Muchos insectos cantaron esa mañana antes de que Lili comenzará su primer trabajo como niñera del bebe de unos de sus vecinos. Era demasiado temprano en realidad, apenas las 6 de la mañana y ya sus ojos estaban volviendo a cerrarse, estaba arreglándose el cabello y tomando un sorbo de café cuando sonó el timbre de la puerta. Era la señora y señor Calderón, listos para entregar a su bebe de un año de edad, según había escuchado.
—Buenos días, señores.—los saludo de inmediato con muchos nervios, esa mañana se había colocado su camisa azul de mangas y el primer jean que agarro de su armario.
—Buenos días, jovencita.—mencionó el padre, era algo canoso, gordo y serio. La señora calderón era más de aquellas mujeres que agachaban la cabeza por su posición secundaria, pero muy madura de carácter al mismo tiempo, una madre medio joven, de cabello castaño oscuro y mirada estricta. Los invitó a ingresar a la casa, mientras el padre armaba los móviles del bebe, la señora le comentaba que a veces el niño lloraba si lo dejaban solo. Esa idea no le encantaba del todo.
—Bueno bebe ahora quédate en la cuna.—la señora lo puso allí y se marcharon enviando besos. Lili se quedó un rato intentando distraer al niño, pero era muy difícil, igual que sus padres era muy serio, aunque le tenía algo de cariño. Se sentó un rato en el sillón y prendió el televisor mientras veía al niño desde esa posición. Sin embargo, se distrajo en un momento y se encontró sumergida en la película, hasta que creyó ver pasar una sombra.
—¡Dios mío!.—gritó mientras dejaba salir un suspiro de miedo, cuando volteo a ver al niño ya no estaba dormido en la cuna como lo había visto la última vez, se asustó mucho al no verlo. Salió corriendo por toda la casa, pero en eso hubo un apagón de luz. Se acercó a la cocina y buscó una vela, después intentó prenderla rápido con el mechero, sus manos sudaban y gritaban angustiada, no era capaz.
—Que tonta.—dijo cuando pasó por su mente la idea de usar la linterna del celular. Tenía mucho miedo y terror.
—¿Bebé, estás aquí?.—volvió a acercarse a la cuna, pero estaba igual o más vacía que antes. En eso escucho lloriqueos en la parte de arriba. Subió corriendo rápidamente, cuando llegó a la mitad del pasillo vio a un bebe riéndose a mitad de camino.
—¡Santo cielo!.—gritó y dejó caer el celular. Quiso salir corriendo, pero no veía nada, solo gritaba y lloraba en la escalera. Comenzó a soplar un viento frío, con sonidos muertos y congelados, entonces volvió a escuchar que las risas se propagaban por toda la casa. Algo le rozó el brazo, en eso saltó de un brinco y volvió a gritar. De repente se levantó y salió corriendo, pero algo gateaba en el primer piso y en el techo. Intento llamar a alguien, sin embargo no funcionaban las redes.
—No puede ser, no puede ser, basta, basta.—seguía repitiendo cuando el celular no funcionaba y no logró abrir la puerta. Se volteó y comenzó a rezar mientras se agachaba y rezaba.
—¡Dios te salve... María... Llena... Eres…!. —sus manos estaban muy apretadas, en ese instante sonó la radio del bebe con una música escalofriante y tintineante, comenzó a llorar tan fuerte en las que a veces se quejaba. Escuchaba como los pasos se incrementaron, colocó su rostro sobre sus rodillas y mientras ella se quitaba las manos de la cara, algo de nuevo le había rozado el brazo y suspirado en su oído.
—Mamá, mamá.—dijo el bebe en su cuna con una mirada tierna y una risa picarona. La muchacha se levantó y comenzó a observar que su casa estaba de nuevo como antes. No pudo evitar abrir rápido la puerta, mientras salía llorando se encontró con su madre, quien llegaba del trabajo. Ese día ella le contó, sin embargo, ellas eran muy devotas, por ende le dijo que era probable que el bebe no hubiera sido bautizado. La joven le comentó a la señora Calderón, pero ella le respondió que no creía en nada de eso. Por suerte las vacaciones terminaron rápido y no volvió a ver al niño. Sin embargo, de ahí en adelante no soportaba escuchar los llantos de bebe en todas partes.
***
FIN