En el departamento de seguridad industrial, todos estaban tensos, el jefe llegaría en cualquier momento y vería la circular enviada por el gerente, junto al nuevo equipo de seguridad para los empleados.
El jefe entro tranquilamente, pero con la mirada fija en el escritorio, como oliendo alguna extraña maniobra de los superiores como ya es costumbre y, mirando a su alrededor el tenso ambiente, se sentó para leer la carta y abrir el paquete.
"Circular
Estimados trabajadores, la gerencia de la empresa, pensando en la seguridad de sus empleados y teniendo en cuenta los requerimientos de seguridad de la empresa, ha hecho un contrato con una gran multinacional que nos proveerá de los equipos necesarios para prevención de riesgos.
También nos han provisto del uniforme, consistente en chalecos de tela gruesa, guantes de caucho y cuero para protección de alto voltaje y botas con refuerzo de acero para evitar accidentes.
La seguridad ante todo.
Atentamente: La gerencia"
El jefe, al terminar de leer la carta, ya estaba enrojecido de la furia, odiaba esa forma de comunicar mensajes que los hacían ver como los héroes de la película cuando en realidad solo ponían en riesgo a los empleados por movidas financieras extrañas donde solo se beneficiaban ellos.
Los empleados ya se habían puesto los uniformes, pero no se veían cómodos.
Algunos de ellos, de hecho cojeaban y otros parecían no poder ponerse los guantes porque no tenían la apertura necesaria para ello.
Cuando abrió su paquete, encontró un chaleco deshilachado por la cinta de velcro que sostenía el bolsillo del mismo, unos guantes que bien pudieran pasar como los que se usan en aseo y unas botas flojas, de planta torcida y punta apenas sostenida por algo que parecía cartón en lugar del acero prometido.
En un estallido de furia, azoto el zapato en su escritorio y con su cuchillo lo rasgo de punta a punta, descubriendo lo que sospechaba, no había acero, era solo cartón.
Sus compañeros lo conocían, sus subordinados también, nunca dejaba pasar nada que pusiera en riesgo la seguridad de los trabajadores y era capaz de despedir a alguien solo por su seguridad, así que no les sorprendía su reacción, pero les preocupaba lo que iría a hacer para remediar la situación.
Al día siguiente, se presentó vestido con el uniforme defectuoso que le toco.
Los zapatos no le ajustaban por la rasgadura que el mismo le había hecho y el chaleco estaba más deshilachado que antes.
Ordeno a todos los que tuvieran puesto su uniforme que se reunieran en el tercer patio, el mismo donde se estacionan todos los trabajadores de la empresa y que lo hagan en fila, mirando al centro del patio.
Cuando se terminaron de organizar, el jefe saco una pistola de uno de sus bolsillos y todos entraron en pánico, pero nadie se atrevió a moverse.
Unos cuantos murmuraron algo sobre amok por el estrés de tener de jefe a gente tan incompetente, pero pronto se callaron al llegar el gerente en su lujoso Lamborghini, de reciente adquisición, seguramente con su sueldo de administrador o peor aún, y seguramente sospechado por el jefe, con lo que se haya ahorrado en la calidad de los uniformes.
Cuando el gerente salió de su vehículo, miro sorprendido a la gente reunida, pero no le importo demasiado, sabía que el jefe de seguridad industrial tenía unas manías extrañas y no le importaba, mientras presente los respectivos informes.
El jefe, por su parte, lo abordó con educación y le dijo:
— Estimado gerente, he reunido a todo el personal que ve aquí para agradecerle por los uniformes de tan buena calidad que nos ha provisto"
El gerente, con el orgullo inflado y creyendo que nadie se había dado cuenta de la realidad de los uniformes, le escucho despreocupadamente, pero lo insto a darse prisa con lo que tenga que decir pues, quería llegar a la oficina lo más pronto posible.
— No se preocupe – dijo el jefe algo irritado y con una sonrisa forzada – Quisiera que se acerque un momento para que todos puedan darles las gracias como es debido.
El gerente, mirando a su reloj de marca, acepto y se puso frente a las filas de empleados que se movían inquietos en sus sitios.
— Estimado gerente, estamos aquí para darle las gracias por los valiosos uniformes que nos ha provisto – el jefe respiro profundo y continuo – Estamos seguros que, los 150 trabajadores aquí presentes estaremos seguros en nuestro campo de trabajo, protegidos contra los miles de voltios que manejamos a diario, cortes o golpes accidentales con herramientas u objetos varios, resbalones en superficies aceitadas y otros riesgos comunes en nuestra profesión.
El gerente se ajustó la corbata incomodo por las palabras del jefe y dio las gracias por sus palabras antes de darse la vuelta para irse apresuradamente
El jefe, por su parte, lo sujeto del hombro y con una sonrisa torcida le insistió
— Estamos seguros de la gran calidad de los uniformes que nos ha dotado, las vidas de los empleados son valiosas, no queremos perder a ninguno, o en todo caso, solo hace falta una perdida si es necesario salvar a los demás.
El gerente, abrumado por sus palabras, grito y aseguro que los uniformes eran de la más alta calidad y pidió que lo dejaran ir pues este día estaría tan ocupado que probablemente no lo vean salir de su oficina.