Los encantos de Elijah

Capítulo 17 c


 

 

Habló con Delia al día siguiente por la tarde a la misma hora, tomándose la molestia de platicar un par de minutos más; comentándole indirectamente que necesitaba ayuda para entregar sus documentos durante las próximas semanas.

La joven pareció estar muy cooperativa; proponiendo opciones de como entregarlas y aprovechando para comentarle que al igual que su amiga no han entregado los documentos por falta de las cuatro fotografías que se pedían como requisito. Pero ninguna fue de su interés a excepción de lo último que le comentó.

Su intención era que ella los entregara, y de ser necesario, pagaría por ello.

La cantidad que ofreció le pareció adecuada, sin embargo Delia lo rechazó asegurándole que lo haría con mucho gusto. Su mensaje le causo gracia y más cuando respondió que entendía si no quería aceptarlo, de cualquier forma él le entregaría el dinero junto con los documentos.

Para entonces Susana se encontraba en los cielos, feliz ante la idea de poder verle una vez más y ser la encargada junto con Delia de entregar sus documentos.

— ¡Voy a verlo! ¡Tenemos que decidir cuándo! —sus ojos cafés brillaban de la pura emoción del momento.

Le acababa de confirmar que serán las encargadas de llevar sus documentos a SEMS y Elijah estaba encantado ante la idea.

—Este lunes nos entregan las fotos, podemos ir ese mismo día saliendo de la prepa. —propuso animadamente.

Su propuesta estaba más que perfecta, avisaría a sus padres de su ida a SEMS sin problema.

Antes de que pidiesen confirmarle el día y hora por mensaje vía Messenger les interrumpió la maestra que impartía clases en tercer año; sus alumnos trabajaban esa tarde con sopa de letras, al parecer la primer sopa de letras que fotocopió en casa no le bastaron, los niños consiguieron terminar antes de lo esperado y rogaron por un juego más. Ahora estaba de pie frente a ellas, mostrándoles una nueva sopa de letras y pidiéndoles amablemente que lo fotocopiaran cuarenta y dos veces.

—Agradecería me lo llevaran en un rato —consultó su reloj de mano y agregó, distraída—: Antes del recreo, por favor.

—Claro, se lo llevaremos sin problema —asintió Susana, parándose de la silla para encaminarse a Dirección donde se encontraba la impresora.

Se escuchó el resonar de sus altos tacones sobre el piso de mármol al alejarse, Delia miró como salía de su área de trabajo hasta perderla de vista. ¿Cómo es que podía con esos tacones? Para ella, el simple hecho de caminar todo el día en tenis le agotaba.

—Ya me vi en las fotografías de los egresados —se lamentó, volviendo a teclear en la laptop.

Olvidándose de responder el último mensaje de Elijah.

[...]

¡Un día! Un maldito día a la espera de una confirmación de su parte y nada. Podía verla en línea, compartir y comentar cosas en Facebook, se tomó la libertad de dejarlo en visto cuando preguntó cuándo podría verla y entregar la carpeta con sus documentos.

Si no estuviese interesado en volver a ver a Susana, ya habría mandado a su queridísima amiga al carajo. Continuará insistiendo de ser necesario, solo necesitaba lugar, día y hora, y las posibilidades estaban abiertas para verla. ¡Porqué le castigaba al no brindarle simples datos!

Se sentó en una piedra grande fuera de casa, mostrándose pensativo, mientras se desabotonaba la camisa gris. ¿Qué hará ahora? Se preguntó después de deshacerse de su camisa y colocarla de mala gana en su mochila. No pasaban de las cinco de la tarde, ya iba de salida al gimnasio, podría pasar de camino, tocar las puertas de la primaria... Pedir una respuesta personalmente.

—Estaría haciendo una locura —susurró, anudándose las agujetas de su tenis deportivo.

Locura o no, deseaba hacerlo. Deseaba interactuar con ella de forma física, no más curiosear en cuentas, envío de mensajes cortantes —que trágicamente—, no se han enviado desde la última vez, inclusive el intercambio de información por terceros involucrados ya lo tenían fatigado. ¡Al caño las conversaciones por redes sociales! Esas cosas no lo llevarán por buen camino, ahora volvía a recordarse porqué odiaba los celulares.

— ¿Ya te vas? —Una voz dura y ronca le hicieron tensar sus músculos, poniéndose alerta ante la aproximación de su padre.

El señor Venancio, un hombre mucho más bajo que Elijah, robusto, con el cabello oscuro cubierto ya en su cuarta parte de hebras blancas, le miraba con recelo, inmóvil en el marco de la puerta abierta.

Quitó el cigarro de sus labios agrietados, expulsando un humo grisáceo por nariz y boca, sonriendo finalmente al ver como su hijo lo observaba con mal gesto, arrugando nariz al percibir el olor desagradable.

— ¿Y bien? —insistió, poniendo el cigarro entre los labios.

—Sabes bien que así es. —respondió esquivo.

El tono de su voz no le agradó a su padre, y le molestó aún más que le diera la espalda con altanería, como si hablara con una simple persona y no su padre. Elijah emprendió su camino sin avisar que ya se marchaba.

— ¿Qué será de tu vida, hijo? —Recalcó al nombrarlo con insolencia—. Ejercicios y al frente de una tienda familiar, no, no lo creo. Invertí en ti Elijah, dinero y esa camioneta que tienes, y me fallaste.

Ahí estaba de nuevo, tocando un tema que le tenía cansado de admitir que cometió un error y que piensa repararlo.

Él se detuvo, preparándose para que terminara de recriminarle.

—Me prometiste que estudiarías contaduría, ¡Entrarías a la universidad! —lamentaba no haber cumplido su promesa, sentía no haber hecho lo correcto—. Has perdido un año y perderás otro al no tener ese maldito certificado.

—Ya te dije que lo arreglaré, estudiaré como te lo prometí. ¡Solo he menospreciado un año, papá, no toda mi vida! —gruñó—. Te veo más tarde. —Siguió su camino, dando por finalizada su corta conversación.

— ¡No quiero un hijo más sin estudios, Elijah, te lo digo en serio! —El tono que usó lo interpretó Elijah como una advertencia.




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