Al amanecer el sol dudaba en salir.
Como si el tiempo se hubiese congelado, todo tenía un aspecto de perpetuo amanecer debido a densas nubes negras que amenazaban con llover. Pero no llovía.
El cielo estaba por completo cubierto y el brillo del sol no podía atravesar más que con un tenue resplandor.
Las personas se preocuparon.
— ¿si llueve como poder hacer las cosas del día? — hubo quien se pregunto
— si llueve no podré llevar a mis hijos a la escuela — decían otros.
Sin embargo, no llovía como amenazaba el cielo.
Gruesas gotas de agua caían azarosamente del cielo, pero de ningún modo alcanzaban para humedecer el reseco suelo reseco hasta ayer por la cruel sequía que se había prolongado durante años.
En la ciudad, esta sequía no importaba. De hecho había progresado gracias a esta, por lo que una lluvia potente como parecía que iba caer, preocupaba a los mediocres gobiernos de turno, los cuales habían manipulado las obras con materiales baratos y de mala calidad.
— las calles se llenaran de huecos — se oía por todas partes, hasta en el municipio donde se guardaba silencio por el asunto de los materiales.
Pero no llovió.
Desde la noche se habían escuchado horribles truenos de origen desconocido. Tan solo un día antes no había ni una sola nube, pero tronaba con una regularidad mecánica, y con una potencia bélica impresionante.
No sorprende que muchas personas estuvieran asustadas, pero no caían en supersticiones de dioses enojados ni cosas por el estilo
— Ya la ciencia lo resolverá — era la frase de su consuelo.
Pero la ciencia no investiga tan rápido y en un momento incierto, aparecieron nubes que dieron sentido a los truenos que se oían de lejos.
De vez en cuando, intensos resplandores aparecían a lo lejos iluminando el cielo despejado y matando la noche por tan solo segundos.
A veces, los destellos parecían coincidir con el estruendo que de fondo se oía. Y en un momento dado de hora incierta, un solo testigo narro como nubes negras iban cubriendo el cielo aún más negro a su paso. Esto es normal de hecho, pero, a cada relámpago que iluminaba el cielo, se podía ver su avance. Como si una película se construyera paso a paso, cuadro a cuadro.
El cielo permaneció oscuro y la mañana parecía desfallecer con cada minuto.
Las calles estaban vacías por el letargo de un día mal nacido.
Los truenos llevaban horas sin aparecer y el día continuo su paso.
La gente hizo como si nada pasara hasta el mediodía, cuando las luces de cada casa no bastaron para iluminar.
Las lámparas halógenas que alumbraban las calles llevaban el día entero trabajando y se quemaban una tras otra por razones extrañas, si no es que acaso por la tormenta eléctrica que nuca se vio pasar hasta que finalmente la ciudad se vio hundida en tinieblas.
Las personas no salían de sus lugares de trabajo ni casa.
Había algunos que se aventuraban con lámparas y volvían a sus lugares con presurosa prudencia. Siniestras personas empezaban a darse cuenta de su oportunidad y acecharon como si fuera de noche. No es lo mismo asaltar de noche, las personas están más atentas de día, aunque no se vea nada.
Las redes se llenaron de avisos de asaltos, muertes, y violencia.
No había una razón para que se trastornarán en tan poco tiempo. Probablemente tenían miedo, pero no lo admitirían. La lógica y la ciencia les deberían dar una razón, una explicación.
Pero, ¿qué tal si los científicos estaban tan asustados como ellos?
La naturaleza siempre parece caprichosa, pero todo es por la imprudencia humana. Las nubes tomaron un aspecto rojizo, como anunciando una tormenta de proporciones bíblicas. Pero no llovió.
Empezó a tronar insistentemente y finalmente coincidió el sonido con la luz. La ciudad entera estaba bajo una supracelular de tormenta.
El cielo se rasgó entre truenos y relámpagos.
Grandes raíces eléctricas reptaban por las nubes como si las parasitaran agresivamente buscando alimento.
Eso hasta que descubrieron las antenas.
Poco trataron en descubrir tan tentador camino y destruyeron cada lugar por donde pasaron. La luz llego a ser un simple privilegio del cielo, apagando cualquier otra fuente que descubrieran.
Con la mayoría de los objetos metálicos que se erguían en orgullosos desafío al cielo, caídos. Los rayos se concentraron en reptar cierta nube voluminosa del centro del cielo calentándola bajo oscuros y complicados procedimientos físicos difíciles de comprender para una mente asustada, y la transformaron en una masa de aire ionizado de altas temperaturas.
La tormenta se prolongó mucho tiempo más, pero un nuevo sol nació, enredado entre marañas de rayos sin rumbo, amenazando cualquier otra luz que la ose desafiar.