Los Cuentos de Astaria

Capítulo X

Aquella noche se dio el gran anuncio durante la cena. Cuando todos los Rebeldes estuvieron sentados alrededor de la fogata, Flint y Raziem escoltaron a Swan y a Alice hasta el punto de reunión. Al ver pasar los dos pares de alas, los miembros del campamento soltaron improperios en voz alta y se enfurecieron. Un fornido elfo intentó abalanzarse sobre Swan para propinarle un puñetazo, pero Raziem lo detuvo. Le dedicó una severa mirada y lo empujó con fuerza para alejarlo de la princesa. Swan se mantuvo con la frente en alto y miraba al elfo fornido con indiferencia. Alice caminaba mirando en todas direcciones. Muchos otros Rebeldes se percataron de su inseguridad y se reían a sus espaldas. Un par de ellos incluso escupió a sus pies al tiempo que un tercero la insultaba. Flint se encargó de ellos, bastó con una severa mirada para que se tranquilizaran. No cabía duda de que Raziem prefería utilizar la fuerza bruta pues no dejó de dar empujones contra los sujetos que se atrevían a meterse con Swan.

Dispusieron una tarima de madera por encima de la gigantesca hoguera. El fuego ardía y las llamas se levantaban hasta toparse con un campo de fuerza de color azul que protegía la madera. En cada una de las cuatro esquinas había antorchas sujetas a cuatro largos y gruesos palos que servían para lograr una mejor iluminación de quien subiera a la tarima. Ahí ya se encontraban Henna, Blum, Sonya y Dristan, todos luciendo sus expresiones más serias y solemnes.

Tenían los brazos cruzados, Sonya llevaba ambas manos en las caderas. Los Rebeldes que ya ocupaban sus lugares miraban expectantes a sus líderes. Alice reconoció a Gora y Kruth entre la multitud, Kruth devoraba una pierna de cordero asada. Flint y Raziem condujeron a sus dos protegidas hasta un par de cajas de madera amontonadas cerca de la tarima a modo de escalones. No llegaban hasta la base de madera así que los dos muchachos tuvieron que levantar a Swan y Alice por la cintura para ayudarlas a subir. Estaban a casi tres metros por encima de la multitud, Alice sintió vértigo al mirar hacia abajo. Flint y Raziem ocuparon sus puestos junto a sus cuatro compañeros dejando a Alice y a Swan entre ellos. Los improperios seguían escuchándose. 

—¡A callar! —ordenó Sonya.

Se hizo el silencio entre los que permanecían abajo. Henna esperó unos segundos antes de comenzar a hablar. Su voz era potente, no había motivos para que alguien no pudiera escucharla. Alice miró a sus espaldas y se percató de que había muy pocos elfos ubicados en ese lado de la hoguera. Sin duda, la mayor parte de Rebeldes se habían situado de frente a los líderes para tener una mejor imagen de lo que ocurría allá arriba. 

—Como todos saben, en trece días hemos de reunirnos con la manada de Jaku para verificar los últimos detalles de nuestro ataque a la Ciudad Imperial. Esta noche tenemos un anuncio con respecto a esta reunión.

—Ya todos habrán notado el cambio que sufrió la humana —intervino Dristan—. También nos acompaña esta noche la princesa Swan.

—¡Zorra traidora!

El juramento se escuchó después de la presentación de Swan.

Un cuenco lleno de agua helada voló desde la multitud que escuchaba y se dirigió a toda velocidad hacia el rostro de Swan. La princesa ni siquiera se inmutó cuando Sonya hizo un amplio movimiento con el brazo izquierdo para desviar el proyectil mediante un hechizo de protección que emitió un resplandor de color celeste. El cuenco fue a dar a los pies de un par de niños pequeños, rubios y regordetes.

—¿Quién ha sido? —preguntó Henna.

Alice se sintió abrumada ante su furia. No hubo respuesta.

—¡Quiero que el valiente que lanzó eso contra la princesa, salga inmediatamente ante nuestros ojos! —ordenó Sonya.

Había que admitir que Sonya podía ser mucho más intimidante que Henna cuando se lo proponía. Un elfo lánguido y pelirrojo salió del grupo. Vestía con ropajes de colores verdosos y miraba a Swan con auténtico odio. Henna intercambió una mirada con Sonya y no se hizo esperar el castigo que iban a imponerle.

—¡Serás azotado cincuenta veces por tu insolencia! —exclamó Henna.

Alice se horrorizó a pesar de las exclamaciones de alivio que se escuchaban entre la multitud. Al parecer era un castigo demasiado suave para tan grave falta. La chica sintió lástima por aquél sujeto y se preguntó qué habría hecho ella al estar en su lugar. ¿Respetaría el título de Swan o la atacaría deliberadamente?

—Una falta de respeto así, entre nosotros, se castiga con la muerte —susurró Blum al oído de Alice—. Henna ha sido indulgente con ese sujeto.

Alice tenía muchas dudas, pero decidió esperar a que terminara la reunión. Henna le indicó a Dristan que continuara con una mirada impaciente. El chico asintió con la cabeza.

—Alice ha pasado tanto tiempo en nuestro mundo que ha comenzado a convertirse en una de nosotros —continuó Dristan—. Y las alas que han aparecido en su espalda sólo dejan lugar para una explicación: ¡Ella es la Gran Reina Alicia!

Se escucharon tantos murmullos que Alice sintió la necesidad de esconderse en un agujero bajo tierra. Un intenso rubor apareció en sus mejillas y agachó la mirada en un vano intento por ocultarse. 



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En el texto hay: elfos, aventuras y peleas, hechiceros

Editado: 13.03.2019

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