Los Elegidos: El brazalete de (1)

Cristopher

Petter despertó sudando frío y con el corazón acelerado. Sus pesadillas continuaban atormentándolo desde aquel día que apretó el gatillo contra Aylen. El recuerdo de las súplicas de la joven antes de que su vida se apagara lo hacía sentir impotente y ansioso, ya no era capaz de volver el tiempo atrás y salvarla de aquel destino. Él mismo la llevó hacia la muerte, todo por un error suyo que nunca podría enmendar. El muchacho palpó el colgante que le había regalado a Aylen y se reconfortó al sentirlo contra su pecho.

Caminó por los pasillos desolados de Arcadia, hacia el salón de entrenamiento, el único lugar donde podía liberarse de toda aquella tensión. El sol todavía no salía por lo que todos estaban dormidos, un momento perfecto para entrenar sin que nadie lo molestara. Se detuvo en el umbral de la sala de simulaciones al percatarse de que alguien más estaba allí. Era Karla, quien se encontraba luchando con algunos androides mecánicos que se utilizaban para entrenar. La joven se hallaba de espaldas a él, por lo que no reparó en su presencia y siguió peleando contra los androides, quienes enseguida la hicieron caer al suelo. Ella soltó una palabrota y tiró la espada con enojo. Las entidades desaparecieron tras aquella derrota y dejaron un aviso en una pantalla donde figuraba el número de derrotas acumuladas esa noche. La chica se percató entonces de la presencia del intruso. Petter la miraba con los brazos cruzados y una sonrisa burlona en los labios. 

¿Qué haces aquí? preguntó, un poco incómoda por su presencia.

Viendo cómo te destrozan unos robots.

Petter no era capaz de disimular su diversión ante la derrota de la chica. Karla sintió que sus mejillas se enrojecían por la vergüenza, pero intentó disimularlo lo más que pudo.

Si viniste a entrenar te puedes ir. Yo llegué primero dijo Karla, cortante. Petter no respondió, pero tampoco se movió de su sitio.

Karla se dirigió hacia uno de los estantes del lugar y tomó una botella con agua que había traído de su habitación. Comenzó a beber lo más rápido que pudo e intentó ignorar la presencia de Petter. Él aprovechó para observarla con más detenimiento. La Elegida se hallaba vestida con la ropa de entrenar, por lo que su delgadez era disimulada gracias a la complejidad del traje. Su cabello rubio se encontraba atado en una cola y su rostro estaba enrojecido por el esfuerzo.

¿Sigues ahí?  preguntó ella, tras limpiarse los labios con la mano.

Petter no respondió. Caminó con suficiencia hacia los estantes donde estaban las armas de los Elegidos y tomó su espada. Luego se colocó frente a Karla, dirigiéndole una mirada penetrante que ella no supo interpretar.

Toma tu espada le ordenó, sin muchas explicaciones. Karla quedó inmóvil, no comprendía que pretendía hacer exactamente—. Te enseñaré a pelear decentemente.

No me parece buena idea, no después de que casi me matas.

Te recuerdo que tú intentaste golpear a mi amiguito dijo Petter con una mirada pícara.

Karla se sonrojó nuevamente, pero sin dudarlo dio un paso hacia él, lista para continuar con su juego.

Parece que tu amiguito no es muy grande porque no pude encontrarlo.

Petter soltó una risita maliciosa para luego clavar sus ojos en los de Karla. Ella era ese tipo de chicas que nunca se quedaba callada y que era capaz de causar un terremoto a su alrededor si se lo proponía, por eso le resultaba tan interesante.

Algunos segundos después, ambos comenzaron un duelo. Karla fue la primera en atacar, pero por supuesto no fue capaz de causar ningún tipo de conmoción en Petter, quien esperó el golpe con tranquilidad. Sin mucho esfuerzo hizo que ella retrocediera y se tambaleara un poco. Cuando estuvo recuperada, fue él quien realizó un ataque con el objetivo de desestabilizar su defensa. Ella retrocedió antes de que pudiera hacerla caer, pero no esperaba que él continuara insistiendo. Entonces se puso nerviosa e intentó esquivar los ataques de Petter. El chico no se detuvo, continuó acorralándola hasta que ella se tambaleó y cayó sentada en el suelo.

Es una pérdida de tiempo resopló Karla, visiblemente enfadada—. No logro mantenerme un segundo con vida.

Petter soltó una carcajada y le extendió la mano para que se levantara.

Tu problema es que tienes miedo sentenció. Karla ya estaba de pie, observándolo con atención—. Temes salir lastimada, temes hacer el ridículo, temes equivocarte. Temes, temes, temes...

Karla apartó la mirada sin saber qué responder. Hasta ese momento no lo había visto de ese modo, pero el chico tenía razón. Su peor miedo era fracasar. De niña nunca se había permitido equivocarse porque sus padres eran muy estrictos con ella. Por esa razón tuvo que estudiar tantas cosas que no le gustaban, como idiomas, gimnasia y hasta buenas costumbres. Todo para agradar a su familia y demostrar que era talentosa. Si ella llegaba a cometer algún error era duramente juzgada, por lo que estaba obligada a esforzarse al máximo para no fallar. Ahora sentía una sensación de culpabilidad que la carcomía por dentro porque no era capaz de lograr su objetivo en el entrenamiento y no deseaba ser juzgada por Cornelio ni mucho menos ser considerada una guerrera mediocre.

Quizás tengas razón admitió, un poco avergonzada por la deducción casi perfecta del chico—, pero no puedo hacer nada para evitarlo.

Claro que puedes respondió Petter—. Debes alejar de tu mente esas dudas cuando estés combatiendo o seguirás cometiendo errores.

No sé si soy capaz de lograrlo se lamentó Karla, mientras se alejaba para devolver la espada a su lugar.

Lo piensas demasiado...Mientras sigas teniendo miedo en ti misma y también en tu oponente jamás podrás aprender a lucharle dijo con voz seria. Necesitaba que ella se soltara y dejara de preocuparse por cada paso que daba y por salir lastimada, de lo contrario nunca podría ayudarla—. Toma tu espada. No hemos terminado.



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En el texto hay: reinos, romance, poderes magia

Editado: 10.03.2024

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