Sencillamente nunca me ha sorprendido la indiferencia de la humanidad hacia el mal ajeno, hasta que me toco a mi enfrentarla.Tendido en el suelo casi nadando en un mar de sangre, con la gente pasando indiferentes cerca de mi, tal vez imaginando a un borracho sin esperanzas que ha caído presa de una batalla inútil motivada por el alcohol. Y es que el propósito de quien me dejo así, era efectivamente eso, que pase como un borracho , tal vez drogadicto en una lenta y triste agonía, para morir solo, abandonando y lejos de todos.No hay forma de moverme, han sedado todos mis movimientos. Quien sabe que me habrán puesto, como y donde, pero tiene su ventaja. Sencillamente no duele nada, no se siente nada.
Y así, en una agonía indolora pasa mi vida frente a mis ojos, cual vieja película que han recortado en tramas pequeñas y mal ordenadas circulando hasta el momento actual.Recordar mi infancia, y mi juventud, recordar mi bien y mal. Recordar justo, a quien me iba a llorar.Triste y lenta película de la que no puedo escapar, las tinieblas me empiezan a atrapar.Mientras tanto y a mi lado, los pasos retumban en el suelo, firmes, presurosos, indiferentes de lo que pueda ser mi destino.
Me miran, me miran despectivamente.
— ¿Un borracho?
— ¿Un mendigo?
— ¿Un pobre alma abatida?
Y pensar que hasta hace poco hablaban del fin del mundo.
¿De que piensan arrepentirse?
— Malditos, ¡Malditos! — digo con mis últimos suspiros y justo antes de perder la conciencia.— Si alguno me hubiese salvado, el mundo no seria destruido.