Los Cuentos se Mezclaron

Los Pequeños.

Un lago especial está a mitad de un claro del bosque. Es un lago tan transparente que se puede ver el fondo, ver los peces, las algas, los granos de arenas, las ostras y las piedras de todos los colores.

Es el agua más limpia del boque, cualquiera que quiera puede tomar de ella y no se enfermará, sino que más bien estará más sano que antes.

En ese lago vive una familia pequeña de diez hermanos y una madre. El padre había muerto muchos años atrás, así que a pesar de estar rodeada de sus hijos, la madre se sentía sola de vez en cuando.

Una noche, cuando la mujer estaba viendo el cielo, pasó una estrella fugaz. Ella se apresuró y pidió tener otro hijo, pues los que tenía ya estaban grandes y pronto se irían de casa. Se acostó y durmió toda la noche.

A la mañana siguiente, había una planta en el jardín de la mujer, una planta que se abrió con el primer rayo de sol. De allí salió un niño pequeño, tan pequeño como un pulgar. Apenas dio un paso afuera, una brisa se lo llevó volando.

Ese mismo día, un huevo blanco flotó hasta el nido de una pata. Allí había varios huevos grises de patitos grises, todos hijos de la misma pata. Cuando esta se acercó y vio el huevo blanco, pensó que era de los suyos, así que lo llevó con los demás.

Los cuidó hasta que, una hora después, todos los patitos nacieron. Eran grises y con pocas plumas, pequeños y de ojos pequeños también, algunos eran un poco gordos, pero casi todos eran iguales.

Excepto por uno. Este patito era blanco, de cuello largo, plumas brillantes y flaco. Sus patitas eran largas también, sus ojos más grandes que los de sus hermanitos. Ellos cuando lo vieron se rieron de él. ¡Era horrible! Blanco, largo y de ojos grandes. ¿Cuándo se había vito un pato de ese tipo? Nunca.

La pata los regañó a todos y les dijo que dejaran al pequeño patito blanco tranquilo, y todos se callaron al instante. La pata les dijo que se iría un momento para buscarles algo de comer y que deberían esperarla allí, a lo que los patitos, todos sin excepción, dijeron que sí.

Apenas la madre se fue, todos los patitos grises se reunieron lejos del patito feo, que no se dio cuenta de esto pues estaba esperando a su madre sentado en la orilla. Cuando el patito volteó buscando a sus hermanitos, se encontró solo y comenzó a llorar.

El niño pequeño escuchó al patito llorar, así que fue hasta donde estaba y lo consoló. Los dos, que antes estaban solos, se alegraron de ver a alguien con quien podían conversar. El patito subió al niño encima de sí y se fue caminando, buscando algo que pudieran comer.

En el camino, un halcón los vio y pensó que serían un delicioso almuerzo, así que bajó en picada y abrió el pico para comérselos.

Afortunadamente, para el niño y el patito feo, se dieron cuenta a tiempo, se escondieron adentro de un arbusto y el halcón, aunque casi llega hasta ellos, no pudo hacerles ni un raspón.

Cuando salieron se consiguieron con una serpiente verde con manchas moradas, de ojos rojos y largos colmillos, pero esta les dijo que no se preocuparan porque ella era vegetariana.

Los dos amigos conversaron un rato con la serpiente, hasta que ella se dio cuenta de que al niño le faltaba un zapato. Este se miró el pie y se asombró de que tenía razón. La serpiente vegetariana les dijo a ambos que había visto un zapato igual al que tenía el niño pequeño cerca de una casa y que si ellos querían ella podría llevarlos.

El patito blanco le dijo al niño que fuera él solo porque nadie querría a un pato tan feo como él, pero el niño le dijo que no lo iba a dejar solo como sus hermanos. El patito se alegró y decidió ir con la serpiente también.

Estuvieron un largo rato hasta que la serpiente les dijo que estaban en el lugar. Los dos amigos se bajaron de su cabeza, en donde habían estado todo el tiempo mirando desde arriba, y comenzaron a explorar el lugar.

Poco después encontraron a una señora que llevaba una pulsera y de ella colgaba el zapato que le faltaba al niño. Él se acercó y le pidió permiso para llevárselo, pues era suyo y necesitaba tener su pie calzado.

La señora, cuando vio que el niño pequeño como su pulgar era idéntico a su hijo menor, gritó de alegría y le dijo que ella era su madre y que había estado esperándolo todo el día. El niño se asombró muchísimo, tanto que su boca llegó hasta el piso.

La madre le dio el zapato a su hijito, que decidió llamar Pulgarcito, y tener al patito como mascota, quien estuvo más que contento por poder quedarse con su amigo. Pocos minutos después, el patito vio una familia de patos como él.

Eran de cuello largo, ojos más grandes que los de un pato, y blancos como la nieve. Cuando el patito preguntó qué clase de patos eran aquellos, la señora le dijo que no eran patos, sino cisnes, las aves más hermosas de todas.

Cuando la mamá cisne escuchó a su dueña hablar y vio al pequeño cisne a sus pies, supo que él era el hijo que le faltaba, cuyo huevo se había perdido.



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En el texto hay: retelling, cuentos de hadas, magia

Editado: 10.02.2019

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