"...Yahvé dijo al Satán: ¿De dónde vienes? El Satán respondió a Yahvé:
De recorrer la tierra y pasearme por ella..." Job, 1:7—12.
Cuando Dany abrió los ojos, el cuarto se encontraba completamente iluminado por la luz del sol, tardo un poco en reaccionar pero cuando se dio cuenta en donde estaba y que se encontraba solo, se levantó de golpe y en su pequeña imaginación de niño pensó en lo peor, vio la puerta del patio atrancada con un barrote y salió corriendo despavorido hasta la parte de la tienda, se detuvo al ver que los estantes estaban casi vacíos y su maleta había desaparecido, se acercó más hacia el fondo con cautela al escuchar unos ruidos en la habitación contigua, sus pequeños músculos se relajaron al escuchar la voz de Alejo platicar con el marino casi en tono de risa contando una historia.
—... Era quizás la cosa más estúpida que había hecho el hombre en su vida y le dije, Emilio ahora si estas jodido. Ambos soltaron la carcajada justo cuando Dany entro a la habitación aun con el corazón acelerado. Alejo se encontraba recargado en el frente del coche con el capó abierto casi con medio cuerpo dentro, el marino estaba tirado bajo el coche mientras se escuchaba algo que, hacía crack, crack.
—¡Dany!, qué bueno que te has levantado, estamos a punto de marcharnos, le estaba enseñando a Ténoch como es que se le cambiaba el aceite al coche, claro que él hizo todo el trabajo, yo solo le dije que hacer.
Dijo Alejo acercándose al niño y riendo un poco, el marino se levantó del suelo y se sacudió las ropas que traía, con un trapo viejo limpió la grasa de sus manos y luego cerró el capote.
—Bueno, supongo que ya es momento de largarnos de aquí.
Habían revisado cubrir todas sus necesidades, desde el alimento y botes de agua hasta llevar un garrafón con gasolina extra para el camino, el marino había encontrado unos jeans y una playera negra en una alacena bajo la caja registradora, la ropa le quedaba un poco holgada pero al menos era mejor que su sudoroso uniforme, ninguno de los dos le comento a Dany lo que habían visto en la madrugada, quizás por no preocuparlo más, aunque en el pensamiento de Alejo ya no había peor cosa que ver como matan a tu madre, más tratándose de un puñado de seres provenidos del mismo infierno.
El marino subió por el lado del copiloto, encendió la radio y comenzó a buscar alguna frecuencia.
—¿Qué haces?
Pregunto Alejo tomando el lugar del conductor.
—Veamos que podemos encontrar, debe haber algo en la radio, no se una alerta, alguna señal de vida o algo así.
El marino se reclinaba intentando ver como la aguja se paseaba de lado a lado por la pequeña pantalla análoga del aparato, en las bocinas se escuchaba solo parásitos e interferencia, algunas otras veces ondas modulares.
—No creo que haya nada.
Dijo Alejo, desalentando al marino orillándolo a apagar el radio.
—Quizás cuando estemos más cerca de la ciudad, quizás allá podamos saber algo.
El marino se acomodó hacia atrás, sobre el respaldo.
—Probablemente, pero por lo pronto llego el momento de ponernos en marcha.
Alejo lo dijo con una convicción que al marino le recordó al capitán de navío que estaba a cargo de él, dio vuelta a la llave mientras el marino le fruncía el ceño.
—¿ahora qué hace usted?
Reparo rápidamente.
—¿cómo que qué hago? Conduciré yo, los jóvenes de ahora están demasiado locos, además no sabes cómo se toca un clásico como este.
El marino torció la boca, bajo del coche para abrir la cortina metálica.
—Ok, usted maneje, pero al primer error se baja y conduciré yo, ¿entendido?
Alejo rio y se acomodó bien en el asiento.
—Lo que tú digas hijo, lo que tú digas. Seguía riéndose, Dany se había acomodado en la parte trasera poniendo en su regazo la maleta que había encontrado sobre el sillón trasero, saco un paquete de galletas Marías y se dispuso a comerlo.
Salieron del lugar sin problemas rodeando por los depósitos de gasolina y se dirigieron al sureste para encaminarse hacia Monterrey, el tanque marcaba un lleno total, pero debido a la antigüedad del coche no podían fiarse de que fuese así, cabía la posibilidad de que la bomba de gasolina estuviese averiada, por eso el marino había hecho un aventurado e intrépido viaje a las bombas de gasolina llevando solo su escuadra 9 milímetros y un garrafón de veinte litros vacío, extrañamente no había ninguno de aquellos seres en las cercanías, al menos ninguno que se moviera.
El sol rebotaba en el asfalto y les brincaba a los ojos entrecerrándoselos, aun así, hacían un esfuerzo por mantenerlos tan abiertos como podían, frente a ellos había algunos cuantos coches incendiados, volcados o convertidos completamente en carbón metálico, el Galaxie había resultado bastante conveniente puesto que los coches de ahora son casi de papel y alguno que otro que estorbaba simplemente era removido con el frente del coche.
Editado: 13.09.2021