Los Errores Que Cometimos (y como los arreglamos)

20

HARRIET

— ¿Así que ahora eres amiga de Park, Fred y Albert? —me pregunta Elthon a la hora del refrigerio de los niños.

Asiento. —Ya me robé a tus amigos.

—Sé amable con ellos, son buenas personas —advierte.

Ruedo los ojos. —Elthon, no soy una criminal o algo, siempre piensas que haré daño o algo.

—Tengo que ser precavido —contesta antes de morder su rodaja de pizza.

—Oye, ¿Quién paga la comida y todo eso? —le pregunto.

Elthon me explica que son donaciones, algunas organizaciones también trabajan con este albergue y algunas iglesias ayudan también.

—Las personas pueden donar también por internet, hay una banda local que hace donaciones varias veces —me indica—, una que le gusta a Fletcher.

—Ah, los Firestones.

—Ellos —confirma—. El padre de uno de ellos tuvo que pasar un tiempo viviendo bajo puentes y un músico lo salvó de eso, así fue como empezó con la música y ahora su hijo siguió con todo.

—No sabía —admito—, pensaba que solo eran una banda de deprimidos tratando de sonar poéticos.

Elthon ríe. —Vaya, no digas eso frente a Fletch o te dejará de hablar.

—No me importa —yo también como pizza.

—Sí te importa —Elthon sonríe.

Arrugo mi nariz. —Hablo enserio, no  me importa —miro sus pestañas—. Oye, um, ¿Cuándo regresemos harás algo?

Me mira confundido, luego sorprendido y finalmente, más confundido. —No, pero, ¿Por qué?

Albert se nos acerca caminando lento por su bastón y ya no puedo seguir con la conversación. — ¿Puedo sentarme con ustedes?

Elthon asiente y yo también. — ¿Cómo se portó Harriet? —pregunta Elthon y yo lo fulmino con la mirada.

Albert deja el plato que sostenía con la otra mano y ríe. —Bien, es bastante buena tostando pan.

— ¿Ves? —le digo a Elthon—. Soy increíble.

—No lo eres —Elthon suelta—. ¿Cómo seguiste, Albert? ¿Te duele la pierna?

Albert niega. —Ya voy mejorando, no la siento tan mal ahora.

Bajo la mirada a mi comida. Los temas así a veces me incomodan porque no sé qué decir o como decirlo, siento que puedo ofender a alguien. —Voy al baño —les aviso—, ya regreso.

Me paro y corro al baño solo para salir del momento incómodo. Tengo curiosidad por saber qué le pasó a Albert para que ahora use un bastón pero me he aguantado y no he preguntado. No quiero ser grosera.

Regreso y por suerte han cambiado de tema.

Luego de terminar de comer Elthon avisa que tiene que regresar con los niños y yo me ofrezco a lavar platos y todo eso. Albert sonríe agradecido y nos movemos hasta la cocina mientras que Fred limpia las mesas y Park barre el suelo.

Albert no está limitado por su bastón, se mueve a su ritmo pero hace todo lo que le piden. Él seca los platos, vasos y cubiertos al mismo tiempo que los va guardando sin mayor problema.

Cuando terminamos me pregunta si quiero irme a sentar a la fuente, le digo que está bien y vamos hasta allá. Tiene razón, este lugar es relajante luego de pasar toda la mañana de un lado hacia otro.

—Gracias por toda tu ayuda —me dice sentándose en el borde.

Asiento. —Está bien, no tenía nada que hacer en casa, aquí siempre hay algo por hacer.

—Sí —ríe.

—Entonces…

—Entonces… —dice y vuelve a soltar una risa corta.

Yo también río. — ¿Qué te gusta hacer aparte de estar aquí todo el día?

Albert responde con toda la seriedad del mundo: —Atletismo y salto alto.

Aprieto un poco mis ojos, como si me costara verlo. —Ah…

Y suelta una carcajada. —Estoy bromeando.

Niego apretando mis labios y de nuevo, olvidé que me duele si hago eso. —Pensé que sí.

Da dos golpes contra el suelo utilizando su bastón. —En realidad, me gusta tomar fotografías.

— ¿De verdad? —Pregunto—, ¿Tienes algunas para mostrarme?

Levanta un dedo, saca de su chaqueta su teléfono y empieza a buscar algo, luego me entrega su teléfono.

La primera es de una playa con el atardecer en el punto perfecto para que el agua se vea roja, las nubes se tornaron anaranjadas y el sol pareciera repasado con un marcados rojo.

Mueve su dedo sobre la pantalla y me muestra otra. Es de unas palmeras pero desde un ángulo que hace ver como los rayos de sol blanquecinos se cuelan entre las hojas largas.

Desliza una vez más y son dos barcos alejados, con gaviotas volando y el agua estable. Algo en esta fotografía me transmite tanta paz, tal vez porque pareciera que Albert la capturó en el momento perfecto donde todo pareciera alineado.

Luego me muestra una donde solo captura a las personas en la playa, son como seis familias numerosas y ninguna ve hacia la cámara. Todas están viviendo sus vidas, ignorando que alguien ha capturado su existencia y creando un momento que es hasta melancólico. Me gusta como el sol ya no está presente, pero hay claridad y las siluetas son visibles por la mitad. Me gusta que todos están sonriendo, por diferentes motivos.

—Son asombrosas —le digo sonriendo.

Albert toma el teléfono cuando lo regreso. —Gracias, me gusta mucho tomar fotografías, me ayuda a recordar.

—Yo quería ser fotógrafa —le digo—, pero de modas. De pasarelas.

—Tu podrías ser la modelo —comenta serio.

Yo solo suelto una carcajada. —No tengo material para modelo, ¿Has visto como me siento con las piernas abiertas? Definitivamente no.

—No esas modelos de pasarelas —me dice—. Una modelo diferente.

Sonrío. —No sé si esas existen.

—Tú puedes ser la primera —Albert afirma.

Suspiro. —Oye, ¿Tu qué quieres hacer? Además de esto.

—Muchas cosas —sonríe—. Me gustaría seguir ayudando a las personas, sin importar dónde.

—Pero, ¿Qué carrera seguirías?

Toca su pierna. —Medicina —admite—, me gustaría ser neurólogo pero no creo poder.

— ¿Por qué no? —le pregunto.

—Porque prefiero estar aquí —suspira—. Sé que no es el mejor trabajo del mundo y sé que como médico ganaría mucho más dinero pero aquí puedo ayudar a las personas constantemente.




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