Los Cuentos sin Dueño

Expectativa de Encuentro

Caminaba por la calle Otero luego de salir de la Facultad. Había dado una clase particularmente interesante (incluso para mi gusto ya que me considero altamente autoexigente) y, antes de dar mi habitual rodeo por Belgrano para mirar los libros de la biblioteca, llamó mi atención la nueva cartelera de aquel viejo bar donde solía pasar mis días de estudiante. No había entrado en años y tan absorto estaba en mi rutina que siquiera había notado en el hasta que hubieron realizado este nuevo cambio. Pensando que no dañaría a nadie entre a paso lento dispuesto a pedirme la pinta de cerveza artesanal que antaño tanto me agradaba.

Y aquí estabas sentado en la barra, temeroso incluso de hablar al barman para que te sirviera tu pedido, con aquella libreta vacía y gastada sostenida en una mano ni siquiera dispuesto a ponerla sobre la madera y llenarla de tinta con aquella birome que te sobresalía de la oreja atravesando la mata de cabello negro. Te movías un tanto intranquilo, como si esperases a alguien o algo que no estabas seguro que iría, ¿Qué podría ser? Tal vez aquella chica que te interesaba tanto, esperabas que por casualidad entrara al bar y se acercara a la barra donde podrías hacer lujo de tu galantería e invitarla a tomar algo con los 50 pesos que habías ganado al día anterior dando clases de matemática a unos niños de primaria. O quien sabe si tal vez solo esperabas encontrarte allí, contigo mismo, hundirte en lo más profundo de tu mente y percibir por un instante aquel flash de la llamada inspiración, para que finalmente pudieras expresar en palabras aquella historia que hace meses iba formándose en tu cabeza.

No es la primera vez que te veo aquí. Lo tuyo siempre fue casi como una rutina, incluso aquella vez. Estabas agotado tras un largo día de solo revisar apuntes y aun no queriendo regresar a casa, te escapaste hacia el bar y un poco tímido en la barra pediste tu bebida favorita. No estabas seguro si sería una buena idea porque apenas habías cumplido los dieciocho años y en aquel entonces la mayoría de edad se alcanzaba a los veintiuno pero aun así te animaste y, gracias a tu semblante que aparentaba más edad, no fue necesario que te pidieran alguna identificación.

Pasaste unos minutos, indeciso, hasta que finalmente, cuando el mesero puso la botella a tu lado, te hiciste el valor de colocar la libreta sobre la barra aquella que llevaba meses ocupando espacio al fondo de tu bolso y amagabas con dar estocadas de tinta al papel esperando que las letras se formen solas hasta que finalmente te rendiste y empezaste a garabatear en los márgenes. Era curioso como aquellos dibujos tenían sentido únicamente para vos, en ellos imaginabas historias enteras, mundos enteros, si curioso y a la vez frustrante porque te veías en la capacidad de crear universos en un par de figuras geométricas pero no de darles forma en las líneas.

Diste un sorbo tímido a tu bebida y te volviste a concentrar en el papel, y luego otro sorbo hasta que finalmente agarraste confianza y en dos segundos estabas pidiendo otra botella al mesero pero el papel aún permanecía allí vacío. Que hilarante pensar que el estado de somnolencia ayude a activar la mente, o que en el último sorbo de malta al final del vaso puedas encontrar aquella chispa que dé inicio a tu historia, sé que pensabas en lo cómico de eso aquella vez y que bien sabias que allí no era donde se encontraba tu musa pero aun así lo usabas como excusa para hundirte en aquel mundo de la frágil omnipotencia.

Fue ahí que apareció el, iba vestido como un típico oficinista y sin embargo vos le viste un aire un tanto académico. Se sentó a tu lado, y sin saludos sin miramientos te dijo:

-Me parece que lo estas agarrando del lado equivocado.

-¿Cómo?

-La historia – te dijo y dirigió su mirada a la libreta- ¿Qué es lo que queres trasmitir? ¿Qué pretendes? ¿Por qué te apuras en querer dejarle algo a un mundo que nunca te pidió nada?

Te resulto chocante su actitud, ¿Quién se creía que esta este tipo? Llegaba tan campante como si le hubieses invitado a sentarse y más aún hablaba como si te conociese ¿Qué sabia el acaso? ¿Quién le pregunto siquiera? ¿Dejarle al mundo que cosa? Si tan solo escribías por mero placer, ni tus seres más cercanos habían visto nunca alguno de tus textos mucho menos habías pensado en publicar.

-Disculpe, pero creo que yo no pedí su opinión- le dijiste tratando de sonar calmado y respetuoso pero aun así detonabas una repulsión, incluso extraña para vos, en cada silaba que pronunciabas.

-Créeme la pediste, y más de una vez inclusive – te dijo tan calmo sin siquiera inmutarse por tu tajante intención de no seguir aquella conversación – Decime, si es que no pensas que esto llegue a algún lado, que sea solo para vos ¿Por qué venís a escribir a este bar que está lleno de gente? Me parece que queres que alguien lo note, pero así no va la cosa. Te centras tanto en dejar tu legado que es por eso mismo nunca podes pasar más allá de la idea, y no al papel. Más allá de centrarte en lo que queres plasmar te preocupa saber cómo va a ser recibido. Déjame decirte que si lo haces conociéndote a vos mismo, como casi dejándote al desnudo vas a hacer algo impresionante, y ¿qué se yo? por ahí deleita a alguno por ahí defrauda al otro pero siempre va a haber alguien que ame esto que haces. Vos.




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