Conforme pasaban los minutos sus lágrimas llegaban, se sentía desesperada e inútil, mientras otros la golpeaban ella solo se callaba. El sufrimiento fue en aumento, estaba harta de seguir sufriendo.
— Por favor, se los ruego, solo quiero irme lejos – volvió a implorar.
— No, mientes, solo irás con ese vejete. ¿Porque no lo admites?
— ¿Admitir que? – preguntó enojada – se los repito, no se de que hablan.
— Ya claro, no lograrás engañarnos.
Los minutos pasaron y sus lágrimas aumentaron el dolor en ningún momento había parado. Llegado el momento, la situación se descontroló llevando a los chicos a un callejón.
Los golpes parecían ya no ser suficientes por lo que sin pensarlo o meditarlo la terminaron apuñalando.
La sangre fluía, el color se perdía y de un momento a otro se le fue la vida.