Los Destellos De Aurora

UNA NOCHE COMO ESA

La noche caía, y junto con la oscuridad, una pesadilla que no se extinguía. En sueños profundos, sus ojos ya no dormían. Y cada latido del corazón le recordaba su lenta agonía.

A su estado de conciencia Karîm anulaba sin clemencia bajo los efectos de una anestesia que lo liberaba de su cruel penitencia.

MANSIÓN DE BYFANG (A POCOS MINUTOS PARA LA MEDIANOCHE)

Unos ligeros golpes en la ventana anunciaban de una turbia oscuridad que un alma lúgubre y errante sigilosamente llegaba.

Las piedrillas embestidas a los cristales alertaron a Copito de nieve quién yacía acostado a los pies de Aurorita.

— Ah... ah… ¿Qué son esos ruidos? —se preguntó la pequeña sentándose raudamente sobre su cama—

Desde luego Aurora también se hallaba muy alertada, y palidecida apartó su cobija para ponerse de pie. Observó su reloj despertador y acababan de dar las 00:08.

— ¿Quién ha de ser a estas horas, Copito de nieve? ¿Será un fantasma? —preguntó pavorosa volviéndose a meter en la cama— No voy a acercarme. ¡Ven aquí, Copito!

Con persistentes susurros Aurora le pedía a su pequeño amigo peludo qué volviera junto a ella, sin embargo, Copito de nieve no le hizo caso. Segundos más tarde se percató de que Copito había dejado de ladrar y que su pequeño rabito no hacía más que de un lado para otro, menear.

— Si fuera un fantasma o un delincuente que quisiera raptarme no te pondrías de ese modo, Copito.

Ella continuaba observando a su perrito qué hacía sus típicos malabares muy cerca de la ventana, como cuando veía a alguien que le agradaba mucho en verdad, entonces no le quedó de otra que volverse a levantar. Se acercó sigilosamente y lo cargó entre sus brazos.

Allí muy pegada a la ventana volvió a hoy los golpeteos de piedritas investidos por el cristal. De la nada se habían vuelto más resonantes y Aurorita nuevamente comenzó a alarmarse. El corazón parecía a punto de salirse de su pecho y más aún cuando pudo percibir una sombra del otro lado de la ventana, en el balcón.

— ¿Quién eres? Si no te vas ahora mismo juro que voy a gritar tan, pero tan fuerte que alertaré a todos dentro de esta mansión y no podrás huir de los guardias —vocifero la pequeña con voz temblorosa— Te lo advierto. Gritaré a la cuenta de tres si no te marchas de mi balcón —insistió simulando valentía, no obstante aquella sombra no se movía—

A nada de cumplir con su amenaza dio deslizarse un papelito por debajo de la ventana.

— ¡Oh, luz de todas mis noches! ¿Dejarás acaso carente de las estrellas que te adornan a esta alma perdida qué tan solo tu compañía añora?

— ¿Mi bello príncipe en verdad eres tú? —reitero luego de leer la pequeña nota—

Aurorita ya no tenía dudas, y presurosa despojaba de la ventana sus cerraduras.

— ¡Oh, mi amado príncipe! Ante los peligros de la oscuridad tu alma se encuentra ahora en resguardo de tan tenebrosa tempestad!

Inmediatamente, volvió a ponerle los seguros a la ventana y también fue a poner el seguro de la puerta de su habitación. — ¿Qué haces aquí a estas horas, Karîm? —preguntó Aurorita despojando de la espalda del chico la mochila que traía pensando que ni en el más bello de sus sueños hubiese esperado una noche como esa.

El chico no dijo ni media palabra, entonces Aurorita lo condujo a que se sentaran al borde de la cama.

— ¿Karîm, como entraste a la mansión a estas horas?

De nuevo al no recibir respuestas, Aurorita lo observó palpando con sus manos las mejillas del chico. Karîm ardía en fiebre, y alarmada pensó en salir para pedir a alguien de la mansión que la ayudara, sin embargo, fue detenida por el mismo.

— Yo estaré bien, Aurorita. Solo necesito descansar un poco.

— Pero ardes en fiebre. No estás bien.

— Por favor hazme caso. Solo estoy muy cansado. Estaré mejor en la mañana.

— Recuéstate entonces príncipe mío que yo cuidaré de ti de ser necesario la noche entera —dijo levantando la cobija para que se recostara y pudiera cubrirlo—

Karîm se recostó y en lo que Aurora fue por un paño húmedo para colocar sobre su frente, prontamente se durmió.

— ¿Tanto sueño tenías ya, Karîm? Duerme que aquí junto a mí, tus sueños a salvo estarán —dijo acostándose junto a él— ¿Qué fue lo que te sucedió mi amado Romeo? —susurró acariciando su cabello—

Antes de volver a dormir, Aurora le dio las buenas noches con un beso en la mejilla rodeando sus brazos al cuerpo agotado del chico qué de tanto en tanto temblaba a su lado. Copito de nieve se acostó de ambos, al pie de la cama.

Un amanecer encantado parecía haber traído con los primeros rayos del sol el canto de las aves qué con mucha algarabía daban los buenos días. Aurora dirigió sus ojos hacia la ventana, posteriormente las devolvió en dirección a Karîm quien yacía aun profundamente dormido. Ella palpó con una mano su mejilla y apartó de su frente el pañuelo qué a medias se le ocurría.

Fiebre ya no tenía, y la pequeña lo celebró pues de que él no se recobrara mucho temía.




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