Los Gatos Negros

Capítulo 11 - ¡Rayos! (Literalmente)

 

Había dejado a Clear junto a Bárbara, solas, a merced de un temporal poco común y para nada natural. Me hallaba corriendo por el campo de deportes contra los fuertes vientos que me azotaban, esquivando los objetos contundentes y afilados que volaban gracias al aire huracanado, intentando que ningún rayo me cayese encima y tratando de descubrir qué pasaba (porque no era una tormenta normal, ni de lejos). Todo a la vez.

 

Parecía ser el único que se había percatado de los sujetos en el ojo de la tormenta, que ahora podía ver con más claridad. Estaban en medio del predio asediado, haciendo movimientos extraños y extendiendo las manos al cielo. Cualquier fanático de las historietas de superhéroes (como yo) sabría que eso era una mala señal. Casi obvio. Pero para ese entonces yo era muy inexperto, lleno de dudas, investigándolo todo y sacando mis propias (tardías, torpes, sin sentido y extrañas) conclusiones. Aquello era algo para lo que no tenía ninguna explicación razonable. Tampoco lo que había visto en Max (luego de ser aporreado por él) era muy razonable ¡Ni lo que pasaba en mi casa lo era! Ya nada lo era. Así que seguí corriendo en busca de respuestas al modo antiguo, probando, sufriendo y viendo los resultados.

 

Me aproximé todo lo que pude a ellos, sin ser chamuscado o golpeado, y llegué lo suficientemente cerca como para percibir con mayor detalle lo que se presentaba frente a mí.

Llevaban una especie de trajes brillantes al cuerpo, remarcando su figura centellante. Sin duda eran personas, o algo similar a ellas, difícil de distinguirlo a profundidad. Allí fue cuando caí en cuenta de quién se hallaba en medio, él que tenía piel anaranjada brillante, círculos rojos vacíos en vez de ojos y escamas doradas en vez de pelo, tenía un rostro muy particular, uno que yo ya conocía. Un rostro que no podía olvidar ni confundir.

 

¿Adivinen quién se quedó con cara de tonto mirando al nuevo y mejorado Max? Sí, el mismo que al tratar de retroceder, antes de que lo percibieran, resbaló y cayó de espaldas, llamando aún más la atención. Rápidamente estudié el rostro del otro par de sujetos, quienes me miraban con inusual altives, tenían de piel azulada y algo parecido a cabello blanco. Estaban sonriéndome con cinismo, a espera de que Max se encargara de mí como ya lo veía venir.

Allí como estaba, caído sobre el césped y atemorizado, traté de retroceder pataleando. Uno de ellos lanzó una mirada a Max, transmitiendo algún mensaje, y éste bajó los brazos, dando un paso hacia mí, y susurró algo. 

Estaba aterrado y (como todo buen cobarde) pegué un grito de temor (uno pequeño y masculino... obviamente). Él rubio transformado en un monstruo horrible de luz y lava, rió y extendió su brazo hacía mí. Algo comenzó a refulgir en la punta de sus dedos, como si se estuviera preparando para lanzar un rayo directo a mi cara. Tensé los labios y apreté los dientes. 

Fue entonces que comprendí que eso era lo él que planeaba, verme aterrado, sufriendo. Ahogué otro grito y crucé los brazos sobre mi cabeza, buscando protegerme. Inmediatamente sentí un aura de calor a mí alrededor, a la vez que sentía algo en mi vientre, como si estuviera haciendo algún esfuerzo físico (Y créanme que noto cuando lo hago). 

 

Cuando reuní el suficiente valor como para abrir los ojos, percibí asombrado que a mi alrededor había un tenue campo de fuerza con cierto tono naranja. En ese momento no comprendí qué había ocurrido o qué era eso, tenía la mente demasiado ocupada en luchar por permanecer vivo. De a poco se desintegró aquel campo de fuerza que me había protegido del ataque de Max, el cual había quemado todo el césped a mí alrededor. 

Él quedó mirándome estupefacto, pero no más que sus dos cómplices, quienes intercambiaban miradas dudosas entre sí. Medio segundo después, cuando estaba levantándome del suelo, los tres se volvieron hacia mí, extendiendo sus brazos, otro ataque se aproximaba y esta vez sería determinante. 

Con un poco más de valor, les hice frente e instintivamente y de forma desafiante está vez no me cubrí, sino que también extendí mis brazos hacia ellos, en un salto de fe. Algo en mi interior se revolvió y sentí como si una descarga eléctrica me atravesara de pies a cabeza, y no era obra de los tres sujetos frente a mí. No lo era, porque en ese momento ellos se hallaban tendidos en el piso, chamuscados como el césped a su alrededor. Su color antinatural había desaparecido, mostrándolos como realmente lucían. Max, el deportista un tanto robusto de cabellos claros. Una chica de pelo cobrizo y rostro lleno de cicatrices. Y un sujeto más, mayor que los otros dos, de cabeza rapada y tatuajes en los brazos. Torcí el gesto al estudiar al inusual grupo responsable de tal desastre.

 

Tardé unos segundos en reaccionar y comprender que no habían caído solos y no me habían alcanzado a herir... Y yo había sentido cosas extrañas... 



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En el texto hay: adolescentes, brujos, brujos de salem

Editado: 11.05.2018

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