Los Demonios Mentales (libro 1)

Capítulo 24

Capítulo 24

 

“Una Tarde Diferente”

 

Tomé en mis manos mi helado de menta y de chocolate previo a eso, agarre unas servilletas de papel blanco que había allí para que la gente se sirva de ellas. Sentía una música de fondo en este espacio.

Ella tomó su helado de frutilla con chocolate blanco. Que gustos de helados tan extraños para combinar.

Caminamos en silencio, hacia unas mesas con unas sillas blancas y nos sentamos para comer mejor.

— ¿Es lindo, no? — Me preguntó mirando hacia todos lados.

— ¿Lindo, que?

—Sentarte y relajarte comiendo algo que tu guste y sabiendo que no tienes nada de preocuparte —Hizo una pausa —Pero en realidad si tienes de que preocuparte, pero finges no hacerlo al menos por un rato.

Asentí. Todos siempre teníamos algo de qué preocuparnos, o algo que no nos gustara en nuestra vida y que nos ponemos a pensar en ello y quizás no entristecemos. Pero hay varios segundos en que puedes olvidarlo y… fingir que nada importa en verdad.

Cheryl tenía una vida complicada más que la mía y sin embargo parecía una de esas personas que no son tan complejas como yo, parece más alegre y más enérgica.

—Pero siempre tienes algo de qué preocuparte.

—Sí, Yannick —Agarró su cuchara pequeña de plástico y empezó a comer su helado —Pero al menos unos minutos de tu vida, te olvidas de toda la mierda que te rodea ¿no?

—No puedo hacerlo.

—Yo sí.

La miré y ella levantó una ceja con cara traviesa. Luego aparté la vista para dirigirla a mi riquísimo helado de chocolate y menta. Esos colores tan vivos, como un marrón oscuro y un verde que inundaban mi vista y hacían que se me despertara el apetito.

—Los fines de semana cuando salía a la discoteca con mi novio, podía olvidar que la noche anterior mi padre estuvo golpeando a mi madre…

Comí mi helado en silencio porque no sabía que decirle. Sonaba deprimente, pero ella ahora estaba ahí, viva, sentada charlando con un chico que había conocido en un video de internet, cantando sus propias canciones, encerrado en su habitación y en su mundo a pesar de todas las desgracias que vivió.

—Eres fuerte, Cheryl.

—No creas… Si fuera fuerte no hubiera caído en el tabaco, en el alcohol…

— ¿Eres alcohólica? —Pregunté asombrado pero luego me arrepentí de mi pregunta.

—Si.

Le entregué una leve sonrisa, y apoyé mi mano sobre la suya que estaba apoyada en la mesa de la heladería. Note que su piel estaba fría…

—Lo siento.

—No tienes por qué disculparte, Yannick.

—Puedes evitarlo.

—Es difícil.

La verdad que sí, era demasiado difícil salir de esas actitudes, de esas adicciones, de esos vicios.

Cheryl ya casi se estaba terminando el helado, cuando a mí me faltaba bastante y ya estaba viendo que se estaba derritiendo un poco.

Tomé una servilleta para no mancharme de helado y que después mis manos queden pegoteadas, era algo que detestaba.

Mientras comíamos lo que quedaba de nuestros helados, cuatro jóvenes de más o menos dieciséis años entraron a las risas en la heladería y yo me sobresalté cuando los vi porque creí que era alguien de mi escuela.

Con lo que me hicieron el último día en que los vi, era para quedarse traumado, de verdad.

Pero me confundí. No eran ellos y por suerte mis ojos no se encontraron con la bruja…

“La bruja” era Jazmín.

— ¿Qué pasa? —Me preguntó.

—Nada.

—Los adolescentes… ¿Te asustan?

“Si.” Resonó en mi mente.

La respuesta era sí, me asustan mucho. Porque tenía miedo de que todos me hagan las cosas que ya me hicieron, las cosas horribles, que no podría olvidar en todos los años de vida.

— Yannick.

—No lo sé… en realidad me asusta la vida.

Ella miró el grupo de amigos que estaban a las risas, haciendo chistes idiotas de los cuales ellos solamente se reían, porque se entendían. Luego de mirar con una leve sonrisa al grupo me miró a mí que los estaba observando con el rostro más serio que podía tener.

—Sé lo que sientes.

—Oh vaya, tienes un poder de intuición o puedes explicarme que es lo que presientes cuando miro a los adolescentes.

—Veo…

Ella se quedó pensando un momento en lo que iba a decir, y yo sonreí un poco porque me daba gracia verla pensar tanto.

—Les tienes miedo porque algunos de ellos te hicieron daño.

—Quizás…

— ¿Algo más?

—En realidad esos cuatro que están ahí, no me hicieron nada…—Le dejé en claro para que no pensara que justo esos cuatro eran los autores de las obras de maldad que experimente.



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En el texto hay: depresion, drama, juvenil adulto

Editado: 02.12.2024

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