Los encantos de Elijah

Capítulo 21 c.

Aquí, trayendo los motivos de susana para querer alejarse de él. 

••
 

 

La vieron entrar afligida, con aquellos ojos cafés nublados por las lágrimas. No imaginaban que el encuentro la afectaría tanto, cualquier cosa que debieron haber hablado allá afuera parece que la destrozó. Leslie le dedicó una mirada de culpa a Olivia, algo de lo ocurrido tendría que ver con las sugerencias que la mayoría de ellas metió en su cabeza; ellas debían hacer algo, simplemente deseaban que no se limitara a esperar al "amor platónico" cuando sabe perfectamente que Juan está tras ella o hay chicos que estarían encantados de conocerla.

 

Ahora Leslie sabía que fue un error, algo vino hacer Elijah y ellas se precipitaron a convencerla que se olvidara de él, ahora, después de observar el estado en el que llegó a su mesa, no era necesario explicar que Susana se mantuvo firme a sus palabras, aun siendo consiente que se destrozaba así misma por tal decisión impulsada por los consejos de sus amigas.

 

Fue Karen quien se acercó primero, acudiendo como una buena amiga a consolarla.

— ¿Vas a contarnos qué ocurrió? —ya lo imaginaba, pero no encontró una mejor pregunta con la que consiguiera hacerla hablar.

Amablemente Delia le ofreció un par de servilletas tomadas de la mesa para limpiarse las lágrimas y un vaso de agua natural. Denegó la oferta de tomar agua, solo aceptó las servilletas.

—Lo corrí Karen —soltó un sollozo—, me aferré a lo que hablamos, hice lo que pude para sonar decisiva, para que crea que ya no me importa, ¿pero por qué me duele tanto haberlo hecho? —se preguntó ella misma.

—Quizá nos hemos aventurado mucho, que nos costaba no meter las narices un par de meses más —opinó Delia, siendo consciente de la barbaridad que cometieron—, ¿Lo arruinamos, verdad?

—Yo... ¡Yo no lo sé!, él vino, intentó explicarme porque ya no nos volvimos a ver... —recordó el estado en el que se encontraba, la mirada llena de tristeza cuando mencionó a Juan. Ni siquiera tenía idea que eran conocidos, peor aún, amigos—. Díganme que se supone debo hacer, cualquier esperanza que haya tenido con él... seguro hoy lo perdí.

 

Para todas la fiesta había terminado, cada una de ellas se quedó sentada alrededor de la mesa, tratando de animarla, explicándole que no todo estaba perdido, si así lo deseaba, podría dejar de lado la idea de olvidarlo, sorprendiéndose de la negativa de Susana. Ella sentía que si declinaba a olvidarlo, se arriesgaba a enfrentarlo y explicar porque dijo todo eso esa noche, él sería ahora quien la rechazara, y estaba en su derecho de hacerlo; si lo dañó por su rechazo, entendería si también quisiese hacerlo de la misma forma.

Cualquier cosa podría pasar, pero entre ellas no estaba que él olvidara como lo trató esa noche y quisiese darse una oportunidad.

[...]

Este debía ser el dolor del que tanto hablaban aquellos desdichados, de esos que sientes quemarte la piel por entero, donde no puedes evitar derramar lágrimas sin importar que digan que los hombres no deben llorar. ¿Qué más daba? Ser observado como si fuese un fenómeno por llorar a media calle ya no le importaba. Esto, esto que sentía era verdadero dolor, mucho peor de lo que sintió al descubrir que Lyzty le mentía, y no sabía porque tenía que ser así.

 

No se conocían, el menos no lo suficiente como él deseaba, mucho menos eran pareja y nunca lo serían ahora que parecía ya no quería tener ningún tipo de relación con su persona. Supuso que dolía demasiado al darse cuenta su corazón, que aquella persona podría hacerlo verdaderamente feliz y acababa de dejarla ir.

Estaba siendo observado con pena sin siquiera percatarse, mientras esa persona se acercaba a cada paso en su dirección.

—No sufras mal de amores —un hombre vestido con trapos viejos, sosteniendo en sus manos una bolsa mugrienta, se sentó a su lado en la banqueta.

— ¿Usted que sabe del amor? Déjeme en paz. —malhumorado, intentó ponerse de pie, siento detenido por la mano arrugada del hombre.

 

—Te habla quien perdió a su único amor en un acto de estupidez —soltó su agarre al ver que Elijah se detenía—. Lo que sea que te haya pasado no merece que sea malgastado en lágrimas, si puedes aún hacer algo antes de resignarte.

 

Lo pensó unos segundos, ¿Luchar, pasando por alto que podría volver a rechazarlo? Ni hablar, recibir dos golpes de la misma magnitud, eso no.

Negó varias veces con la cabeza.

—No quiere saber de mí —esa sola frase le fue difícil pronunciar.

 

—O eso es lo que quiere hacerte creer, muchacho —rebuscó entre la bolsa, mientras continuaba hablando—. Si es el tipo de mujer que siempre ha estado a lado de ti, no te olvida tan fácil, y uno debe insistir para recordárselo, porque así son ellas, a veces te quieren hacer sufrir un poco para que uno aprenda lo que se siente. Si lo sabré yo, mi esposa que en paz descanse me hacía lo mismo.

—Susana siempre ha estado a mi lado sin que yo lo supiera, puede que tenga razón. ¿Pero cómo conseguir que vuelva a creer en mí y me perdone? —aún no era tiempo para sufrir, limpió sus mejillas humedecidas.

—Bueno... los muchachos de hoy ya tienen muchas formas de pedir perdón, en mis tiempos uno tenía que ir hasta la casa del suegro, hablar con él de lo ocurrido y hacerle entender que le regrese a su hija pues no había pasado nada grave —se puso de pie, ahora con un bolillo cubierto en aluminio y bolsa en mano—. Suerte muchacho.

El hombre se marchó, dejando reanimado a Elijah, impulsándolo una vez más a encontrarse a Susana cuando sea el momento e insistir por segunda vez hablar con ella. Esa noche era muy tarde para montar guardia y esperar que saliera del casino, debía permitirle disfrutar su noche de graduación y no entrometerse más por hoy.

Se marchó del casino tranquilo, prometiéndole al corazón que ahora sería Susana quien no se escaparía tan fácil de él y, si era necesario, la seguiría hasta conseguir la oportunidad que considera merecerse.      




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