Los Dieciséis Guerreros (libro 2)

Capítulo 20

Rochelle sintió algo suave debajo de su mejía, mucho más suave que una almohada. Quería quedarse ahí durmiendo, pero su mejía era la única parte de su cuerpo que estaba cómoda; el resto se sentía tieso, húmedo y muy duro.

Abrió los ojos con dificultad, le dolió despegar sus párpados; se limpió la tierra con el dorso de sus manos lo cual fue un error ya que sus manos estaban sumamente enlodadas. Se sentó. Abrió y cerró los ojos hasta acostumbrarse al dolor. Quería probar una por una sus extremidades para cerciorarse de que ninguna estaba fracturada. Era un milagro que no hubiera muerto y pudiera moverse.

De pronto fue tirada del cuello de la blusa por alguien que la puso de pie bruscamente.

-Oh, estás viva, - observó GeroTank.

-¡No vuelvas a hacer eso! – exclamó ella furiosa liberándose de su agarre y notando que aún tenía su espada mas no a su caballo - ¡Boris! ¡¿Dónde está Boris?! - preguntó con alarma mirando hacia todos lados, solo divisando árboles y pequeñas montañas de tierra.

-Creo que se quedó arriba, - respondió GeroTank, - lo vi mientras caía, uno de mis compañeros lo ayudó a detenerse.

Rochelle sacudió la cabeza. - No, no, él cayó conmigo. ¡Boris! ¡Boris! – gritó en medio del silencio.

-Ah, te refieres a tu caballo, creí que hablabas del otro Peón. Lo vi por ahí, - GeroTank señaló un pequeño montículo de tierra.

Rochelle dio un grito ahogado y corrió hacia él, ignorando toda molestia en su cuerpo. Efectivamente, era Boris quien estaba recostado y enlodado.

-¡No! ¡Boris! ¡Boris! – sollozaba. Quería tocarlo, pero temía.

Boris abrió los ojos y levantó su cabeza resoplando.

-¡Oh, gracias al cielo! ¡Gracias al cielo! – acarició su hocico con ternura..

-Tiene ambas patas delanteras fracturadas, - observó GeroTank, - no creo que dure mucho…

-¡Cállate! ¡Cállate! ¡Cállate! – le gritó Rochelle abrazando a Boris.

-¿Por qué te exaltas de ese modo?  Es solo un animal.

-¡Cállate! ¡No hables! ¡No hables!

-Aunque esté vivo no hay forma de que lo saques de aquí, - comentó él, utilizando un tono razonable que ella detestaba. - Ni siquiera estoy seguro de que nosotros podamos salir, - añadió mirando hacia arriba.

-No lo escuches, no prestes atención a nada de lo que dice, - murmuraba Rochelle en la oreja de Boris.

Boris volvió a recostarse, temblaba incontrolablemente; Rochelle continuaba acariciándolo y susurrando cosas agradables al oído. No podía perder a su caballo, no podía. Era su compañero, su mejor amigo, lo amaba y no podía abandonar a alguien que amaba, no, eso estaba fuera de la cuestión. GeroTank era un tonto, un monstruo que no entendía nada. Prefería quedarse ahí con Boris que continuar escuchando a ese AntroFrank. 

GeroTank, mientras tanto, se había alejado un poco de ellos. Rochelle no veía lo que estaba haciendo, solo escuchaba ruidos irritantes.

-Te pondrás bien, te lo prometo, - murmuró ella.

-Nunca he entendido por qué los humanos hacen promesas que no tienen manera de realizar.

-¿No te dije que te callaras? ¡No abras la boca, no digas nada!

GeroTank se acercó y se agachó para observar al caballo, luego comenzó a levantarlo.

-¡¿Qué haces?! – preguntó Rochelle alarmada, - ¡No lo muevas! ¡¿No ves que le duele?!

-No puede quedarse aquí, - GeroTank hizo unas maniobras que hacían relinchar y chillar a Boris, Rochelle se estremecía y lloraba. - Debemos movernos, morirá si permanece aquí hasta el anochecer.

La Peón se dio cuenta que el AntroFrank estaba atando a Boris sobre su espalda. Sorprendida y sin saber qué hacer, lo contempló todo hasta que Boris estuvo sujeto firmemente por lianas que GeroTank había encontrado por ahí. Luego, comenzó a caminar. 

Rochelle permaneció inmóvil unos segundos antes de apresurarse para seguirlo.

-Gracias, - musitó ella en voz baja, él no respondió. 

Caminaron en silencio hasta que GeroTank preguntó. -¿Tienes alguna idea de cómo salir de aquí?

Ninguno de los dos dejó de caminar. Rochelle miró hacia arriba; aunque la penumbra era espesa, aún podían divisar los alrededores. Arriba se podía ver el cielo a lo lejos… muy lejos. Rochelle miró hacia el frente. 

“¿Alguna idea?” Ella no era la de las ideas. Hacía tres años solo pensaba en comprar ropa y divertirse. Cuando se unió a los Guerreros y entró en la tutoría del Caballero Bynner, éste le ayudó a enfocarse en cosas más importantes. “¿Crees que a tu enemigo le importará el color de tu blusa cuando quiera atravesarla con su espada?” solía preguntarle durante su entrenamiento, “¿Estarás mirándote las uñas mientras uno de tus compañeros sea atacado?” “¿Parque de diversiones, has dicho parque de diversiones? No, muchacha. Establos y campo abierto, ¡Ésos serán tu parque de diversiones! Porque eso es lo que tu caballo disfruta”. A Rochelle le gustaba creer que sí había cambiado, pero seguía sin ser la de las ideas. Para ello estaban los Reyes, los Alfiles y sus discípulos. Si Kháli o Reff estuvieran a su lado, ya hubieran pensado en alguna forma de salir.



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En el texto hay: peleas, romance, guerreras

Editado: 08.06.2024

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