Los encantos de Elijah

Capítulo 11

Aparcó la camioneta como su padre se lo enseñó hasta el cansancio, si lo presenciara ahora estaría orgulloso de ella e inclusive se imaginó siendo halagada por él. Los nervios los tuvo por todo lo alto durante el trayecto, le faltaba preparación para arriesgarse a inducirse en una avenida, sin embargo al pensar en el bienestar de Elijah, se concentró y demostró que está lista para insertarse en las avenidas más transitas. Antes de que llegaran a su destino, Delia y su hermano bajaron en la carretera al Salto; cerca del Multicenter donde se pidieron un taxi, planeando idearse una excusa por su llegada tardía a casa.

Pudo dejar escapar el aire de sus pulmones en su totalidad cuando el motor de la camioneta dejó de rugir. Bajaron en silencio, ambos tenían tantas cosas que decirse y explicarse, Susana quiso por primera vez explicarle que a pesar de que no la conociese existía un amor hacia al totalmente puro y verdadero, y que una prueba de ello era la locura que hizo esa noche solo para asegurarse que no le ocurriera nada malo sabiendo que estuvo en sus manos evitarlo. La mente de Elijah era un completo caos emocional, sentía dolor, dolor al haberle fallado a Lyzty, ¿No era un error haber besado a una joven que apenas ha visto un par de veces por impulso? El beso no fue premeditado, no era un hombre que acostumbraba ser el centro de atención frente a las mujeres y no se hacía mostrar como un galán al que nadie le es posible resistirse. La proposición salió de sus labios sin evitarlo, en su inicio, agradeció que se negara, y cuando menos lo esperó el deseo actuó antes que la sensatez y la besó.

Consiente que era observado, puso seguro a ambas puertas y las cerró, provocando un sobresaltó de parte de Susana a causa del golpe que se oyó al ser cerrada la última puerta en la que ella salió con paso titubeante.

—Perdona, es habito, solo así me aseguro que están cerradas completamente. —relamió sus labios nervioso, saboreando residuos del labial rosa pálido que sorpresivamente le gustó, era un sabor natural, fresas, esperaba no confundirse.

Ella no dijo palabra, le dedicó una débil sonrisa expresándole con ella que no se preocupara y le extendió la llave. Elijah se sintió tonto, pudo haberle evitado el susto si tan solo hubiese tenido el valor de pedirle la llave, y no asegurar la camioneta como si fuera un inexperto.

Se tomó su tiempo para aceptarla, fingió nuevamente estar ebrio, se tambaleó, optando por recargarse sobre de la puerta del copiloto.

— ¿No me vas a recibir la llave? —Cuestionó, confundida por su reciente cambio de estado—, ¿Pasa algo? —Indagó con una reciente preocupación en su pregunta.

Niega mirando al cielo, ¿No se supone que los momentos mágicos entre dos siempre hay estrellas y se alardean cosas que se comprenden del todo? Ahora mismo, el cielo permanecía en un tono casi oscuro, algunas manchas blancas de las nubes, sin rastros de alguna de las millones de estrellas brillantes o la luna. Sin magia, solo un frío viento que le caló hasta las entrañas, su camisa aún no secaba, prácticamente tenía solo los pantalones húmedos puestos y entonces recordó que Susana tampoco traía abrigo. Las mujeres eran más débiles al frio se recordó, ante la atenta mirada de la joven, tomó la llave, rosando sus delicados dedos y fríos, con los suyos, un poco más fríos que los de ella.

Quitó el seguro y con rapidez sacó el saco oscuro que colgaba en el asiento del copiloto, cerró la puerta esta vez pulsando el seguro desde la llave; le pareció una anormalidad que el aparatillo unido a la llave funcionara después de saltar con ella en el bolsillo a la alberca.

Sin decir palabra, puso el saco en sus hombros cuidando no tocarla sin éxito. Los vellos de su espalda se le pusieron de punta al tenerlo por segunda vez en una sola noche tan cerca, solo que en esta ocasión fue por un acto de caballerosidad que le provocó sonrojarse. No tenía duda, si sus padres la castigaban al llegar no se quejaría, sonreiría ante el castigo que le pusieran, lo que ahora le pasaba valía la pena.

—Dime que vives muy cerca de aquí —asintió asimilando aun lo que le ocurría. Elijah sonrió de medio lado conforme con su respuesta no formulada—. ¿Unas cuadras quizá? —Con solo tener curiosidad de donde reside le hicieron querer derretirse.

—Tres cuadras hacia la izquierda y casi seis hacia arriba —su explicación le confundió, no deseaba hablar de nombres de calles, ni siquiera las conocía todas—. Muy cerca de las tres efes. —eso lo entendió, conocía el lugar, hay justo en la esquina de esa calle una tienda de helado donde acostumbra a pasar a comprar después de venir de clases.

—Todo... Todo el camino es tranquilo, no te pasará nada —tocó su hombro y se alejó—. Te debo una...

Increíble, aun después de lo que hizo por él, volvió a olvidar su nombre.

—Susana... Susana torres. —esperaba que a la próxima recordara al menos su apellido, y eso, si es que tenían un próximo encuentro.

—Bien, Susana Torres. Muchas gracias. —se aproximó a la puerta de su casa.

— ¡Ey! ¿No te llevas tu saco? —antes que nada pensaba en la reacción de su padre al verla llegar abrigada con un saco, se haría ideas que no eran ciertas de lo que quizá pensara. Iba a quitárselo, cuando unas anchas manos le detuvieron—. Es que...

—Considéralo un presente —al intentar cuestionarle, añadió—: Si no te parece, puede quedar como garantía, después de pagar lo que has hecho hoy por mí, podrás devolvérmelo. Si lo quieres como presente, aun así seguiré en deuda, eso no cambia nada.

Se miraron el uno al otro, unos ojos de color café oscuro contra otros más claros, cada uno intentando ver más allá del otro sin siquiera proponérselo. Susana se preguntó, ¿por qué el destino se lo ponía frente a ella y se lo alejaba a la vez al no ser libre?

—P-Presente, la elijo como presente. —balbuceó, conteniendo la respiración, sintiendo casi el corazón saliéndosele del pecho, ¿Y es que siempre le pasaría aquello?




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