Los Frutos del Tiempo Relatos Cortos

Concierto Obsoleto

Un viejo mendigo que se solía ver merodeando por ahí, agotado por la vida y por todo lo que ha tenido que sufrir, marginado entre millares de miradas que le observaban con distancia, con ignorancia dejándolo solo en su sentir.

Este mismo viejo que todos apartaban cuando amanecía tirado en una calle después de una noche buscando donde dormir, estaba parado en el centro de la plaza, organizando lentamente un pequeño escenario improvisado hecho con todas las cosas que había logrado reunir.

Sus lentos movimientos hacían que lo curioso de su comportamiento perdiera interés rápidamente de los transeúntes, quienes se preguntaban si había una manera de quitar al viejo de ese lugar para que no estorbe.

Sin embargo, otros mendigos se habían reunido rodeándolo, pero dejando bastante espacio entre ellos, asegurándose que no haya ningún tipo de agresión para el viejo.

Sus miradas, mas apagadas que de costumbre, parecían un añadido a sus tormentos, además del hambre y el frio.

La gente que pasaba, apurada por sus labores diarias, no se empeñaba mucho en quitarlos, pues, era una pérdida de tiempo, ya llegarían las autoridades para resolver el problema, aunque ninguno tuvo tiempo para llamarlas.

Entre harapos y objetos derruidos, hizo un pequeño atril, no muy distinguible de un basurero y otros mendigos comenzaron a rodearlo haciendo cosas parecidas.

Cada uno de ellos también habían armado su pequeño escenario particular alrededor del viejo y los primeros, los que cuidaban, también se aseguraban de protegerlos con la misma expresión desoladora en sus rostros.

Se había formado un pequeño auditorio circular y la gente comenzaba a molestarse por este atrevimiento.

- ¿Qué se han creído?

- ¿Piensan tomarse la plaza?

- ¡Alguien debe quitarlos de allí y que aprendan su lugar en el mundo!

A pesar de la agresividad de los comentarios, nadie hizo nada, no había tiempo para ello.

Los mendigos con sus improvisados atriles comenzaron a sacar cajas destartaladas y mochilas harapientas, mostrando de estas cosas, pequeños cuadernos de notas, manchados y desgarrados, cuyo contenido era apenas legible.

El viejo, en el centro de todo, seguía ceremoniosamente su adecuación de su pequeño pedazo de tierra, tal vez lo único que tiene en este mundo, en ese momento.

Saca también, un pequeño cuaderno de notas, manchado y desgarrado como el de los otros, pero con paginas muy blancas y bien cuidadas, conteniendo notas claras, de hermosa letra y en las siguientes páginas, partituras escritas a mano, tan pulcras que pareciere que han sido impresas por maquina alguna.

Poco a poco, los mendigos comienzan a sacar de sus cajas, aparatos desconocidos ante el desconcierto de todos y los comienzan a manipular como quien afina un instrumento lujoso y delicado.

Esta vez, su comportamiento llama más la atención y la gente se detiene por segundos ante la curiosidad de tan extraños aparatos.

Tubos de plástico PVC con cuerdas de nylon.

Cajas de cartón con cubiertas de chaquetas de cuero.

Cajas de madera y palos de escoba sosteniendo hilos transparentes de caña de pescar.

Eran definitivamente instrumentos musicales improvisados, listos para ser usados.

El viejo por su parte, saca una funda oscura, manchada y de aspecto destartalado.

De ella, saca una caja negra, de aspecto muy cuidado y lujoso, con un perfil característico reconocible.

Así mismo, saca de la caja un hermoso violín, de madera fina con engastes de oro, cuerdas de alta calidad y un hermoso arco bien cuidado, acorde a la calidad del resto del instrumento.

La deslumbrante apariencia del instrumento destaca por sobre la del viejo, y mucho más por la de sus harapientos compañeros, quienes al observar el aparato, sueltan un lastimero suspiro y se dibuja en sus rostros una triste sonrisa.

El viejo, con sus fuerzas medidas apenas para sobrevivir, levanta la mirada y da la señal.

Al instante, todos los demás mendigos preparan sus instrumentos y uno de los que hacía de guardia se pone en el centro, a la vista de todos, sosteniendo un pedazo de madera alargada y astillosa.

Con gestos firmes y decididos, mueve su bastón instruyendo, primero al viejo que comienza a tocar magistralmente el violín.

Poco a poco, los demás también se agregan y acompañan con precisión a la melodía.

Los curiosos, ya no se detienen por solo segundos, ahora rodean al grupo, sin intenciones de querer marcharse.

Los mendigos parecen haber formado una orquesta y tocan "Tocata and Fuge" en D menor.

El ímpetu de la canción parece ir tomando los ánimos de los presentes, quienes ven la destreza de estos improvisados músicos, que, con gran talento sacan hermosas notas a tan toscos instrumentos.

Al frente de toda la carga, el viejo mendigo con el violín de lujo, no pierde la concentración y rápidamente mueve sus dedos, mueve el arco y se mueve al ritmo de su instrumento.

Tanta vida impone en sus notas, tanto poder, que es difícil creer que aquel lento hombre de pesado andar, pudiese moverse de esa manera.

Era como si todo lo que había ahorrado de energía lo estuviese usando en una presentación final.

Las notas iban y venían, bajo la coordinación del mendigo con la vara de madera, quien calmaba la orquesta y preparaba la siguiente canción.



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En el texto hay: tristeza, ciencia ficcion, relatos cortos

Editado: 09.08.2018

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