Un hombre, padre soltero de una única de 17 años que desapareció sin más explicaciones, se enteró de que esta tenía aprietos financieros bastante serios.
Era sabido de todos que el hombre llevaba muchos años trabajando para su vejez, pero que desde que su mujer lo abandono, tuvo que invertir todo en la educación y crianza de su única hija, luz de sus ojos y causa de sus desdichas. Aun así, el tenia todavía una considerable suma de dinero resguardada para cederla como herencia a su hija para cuando muera, por lo que no tenía acceso libre a ese dinero.
La última vez que se lo vio, fue en un bar, llevaba 20 años sin emborracharse, ni siquiera lo hizo cuando su mujer lo abandono hace 17 años, por lo que los vecinos estaban sumamente preocupados por su estado emocional.
El mismo bar tender se negaba a darle una cuarta copa por la consideración que le tenía, pues era un hombre muy estimado en todo el barrio y probablemente toda la ciudad, pero resulto imposible detenerlo, el mismo se servía las bebidas por sobre cualquier intento de impedirlo.
El guardia observaba apesadumbrado, recordando como hace 25 años este hombre le había salvado de las drogas, pero también sabiendo lo mucho que lo hacían sufrir las mujeres.
Preocupado al ver su estado, se dispuso a acompañarlo a su casa, pero el hombre se negó por completo, marchándose tambaleante como jamás en la vida se lo había visto antes.
Eran las 3 de la mañana cuando los vecinos lo vieron entrar en su casa, y las 3 y 15 cuando oyeron un disparo que alarmo al barrio entero.
A pesar de que no tardaron ni 5 minutos en atenderlo, el disparo fue tan certero que solo llegaron para verlo desplomarse en el suelo irremediablemente muerto, con una pistola en su mano derecha y una foto de su hija en la izquierda.
Sobre la mesa de comedor había una corta carta de despedida y dos números de teléfono, el primero el de un abogado y el segundo el presunto numero con el que poder contactar a su hija.
Estoy seguro que no podría leer la carta nuevamente sin romper a llorar, fuimos muy buenos amigos en la infancia y lo valoraba mucho, aunque nunca estuve de acuerdo con alguna de sus decisiones, en especial las que estaban relacionadas con las mujeres.
Cuando me entere de todo esto, yo estaba repasando el testamento de este hombre y ya me temía lo peor, lo modificó hace pocas semanas y cedía absolutamente todas sus cosas a su hija.
Después de llorar un poco a solas en mi oficina, me dispuse a cumplir su última voluntad, llame a su hija tal y como decía el papel encontrado junto a él.
En un viernes a las 3 de la tarde, una chica de pésimo aspecto, roñoso cabello y andrajosas ropas junto a un tipo no mejor arreglado se acercó a mi oficina, al parecer era su hija.
Le explicamos todo ante su indiferente mirada, pero mientras se daba la vuelta para marcharse, le explicamos lo de la herencia, a lo que regresando sus pasos rápidamente y sin cambiar su mirada solo dijo "Ah, era lo que necesitaba" y se marchó.
Mi secretaria me dijo poco después que el hombre que la acompañaba le quito todo el dinero que cargaba y dijo que iría por más droga, que si le daba la gana le traería un poco a ella.
Poco después, tuvimos en nuestra oficina a su mujer que lo había abandonado hace 17 años, esperando su tajada.