Los Errantes

Capítulo 7 Balas Perdidas (Parte 1)

“El impío, insolente, no le busca: ¡No hay Dios!, es todo lo que piensa”.

 Salmos 10:14

 

IV

 

Martín había movido uno de los microondas que estaban en exhibición, lo llevó hasta el departamento de panadería y lo conecto por donde estaba el área de empaque. Las mujeres por su parte habían reunido varías verduras frescas para hacer una ensalada mediterránea, llena de colores que saltaban a la vista y se colocaron cerca de él para poder cortar los vegetales.

   —tenemos que pensar en lo que haremos, no podemos quedarnos aquí y lo saben. —dijo Martín mientras ponía una sopa instantánea a girar en el microondas.

   —Bueno, ella ya tiene hecha su maleta la cual nosotros le habíamos quitado, quizás deberíamos pensar en hacer las nuestras ¿no crees? —Contesto Lucía quien ahora cortaba en rodajas un par de zanahorias.

   —Mala idea no es, después de eso deberíamos salir de aquí.

   —¿Cómo sugieres que lo hagamos, tienes alguna idea? Por cierto, —pregunto Martín a la chica haciendo una pausa— aún no se tu nombre.

   Se hizo un silencio que resulto incómodo para los tres.

   —Diana…Diana Castelo.

   —Bien Diana, entonces, ¿cuál es tu idea?

   —Bueno pues, no lo sé, —contesto un tanto nerviosa— es solo mi sugerencia y tal como le dije a tu hermana, esos hombres volverán aquí, es algo obvio.

   —Eso lo sé y créeme que no lo dudo, precisamente y por esa razón es que el día de ayer que estuvimos apilando los cuerpos saqué las llaves de los coches, algunos de sus bolsillos y otras tantas que encontré tiradas por ahí, están todas en esa bolsa. —Dijo señalando una bolsa de tela que estaba hecha bola sobre el estante del pan.

   —¡Wow, es una excelente idea! —Dijo Lucía

   —y lo es —recalco Martín, mientras tomaba la bolsa— tenemos de todo, desde Nissan, Volkswagen, Volvos, Audi, Mercedes, Ford, prácticamente tenemos en nuestras manos a coches de todo tipo.

   —Bueno, solo será cuestión de saber en qué área de la plaza esta estacionado.

   Diana no quería sonar pesimista, pero sabía que tenía que hacerlos entrar en razón, moverse por fuera del centro comercial no era una opción y caminar por dentro, llegando hasta donde estaban las puertas de acceso de extremo a extremo, considerando que estas estaban cerradas y que muchas veces las alarmas de los coches no suenan, solo hacen parpadear las luces intermitentes, iba a resultar un tanto complicado adivinar en que área estaría aparcado alguno de los coches.

   —¿Sabes manejar? —Pregunto Martín.

   —¿Yo? Si, claro.

   —Es que mi hermana es la única que sabe de los dos, pero es pésima haciéndolo.

   —¡No lo soy, no es cierto!

   —Lo eres, la última vez chocaste el coche de tu trabajo y tuvimos que batallar de nuevo en movernos usando camión, metro y hasta taxis y luego tú que querías usar Uber, trabajo en un Starbucks, ni que fuera licenciado.

   Martín sonreía con una mueca que resultaba un tanto burlona.

   —Sí, sí, pero sabes que no fue mi culpa, ese día el del camión no se detuvo y me choco por detrás.

   —Te atravesaste a la ecovía, sabes bien que ellos no se paran porque tienen cámaras con las que justifican el accidente y tú te atravesaste en curva prohibida.

   —Bueno, eso es irrelevante ¿no?, cambiemos de tema

   Dijo Lucía un tanto molesta, pero a la vez apenada. Diana por su cuenta se quedó pensando en su Mazda volteado de cabeza al cruzar la avenida y en que le parecía increíble haber sido amagada por ese par de muchachos, cuando en realidad actuaban como un par de niños.

 

   Después de terminar la comida, siguieron los pasos de Diana y tomaron un par de maletas para poder llenarlas de comida y agua embotellada, cerca del área de jardinería había una mesa que estaba de exhibición, incluyendo cuatro sillas de exterior de las cuales, dos estaban ocupadas por unos maniquís que usaban ropa veraniega, colorida con dibujos de palmeras y frutas tropicales. Fueron hasta ahí y Diana saco la guía roji de la maleta, extendió el mapa y con un marcador rojo señalo el lugar en el que se encontraban.

   ­­—Ahora mismo estamos aquí, yo vengo de acá, ­—señalo con un línea desde el lugar de su casa hasta el punto en donde ella imaginaba que estaba el puente de donde había caído— Ellos venían en esta dirección y en contra, lo cual significa que no podemos seguir en el sentido que iría la calle normalmente, pues en ese sentido es donde estaba el grupo de errantes, entonces, yo pienso que deberíamos partir si no es yendo en contra de ellos, por lo menos en otra dirección que no sea hacia ellos.

   Diana marco en el mapa una calle que estaba contigua al centro comercial, la misma en la que el tráiler había terminado recostado aquella noche.

   —Entonces, debemos buscar un coche en esa dirección, lo único que se me ocurre es salir por alguna de las puertas de emergencias de las salas de cine, debe haber alguna que nos saque para aquel lado. —Dijo Martín tocándose la barbilla y mirando en la que imaginariamente calculaba estaban las salas de cine.

   —Pero ¿cómo haremos para saber en qué dirección correr? Digo, saldremos, así como así a la calle ¿Y si está lleno de esas cosas, y si en el pánico corremos en diferentes direcciones? Vaya, es que no creo ser muy ágil y menos cargando esto. —Lucía señalo la maleta rosa que había escogido y que parecía como si se fuera a ir de excursión por una semana al bosque.

   —Tienes razón, quizás debería solo salir uno de nosotros para que vaya ligero, luego tomar el coche y conducir hasta recoger al resto, así no nos arriesgamos tanto y será más fácil para todos.



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En el texto hay: demonios, zombis, terror

Editado: 13.09.2021

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