¿Todo el mundo? —Susurré en un tono apenas audible y observando sus labios.
Ella asiente, observando mis labios, manteniendo poca distancia. —Sí, todo el mundo.
—El único pensamiento que me importa es el que tenga mi mundo, y ese mundo lo eres tú. —Susurré.
Ella sonríe y al fin une sus labios, sus manos delgadas toman mi rostro con delicadeza y me atraen un poco más a ella, mi mano sube a su mejilla una vez que nuestros labios se separaron.
—Me encanta cuando te pones meloso. —Susurra y mis comisuras se elevan. —Debo compensarte por ello ¿no es así? —Dice jugando. —¿Debería usar la lencería blanca, la roja o la negra?
Solté una carcajada y ella me acompañó.
—¿Crees que sólo soy meloso por que quiero hacer el amor? —Dije distanciándome un poco y cruzando mis brazos, algo divertido de esto.
Ella estaba a punto de hablar, pero el mesero llega con el helado que había pedido Joanne.
—Su orden, señorita. —Dejó el plato de cristal de lado de Joanne y a mí un pequeño pastel de chocolate. Realmente no traíamos mucho dinero, quizá no era una cena romántica por completo, pero Joanne estaba conmigo, acompañándome en pijama y comiendo postres baratos del menú en un lugar donde venían altos ejecutivos de empresas importantes, elegantes y egocéntricos, y sé que no cualquier persona te acompaña en estos momentos y estaba agradecido con la chica castaña.