En un cálido día de verano, ya finalizando las actividades de la empresa, un grupo de guardias escolta a dos quienes sacaban por sacos los ingresos del día.
A medida que iban terminando de guardar el cargamento en el vehículo blindado, observaron que a lo lejos una chica estaba siendo perseguida por dos desconocidos hasta que, pasando la calle, la empujaron en un pequeño callejón sin salida.
Los gritos de la chica eran desgarradores y clamaba por ayuda.
Los guardias, al observar lo que estaba pasando, de inmediato tomaron las acciones necesarias para resolver el asunto. Llamaron por radio a sus compañeros y avisaron lo que estaba sucediendo.
Estos, al recibir la llamada, se apresuraron, lanzaron los últimos sacos de dinero al vehículo blindado y emprendieron apresurada marcha para alejarse lo más rápido de los problemas.
A lo lejos, un grito final y múltiples detonaciones de disparos hicieron eco por las vacías calles de la ciudad.
Probablemente pensaron en el asunto, probablemente se arrepintieron de dejar a esa chica a su suerte, pero es más posible que no hayan tenido tiempo para ello.
Una explosión, tan potente que podría ser dinamita o c4, la policía lo dirá, volcó el vehículo blindado y lo partió por la mitad, liberando todos los sacos de dinero de la protección de estos guardias.
Mientras el último agonizaba inevitablemente entre los escombros, vio a una mujer acercarse.
— Lo sentimos mucho, tan solo queríamos tener un poco de fe en la humanidad